El corazón del punk feminista: cómo fue el debut de Bikini Kill en la Argentina

A principios de los '90 fue el grupo fundador del movimiento Riot Grrrl. Está liderado por Kathleen Hanna y Tobi Vail.-Se volvieron a reunir hace cinco años y tocaron en el ART Media porteño, en el marco de su primera gira sudamericana. Pocas bandas en la historia del rock reescribieron las reglas. Y cuando lo hicieron, fue en términos de éxito, producción, sonido, decibeles, moda, marketing. El rock sigue, fracaso tras fracaso,esperando un mesías que se presente en los mismos términos que los que alguna vez triunfaron.Avizorar a los nuevos Beatles, Rolling Stones, Jimi Hendrix, Led Zeppelin, David Bowie, Sex Pistols desde la repetición de sus logros en la mímesis de nuevos intérpretes es donarse al malentendido. Será por eso que desde el día que Kurt Cobain decidió terminar con su vida y la de su grupo, Nirvana, ninguna banda asumió por mérito y sustancia el destino del rock como una palanca de cambio cultural. Dicho todo eso, puede uno destaparse un oído y cubrir el otro. Ento

Confinamiento

Manu Chao: "Confinamiento"

 

Artistas reflexionan sobre el confinamiento por el covid-19


https://www.elcomercio.com/actualidad/cultura/artistas-reflexionan-confinamiento-covid19-pandemia.html

El confinamiento por el covid-19 no ha parado el trabajo de artistas visuales de distintas latitudes. Una muestra de esta aseveración es ‘De confines y confinamientos’, un proyecto expositivo organizado por la Fundación Bienal de Cuenca, en el que participan 11 mujeres de: Argentina, Brasil, EspañaPerúEcuador, Costa Rica, Venezuela Cuba.

Una de las artistas que forma parte del proyecto es Matilde Marín (Argentina, 1948). Ella es la autora de ‘Cotidiano’, una fotografía en la que aparecen dos jabones suspendidos sobre una superficie. Para Katya Cazar, directora ejecutiva de la Fundación Bienal, esta imagen hace alusión a los nuevos protocolos sanitarios de la vida cotidiana puertas adentro.

Marín es una de las fotógrafas argentinas de mayor trayectoria en la región. En su trabajo aparecen narraciones visuales del tiempo que le ha tocado vivir, como sucedió con ‘Itinerarios’, una serie de 29 autorretratos que proyectan su sombra, con la que ganó el Tercer Premio en la VII Bienal Internacional de Cuenca.

Cazar, curadora del proyecto, explica que para esta muestra convocó a mujeres cuya práctica artística venga, sobre todo, de la intervención, con el propósito de que reflexionen sobre el encierro que está viviendo la humanidad desde lo cotidiano y lo simbólico.

Otra artista que participa en el proyecto es Pamela Cevallos (Ecuador, 1984). Bajo el título de ‘Coleccionista’ muestra dos fotografías del interior de una refrigeradora, en la que aparecen piezas arqueológicas en medio de los alimentos.A sucriterio, estos no son momentos de producir obras grandilocuentes sino de explorar los espacios cotidianos.

La mayoría de imágenes captadas por estas artistas son en blanco y negro, un gesto que para Cazar hace referencia a los tiempos “grises y opacos” que está viviendo el mundo.Una de las particularidades de este proyecto es que ha invertido los tiempos usuales de una exposición; porque inició con la publicación de un catálogo digital, continúo con la publicación en redes sociales y termina con una exhibición individual de cada foto.






Las artistas en tiempos de confinamiento




https://tribunafeminista.elplural.com/2020/04/las-artistas-en-tiempos-de-confinamiento/

Concha Mayordomo 

Concha Mayordomo es artista visual, gestora cultural y comisaria independiente.

La acción de crear en tiempos de confinamiento merecería un interesante estudio. En tanto en circunstancias normales la inmensa mayoría de las personas del mundo de la producción artística se queja de la falta de medios, de espacio físico y, sobre todo, de la escasa disponibilidad de tiempo para realizar obra, cuando este tiempo sobreviene de manera inesperada, sumado a la imposibilidad del desplazamiento, la situación cambia totalmente. Es fácil encontrar en las redes sociales artistas que se lamentan de padecer crisis creativa y bloqueo emocional; pero junto a ellas, proliferan también aquellas otras voces que califican este fenómeno como un proceso natural y que cada cual experimenta un ritmo diferente de adaptación.

Mientras el mundo se encuentra paralizado para poder frenar la pandemia del coronavirus, las artistas de Blanco, Negro y Magenta, desde sus casas y a través de diferentes disciplinas, han organizado una exposición virtual con los trabajos realizados. Nos encontramos en una situación inédita y sorpresiva para la sociedad occidental, siempre acostumbrada a ver de lejos las catástrofes y envites del planeta. El universo tiene su particular manera de protestar. No hay enemigo pequeño para que tomemos conciencia de nuestra fragilidad Tras tanto tiempo sintiéndonos invencibles, la llegada de este virus nos hace parar, colapsa la economía, insufla el miedo y nos enfrenta a nosotras mismas.

La asociación de mujeres artistas Blanco, Negro y Magenta, en estos momentos de confinamiento, lejos de desanimarse, ha desarrollado el proyecto “Covid19 versus Coovid20 // COOpera con la VIDa 2020”, con obras que suponen una firme apuesta por la vida y una espera a la vuelta de una normalidad más consciente. Una Acción que lleva como premisa el activismo social a través del arte, regalando lo que mejor pueden aportar, y en estos momentos lo hacen desde su sensibilidad y compromiso. Estas obras suponen una firme apuesta por la vida y una espera a la vuelta de una normalidad más consciente. Así, en la reclusión, en talleres improvisados, han realizados durante un periodo determinado con los lemas “crear denunciar”, “crear aportar”, “crear soñar” y “crear reflexionar”.
Desde cada una de sus casas, convertidas ahora en talleres, y con diferentes disciplinas artísticas, las socias de Blanco, Negro y Magenta han organizado una exposición virtual con los trabajos que han realizado, mientras el mundo se encuentra paralizado para poder frenar la pandemia. Algunas de las obras corresponden a nuevos proyectos influenciados por la situación que viven y otras dando continuidad a los ya comenzados anteriormente.
#NOS QUEDAMOS EN CASA

La acción ha sido ideada y comisariada por la artista asturiana Marga Colás para Blanco Negro y Magenta y tiene como invitada especial a Elisa Torreira, artista plástica-poeta visual, que participa con su obra titulada “Luciérnaga”.
Por parte de la asociación participan:
Amelie Leschamps // Barbara Velasco // Blanca Prendes // Canal Bedia // Carmen Imbach // Concha Mayordomo // Charo Corrales // Dora Román // Emi Azor // Eva Rodríguez // Leticia Reyero // Lo Súper // Mara Sancho // Marga Colás // María Jesús Manzanares // Marta Albarrán // Miren Manterola // Narges Bazarjani // Rebeka Elizegi // Soniya Patel // Teresa Blanco // Virginia D´Angelo // Yolanda Lalonso.

Desgraciadamente “Covid19 versus Coovid20 // COOpera con la VIDa 2020” no ha sido una iniciativa programada, esta guerra incruenta pero mortal, este confinamiento forzoso y a la vez solidario, se impuso súbitamente y de él surgió esta exposición, con el mensaje implícito de su apuesta en aras de que termine pronto este mal sueño y podamos dar la bienvenida a una vida mejor y más justa.




https://elpais.com/cultura/2020/03/27/babelia/1585323054_979791.html

El estudio de artista: de Warhol al confinamiento

El taller se adapta a las nuevas condiciones determinadas por el mundo que hay fuera. Un modelo que clama participación


Hubo un tiempo en que en los estudios de los artistas no se oía ni una mosca. El silencio imperaba entre las modelos de Seurat, casi hieráticas. También cuando Josef Albers movía los prototipos de sus cuadros en el suelo buscando composiciones de color o cuando Rodney Graham dejaba deslizar los botes de pintura manteniendo su pitillo entre los labios. Los pasos es lo único que sonaba entre las cuatro paredes sobre las que Bruce Nauman buscaba otra dimensión del mundo. Brancusi convivía con el silencioso blanco de sus paredes. Frida Kahlo, con las bolas del mundo sobre su mesa. Solo la mirada de Lee Krasner acompañaba el dripping de Jackson Pollock en su granero y el café los dibujos de Dorothy Iannone en la mesa de su cocina. También ese era a menudo el estudio de Marisa Merz y de un sinfín de mujeres artistas trabajando bajo otro tipo de silencio. Cuando Clarice Lispector posaba para De Chirico en su estudio de Roma, no mascullaba ni el aguarrás. Solo un grito del voceador de periódicos interrumpió esa creación para anunciar el fin de la II Guerra Mundial.

A trazo grueso, es lo que alimenta el mito de ese lugar solitario, caótico, misterioso e incluso mágico que aparece en el imaginario colectivo a la hora de pensar en los estudios de los artistas. Lugares lejanos como islas remotas. El arte conceptual le dio un giro a esa idea, tachándola de obsoleta en los sesenta, avivada también por el auge del happening, el arte de acción y los creadores del land art que se echaban a andar. Andy Warhol también contribuyó lo suyo al abrir The Factory, su estudio en Nueva York. Desde 1963 funcionó en el 231 de la calle 47 de Manhattan. Luego lo trasladó a la sexta planta del número 33 de Union Square. Lo importante allí no eran las obras que hacía Warhol, sino la vida que transcurría en torno a ellas: una idea de comunidad que hoy sigue siendo el pulmón para muchos espacios de creación.

Los estudios de artista se han acoplado a las virtudes y debilidades del mundo global. La interconexión es total, pero también la interdependencia. En la tarea casi imposible de tener un espacio propio de trabajo, los talleres se comparten y se financian entre muchos, creando familias enteras de artistas que huyen del centro buscando viabilidad para trabajar, no sin antes tirar de marketing al organizar un sinfín de eventos, presentaciones y actividades. Ahí están Nave Oporto y Mala Fama en el barrio de Oporto de Madrid, una zona a la que se trasladan cada vez más artistas que viven en la capital. También el proyecto Salamina, así como todos los espacios artísticos que han aterrizado en L’Hospitalet de Llobregat, convertidos ya en fábricas de creación a las afueras de Barcelona.

Hoy el taller es una idea más que un lugar. Una libreta, una esquina, una pyme, una tarjeta de memoria, el hueco bajo la cama. Del carrito Boby 3 de Joe Colombo donde todo lo guarda Isidoro Valcárcel Medina en su pequeño piso en Madrid al Studio Olafur Eliasson en Berlín con 120 asistentes, las opciones se disparan con espacios llenos de posibilidades y polaridades. Poco se habla de la cuestión de clase y la categoría vip que confiere tener esa habitación propia desde la que comunicarte con el mundo sin pensar en gastos de alquiler ni cómo financiar una estancia fuera. Eso también determina qué tipo de estudio puede uno necesitar o tener.

Ya en los noventa, los artistas hablaban del pos­estudio: un espacio al que no siempre se vuelve, tan cambiante como los tiempos que corren, tan performativo como la propia artística. No hay nada romántico ahí, sino la practicidad de quien piensa en cómo adaptarse a los tiempos. En esa comidilla están artistas como Pawel Althamer, Tino Sehgal, Artur Zmijewski o Joe Scanlan, tratando de rejuvenecer el estudio como un lugar de producción para pensar algunas de las cuestiones intrínsecas de la labor del artista: ¿qué significa trabajar? ¿Qué supone ser productivo? ¿La rutina augura algún tipo de éxito? ¿La disciplina tiene un valor positivo? ¿Tener un espacio es sinónimo de visibilidad? ¿Cuál es el horario del artista? Y, sobre todo, ¿qué ocurre cuando no puedes ir a trabajar porque debes quedarte en casa?






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