Iggy Pop y Siouxsie Sioux: dos símbolos del punk ahora cantan en una publicidad de helados Hacen "The Passenger", un conocido tema de Iggy que ella versionó con gran éxito en 1987. 37 años después, sirve para vender refrescos. Iggy Pop y Siouxsie Sioux son sin dudas dos leyendas de la música rock, y más específicamente del punk. Él, al frente de The Stooges primero y luego con una extensa carrera como solista que lo llevó por todo el mundo y lo tiene aún en actividad a los 77. Ella fue la líder de Siouxsie and The Banshees y también descolló como solista (ahora tiene 66). Se han admirado. Y Siouxsie se hizo mundialmente popular precisamente al grabar una canción de Iggy Pop -The Passenger- en un álbum de versiones que hizo con su banda en 1987, Through the Looking Glass. Ahora, a 37 años de esa grabación, Iggy Pop y Soiuxsie se unieron para grabar The Passenger para una publicidad de helado. El original de la canción estaba también en un disco muy exitoso de Iggy, Lust For Li
A 30 años de la detención de Walter Bulacio, un fan de Los Redondos que murió tras una represión policial
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A 30 años de la detención de Walter Bulacio, un fan de Los Redondos que murió tras una represión policial
El 19 de abril de 1991, el joven de 17 años fue detenido cerca de
Obras, donde tocaba su banda favorita. Sin motivo, se lo llevaron a la
Comisaría 35a, lo golpearon y, una semana después, murió en el hospital. Una historia que no se olvida.
Quizás por no sentirse amedrentado por la Policía fue que se ensañaron con él hasta dejarlo moribundo en un calabozo de la Comisaría 35a con la participación y anuencia de Miguel Angel Espósito, comisario de esa seccional. Walter Bulacio,
detenido sin motivo el 19 de abril de 1991 en las inmediaciones del
Estadio Obras Sanitarias, había ido a ver un concierto de Los Redonditos
de Ricota.
Murió una semana después de su detención, el 26 de abril, en el Sanatorio Mitre, a causa de la salvaje golpiza. Tenía 17 años.
Aquella noche detuvieron a 130 jóvenes en la puerta del estadio
y, tras subirlos a un colectivo fuera de línea, los llevaron a la
tristemente famosa Comisaría 35a, en Cuba y Núñez, donde fueron
insultados, empujados y registrados.
Entre ellos Walter, que a todo aquel que quería escuchar le repetía “no estábamos haciendo nada”. Una certeza que para esos policías de la Federal no significaba nada porque sabían que no habían hecho nada. Walter, que iba a ver a Los Redondos por primera vez, cayó preso con varios amigos.
Uno de ellos, Nazareno, escribió en la pared del calabozo “Jorge, Walter, Kiko, Erik, Leo, Nico, Nazareno, Betu, Héctor, Caímos por estar parados”. En vez de correr se quedaron en sus lugares.
Exactamente
así fue. La avanzada de los policías hizo que una buena cantidad de
jóvenes se dispersaran corriendo a través de la avenida del Libertador,
pero el grupo de Walter se quedó quieto porque no estaba haciendo nada y
fueron detenidos por averiguación de antecedentes, un recurso policial
muy utilizado desde los años de la dictadura.
A Walter lo golpearon en el calabozo;
hubo porras, patadas y puñetazos hasta dejarlo desmayado. Por la
mañana, y al ver que no reaccionaba, lo trasladaron con custodia al
Hospital Pirovano, donde le diagnosticaron traumatismo de cráneo; Walter tuvo la fuerza para decirle al médico que fue la Policía quien lo torturó. Lo derivaron al Sanatorio Mitre, donde murió pocos días después.
La autopsia reveló que fue golpeado con objetos contundentes en la
cabeza, torso y extremidades. Además de haberlo detenido sin causa,
Walter debió haber sido puesto en libertad inmediatamente por ser menor o, de lo contrario, deberían haber pedido la intervención de un juez de menores con competencia.
Bulacio
nació el 14 de noviembre de 1973, en Buenos Aires y cursaba sus
estudios en el Nacional N° 1, Bernardino Rivadavia, en el barrio de
Constitución.
Su adolescencia transcurría en tiempos en los que la Policía, en este caso la Federal, hacía razzias en las inmediaciones de los conciertos de rock y
alguna que otra vez, aunque mucho menos, en los estadios de fútbol. Una
práctica común y tolerada por los gobiernos que veían en ella una forma
de prevención y, aunque los excesos eran moneda corriente,
habitualmente se culpaba a las víctimas de haber estado en el lugar y
momento equivocados.
Cuando Walter todavía estaba en coma comenzaron las marchas.
Su familia, amigos y compañeros del Nacional N°1 Bernardino Rivadavia
se autoconvocaron pidiendo justicia por este caso de brutalidad
policial. Y la cara del joven torturado en la comisaría 35a se hizo
conocida.
En la segunda marcha nació ese canto que se hizo popular: “Yo sabía, yo sabía... que a Bulacio lo mató la Policía”,
que fue coreado en cada movilización, en cada recital y en cada fila de
jóvenes que esperaban para entrar en los conciertos. De alguna manera,
se convirtió en un salvoconducto ante la aparición de una Policía que
pretendía seguir con sus prácticas arbitrarias y violentas por fuera de
las libertades individuales.
Con las marchas nació una polémica en la que las posiciones no lograron acercarse; por un lado, la familia de Bulacio y entorno cercano, y, por el otro, Los Redondos que se mantuvieron al margen del reclamo por justicia para evitar entrar en un juego mediático, que gente cercana a la banda calificó como de morboso.
Dos años después del asesinato de Bulacio, en 1993, el Indio Solari señaló en una entrevista con Página 12:
“La abuela de Walter Bulacio, su familia, sus amigos, ellos son los
únicos a quienes de verdad les duele lo ocurrido. Los amigos de Bulacio
son gente que todavía va a ver a los Redonditos. Esos pibes saben cómo
es y entienden de qué manera nosotros nos manifestamos con respecto a
esos temas. Si algo sale mal, el garrón nos lo comemos nosotros. Lo de Bulacio nos excedía, no era nuestra responsabilidad, pero son cosas que las cargás. El grupo comenzó a tener una magnitud en los medios y en lo político. Estuvimos donde teníamos que estar y no donde nos reclamaban que estuviéramos”.
Por su parte, la abuela de Walter, María Ramona Armas de Bulacio, verdadera luchadora por la causa de su nieto y que murió en octubre de 2014 sin haber encontrado justicia, señaló a Clarín, en 2001: “Los Redonditos fueron unos malditos;
cuando estábamos velando a Walter no enviaron ni una flor. Son raros,
los chicos viven para ellos y no les importa nada más y con Walter se
hicieron famosos. Una vez tenía tanta bronca que quise ir a verlos; fue
cuando tocaron en Huracán, hice tres cuadras, pero no podía caminar de
la gente que había y me volví”.
Mientras que artistas como Fabiana Cantilo, con Ayer soñé con Walter; Los Fabulosos Cadillacs con Arde Buenos Aires; La Renga y su Cantito popular; Resistencia Urbana con Walter y Bersuit Vergarabat con Murguita del Sur, entre otros, tributaron a Walter en sus canciones.
Los Ratones Paranoicos le dedicaron al Indio Solari el rock Ya morí, en clara alusión a su actitud frente al asesinato de Bulacio.
Mientras una buena parte de la sociedad se indignaba ante la salvaje golpiza que sufrió el adolescente en la Comisaría 35a, la Justicia sólo encontró al comisario Expósito responsable de privación ilegítima de la libertad, pero no de la tortura seguida de muerte.
Fue un caso plagado de dilaciones y que sólo sentó al culpable recién
en 2013, es decir 22 años después del asesinato de Bulacio. En
noviembre de ese año lo hallaron responsable de la razzia que terminó
con Walter y 130 jóvenes detenidos en la 35a y lo condenaron a tres años de prisión en suspenso, sin aplicación efectiva.
Poco
antes del fallo contra Espósito, en septiembre de 2013, el Indio Solari
le contestó a María del Carmen Verdú, abogada de la familia Bulacio e
integrante de la Correpi (Coordinadora de Lucha contra la Represión
Policial e Institucional), fundada, precisamente, a instancias del
asesinato de Walter: “Mientras muchos lo recuerdan, una foto de Walter junto a la palabra justicia sigue estando en las pantallas de mis conciertos”.
Verdú
le contestó: “De todo el arco de solidaridad que abarcó el rock, no hay
banda que no haya estado en algún festival por Walter y por fuera del
rock todos también se sumaron. La única que no pintó nunca fueron Los Redondos”.
Un factor decisivo para sentar a Espósito en el banquillo de los
acusados fue la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, que el 18 de septiembre de 2003 declaró que el Estado debe
proseguir y concluir la investigación; que el Estado debe garantizar que
no se repitan estos hechos y que el Estado debe pagar 374.000 dólares o
su equivalente en pesos por daños materiales, inmateriales, costas y
gastos.
Por el caso Bulacio, esta sentencia además limitó la
posibilidad de que las fuerzas policiales pudiesen identificar de manera
discrecional y compulsiva a las personas, facultad que fue repuesta en
2016 violando el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Entre las consecuencias del asesinato de Bulacio en manos de la Policía se impuso el retiro permanente de las fuerzas de seguridad como modo de vigilancia en los conciertos y, por cierto, las detenciones permanentes en el entorno de los recitales. La muerte de Walter quitó uno de los últimos vestigios de la represión y acoso policial hacia los jóvenes.
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