A 23 años de la muerte de Joey: por qué Ramone y otras curiosidades del rey del punk

Su traumática infancia. El bullying en la escuela. Su precaria salud. La redención a través del rock y el por qué de su nombre. La idolatría en Argentina y los 20 años sin hablar con el guitarrista Johnny Ramone. Jeffrey Ross Hyman, conocido como Joey Ramone, nació el 19 de mayo de 1951 en el seno de una familia judía de Forest Hills, Queens, Nueva York, hace hoy 73 años. Un dato que pocos conocen, es que al nacer, tenía un teratoma adosado a la columna vertebral, por unfeto de un gemelo que no había terminado de desarrollarse. Se lo removieron con una cirugía. Pero nunca dejó de tener problemas físicos y psicológicos por aquel tumor extraño. Los seguidores de Ramones -banda pionera de punk rock que Joey integró entre 1974 y 1996 Jeffrey era un muchacho introvertido y solitario, de 1 metro 98, flaco y desgarbado, ojos miopes saltones, anteojos de muchísimas dioptrías y dentadura asimétrica. La futura estrella estudió en el Forest Hills High School, donde sufria bullying. Sus padres se

Victoria Ocampo

 

Cultura

Victoria Ocampo: la primera adelantada, más vigente que nunca

A 132 años de su nacimiento, dos libros, una obra de teatro y un documental evocan a la legendaria intelectual.

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 Hacia finales del siglo XIX la Argentina no tenía reyes pero sí familias ricas cuyo poder en estas tierras se remontaba a los orígenes. En las venas de los Ocampo corría sangre de españoles llegados en los primeros barcos, así como también de criollos ilustres como el autor del Martín Fierro.

Dueños de buena parte de nuestras pampas, escindidos del resto de una sociedad conformada por peones de campo, inmigrantes humildes y las últimas comunidades originarias, fueron también familias cultas, forjadas al calor de la nostalgia europea.

En esa cuna nació Victoria Ocampo, en 1890, como la primera de seis hermanas. Hija de Manuel Ocampo y de Ramona Aguirre, recibió una educación de institutrices francesas e inglesas que le enseñaron esos idiomas antes que el castellano; leía autores como Julio Verne, Charles Dickens y Guy de Maupassant; asistía a conciertos de piano con música de Fréderic Chopin.

Desde chica había mostrado su talento para el recitado de poesía y su amor por la actuación, pero para su padre ese oficio significaba convertirse en prostituta.

Sin embargo esa primera negativa no le cortó las alas. A sus dieciocho años y siguiendo las costumbres de su clase social, viajó a París, estudió en La Sorbona y estrechó su vínculo con la literatura, que escribía en francés. Poco después se casó con Luis Estrada, más para escapar de la opresión familiar que por amor. Pero Estrada era un conservador que pensaba que las excentricidades de su esposa pasarían al olvido cuando quedara embarazada.

Victoria Ocampo con Bioy Casares y Borges.

Victoria Ocampo con Bioy Casares y Borges.

No tardó en descubrir que ella tenía otros planes. En ese viaje, Victoria empezó un romance clandestino con el primo de su marido, Julián Martínez. Esperó la muerte de su padre para que ese amor terminara con el matrimonio y fuera ejercido con la libertad que pretendía.

Según Ivonne Bordelois, autora de Victoria. Paredón y después (editorial Edhasa), entre muchos otros libros alrededor de la figura de Ocampo, “Julián Martínez era un hombre hermoso y fino de alma, culto pero al mismo tiempo dedicado a la comprensión de una persona tan diferente como era Victoria, que ya se estaba delineando como una fuerza propia.”

En un mundo machista, no alcanzaba con sepultar su sueño de ser actriz; muchos también menospreciaban sus escritos por ser mujer.

Paul Groussac, entonces director de la Biblioteca Nacional, le decía que escribiera “cosas domésticas”. Sin embargo, en sus sucesivos viajes a Europa encontraba una recepción distinta.

Los poetas franceses Paul Válery y Jean Cocteau se encandilaron con la bella y lúcida mujer venida desde el lejano sur.

Martínez se dio cuenta de que no estaba a la altura del lucimiento que se podía esperar de la pareja de Victoria y sintió que ya no cuajaba como antes.

Ivonne Bordelois
Victoria. Paredón y después, de Ivonne Bordelois.

Victoria. Paredón y después, de Ivonne Bordelois.

“Martínez fue importante para acompañarla en este primer momento de su carrera –explica Bordelois–, pero luego se dio cuenta de que él no estaba a la altura del lucimiento que se podía esperar de la pareja de Victoria, sintió que ya no cuajaba como antes y le escribió una carta de despedida muy hermosa.”

Con el corazón herido pero decidida a que ningún hombre truncara sus planes, siguió adelante. En 1931 fundó la revista Sur con el objetivo de tender un puente entre las ideas europeas y Latinoamérica.

Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Alfonso Reyes, José Ortega y Gasset, Octavio Paz, Ramón Gómez de la Serna, Federico García Lorca, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, su hermana Silvina y más pasaron por sus páginas que trajeron al país las ideas del existencialismo, el psicoanálisis y el funcionalismo, entre muchas otras.

Por entonces la actriz frustrada había logrado convertirse en una mecenas y en una escritora de ensayos, pero también en una figura capaz de escandalizar con actitudes que eran impensadas en una mujer.

Fue la primera argentina en tener una licencia de conducir y en manejar su propio auto, sola y sin un hombre al lado. Además fumaba y usaba pantalones. Su lugar en los circuitos intelectuales crecía; su forma de sobresalir como una mujer anticipada a su tiempo, también. Feminista y luchadora, en 1936 fundó la Unión Argentina de Mujeres, cuyo propósito era reclamar por los derechos de las mujeres, como el del voto, entonces exclusivo de los varones.

Victoria quería que Virginia Woolf le diera textos para publicar en Argentina; Virginia le reprochó haberse encontrado con un dictador como Mussolini.

Irene Chikiar Bauer

Una amistad repleta de mariposas

Hacerle frente a la censura machista necesitaba de mucha seguridad, pero también de la cercanía con otras mujeres que rompían el paradigma. Una de ellas fue Virginia Woolf. En la escritora inglesa encontró un aire nuevo para profundizar en sus búsquedas.

Irene Chikiar Bauer es autora de El ensayo personal (Mardulce), que reúne textos de Ocampo; pero además tiene varios trabajos publicados sobre Woolf y prepara el estreno de una obra de teatro basada en el vínculo entre estas dos mujeres imprescindibles del siglo XX.

“‘La baronesa Okampo no deja de enviarme flores’ –cuenta que ironizaba, fiel a su humor inglés, Virginia Woolf–. Victoria había conocido su obra en París, cuando una famosa librera de la época le dice ‘estoy segura de que con este libro sueña usted’ y le entrega Un cuarto propio. Victoria alucina.”

En 1934, luego de un viaje a Italia para conocer a Mussolini, por fin llega a Inglaterra detrás de su admirada Virginia. Las presenta Aldous Huxley, el autor de Un mundo feliz.

“A Virginia le encantaba hablar con mujeres como Victoria –dice Chikiar Bauer, que también realiza collages inspirados en esta amistad–, le daba vida vincularse con mujeres exóticas, tan distintas a ella. Además tenía una imagen fantasiosa de la Argentina, se imaginaba que la pampa estaba repleta de mariposas.”

El ensayo personal, de Victoria Ocampo, con selección de Irene Chikiar Bauer.

El ensayo personal, de Victoria Ocampo, con selección de Irene Chikiar Bauer.

“Victoria quería que Virginia le diera textos para publicar en Argentina; Virginia le reprochó haberse encontrado con un dictador como Mussolini. Sin Woolf y sin la lectura de sus textos, Victoria no hubiera sido la misma.”

El salto definitivo al mundo de las letras se dio después de que Woolf, en una de las tantas cartas que cruzaban el Atlántico, le sugiriera que escribiera un relato autobiográfico: le parecía que lo que la “baronesa Okampo” tenía para contar podía ser muy importante.

Así nació el primer volumen de testimonios, esta vez escrito en castellano por sugerencia de otra mujer fuerte de la época: la poetisa chilena y premio Nobel de literatura Gabriela Mistral, cuyo origen popular, tan distinto al de Victoria, no impidió forjar entre ellas otra amistad enriquecedora.

Esos testimonios son menos las historias de la conocida como la “primera mujer moderna argentina” que una pintura de época por donde desfilan los personajes más importantes de un tiempo que ella supo enmarcar con su pluma filosa. Una buena parte de esos personajes pasaron por Villa Ocampo, la casona de San Isidro donde vivió desde 1941.

Albert Camus, Rabindranath Tagore, Le Corbusier, Saint Exupéry, André Malraux, García Lorca, Indira Gandhi, entre muchos otros, se hospedaron en su casa invitados para dar conferencias y esparcir las últimas tendencias del pensamiento en nuestras pampas. Pero su talento para crear redes, el uso de su dinero para invitar a intelectuales y sus muchos aportes a la cultura pronto colisionaron contra un fenómeno que nacía ajeno a su clase social.

Nunca pudo superar su antiperonismo y tuvo mucha aversión a la figura de los líderes del movimiento, pero jamás habló mal del pueblo peronista.

Irene Chikiar Bauer
Victoria Ocampo, una mujer que rompió cadenas.

Victoria Ocampo, una mujer que rompió cadenas.

El peronismo, la cárcel, Evita

El origen aristocrático de Victoria la colocó inmediatamente en las antípodas del peronismo, sobre todo en contraposición con la figura de otra mujer poderosa: María Eva Duarte de Perón.

Victoria representaba todo lo que Evita despreciaba y el peronismo, para Ocampo, era un fenómeno que asociaba al fascismo italiano del cual se había alejado; además, según su visión, Evita se había apropiado de la bandera del voto femenino, una de sus luchas históricas.

“Cuando llegaron acá quienes habían huido de los campos de concentración ella estuvo abiertamente apoyando a la España republicana –cuenta Ivonne Bordelois–, pero con el peronismo queda enfrentada a esa idea de ‘Alpargatas sí, libros no’ y desde la revista Sur hay una contraofensiva.”

El resto es historia conocida: Victoria tenía más de sesenta años cuando las fuerzas represivas la van a buscar a Mar del Plata y la encierran durante veintiséis días en la cárcel El buen pastor. La presión internacional, encabezada entre muchos otros por Gabriela Mistral, obliga a las autoridades a liberarla.

“Una vez que pasó el encierro –dice Irene Chikiar Bauer– lo recordaba como una experiencia extraordinaria. Estuvo contenta de compartir ese tiempo con gente de todas las clases sociales. Hablaba del encuentro con las presas con admiración. Nunca pudo superar su antiperonismo y tuvo mucha aversión a la figura de los líderes del movimiento, pero jamás habló mal del pueblo peronista, decía que la gente tenía necesidades y que creía en el peronismo para satisfacerlas.”

Con el peronismo derrocado y nuevos aires de liberación para las mujeres, las resistencias hacia su figura cedieron lo suficiente como para que la Academia Argentina de Letras la convirtiera en la primera mujer miembro, en 1977. Para entonces de la herencia familiar quedaba poco. Gran parte la había invertido en regalarse una buena vida, pero sobre todo en difundir pensamiento, por ejemplo al traducir a Woolf, Heidegger o Carl Jung al español.

“Siempre se dijo que ella era europeizante –concluye Chikiar Bauer–, pero después de la Segunda Guerra Mundial escribe en una carta que los latinoamericanos tenemos que aportarle mucho ‘a la vieja y corroída Europa’. Ella es una de las personas que lleva a Borges para allá. También publica a Cortázar en la revista Sur. Trajo a los europeos que no se leían acá, pero también colaboró en visibilizar autores argentinos.”

Ramona Victoria Epifania Rufina Ocampo murió el 27 de enero de 1979, a los 88 años de edad.

“En un país y en una época en que las mujeres eran genéricas, ella tuvo el valor de ser un individuo”, escribió Borges, quien recién entonces pareció entender la dimensión de una figura que, en vida, supo criticar hasta los límites de la maldad. No fue el único. En cambio algunos hombres –y, sobre todo, muchas mujeres– se ocuparon de darle el reconocimiento que hoy, con los pies en otro siglo, nos devuelve el brillo, el ímpetu y el legado de la primera mujer moderna de la Argentina.”

Una obra y un documental

Este año, Irene Chikiar Bauer estrenará Virginia y Victoria, pieza en torno del vínculo entre Victoria Ocampo y Virginia Woolf.

Estará en cartel entre mayo y junio en el Payró. También llegará a la cartelera el documental Te prometo una larga amistad, de Jimena Repetto, sobre la relación entre Ocampo y el poeta rumano Benjamin Fondane.

 

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