Black Francis considera que es mejor no tomarse muy en serio a Pixies La banda que admiraba Kurt Cobain publica un nuevo disco, “The Night the Zombies Came” y su líder dice que es vulgar “hablar sobre nosotros mismos, si somos importantes o lo que sea, solo porque sí” Por Maria Sherman Muertos vivos, restaurantes suburbanos con temática medieval, un centro comercial. Druidismo, pollos decapitados, renacimiento. Iglesia, matanza de ovejas, ciencia ficción. Estos son algunos, no todos, de los temas tratados en el décimo álbum de estudio de Pixies, The Night the Zombies Came. Una colección caleidoscópica de 13 canciones —su primer álbum con la nueva bajista Emma Richardson— que oscila entre el folk, el punk, la psicodelia y de vuelta, sin encajar nunca en una fórmula particular. En realidad, The Night the Zombies Came se desarrolla como una película: cada canción es una pequeña viñeta. El líder y artista visual Black Francis, nacido Charles Thompson, dice que eso se manifiesta espec...
Victoria Ocampo
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Cultura
Victoria Ocampo: la primera adelantada, más vigente que nunca
A 132 años de su nacimiento, dos libros, una obra de teatro y un documental evocan a la legendaria intelectual.
Hacia finales del siglo XIX la Argentina no tenía reyes pero sí familias
ricas cuyo poder en estas tierras se remontaba a los orígenes. En las venas de los Ocampo corría sangre de españoles llegados en los primeros barcos, así como también de criollos ilustres como el autor del Martín Fierro.
Dueños de buena parte de nuestras pampas, escindidos del resto de
una sociedad conformada por peones de campo, inmigrantes humildes y las
últimas comunidades originarias, fueron también familias cultas,
forjadas al calor de la nostalgia europea.
En esa cuna nació Victoria Ocampo,
en 1890, como la primera de seis hermanas. Hija de Manuel Ocampo y de
Ramona Aguirre, recibió una educación de institutrices francesas e
inglesas que le enseñaron esos idiomas antes que el castellano; leía
autores como Julio Verne, Charles Dickens y Guy de Maupassant; asistía a
conciertos de piano con música de Fréderic Chopin.
Desde
chica había mostrado su talento para el recitado de poesía y su amor
por la actuación, pero para su padre ese oficio significaba convertirse
en prostituta.
Sin embargo esa primera negativa no le cortó las alas. A sus dieciocho años y siguiendo las costumbres de su clase social, viajó a París, estudió en La Sorbona y estrechó su vínculo con la literatura, que escribía en francés.
Poco después se casó con Luis Estrada, más para escapar de la opresión
familiar que por amor. Pero Estrada era un conservador que pensaba que
las excentricidades de su esposa pasarían al olvido cuando quedara
embarazada.
Victoria Ocampo con Bioy Casares y Borges.
No tardó en descubrir que ella tenía otros planes. En ese viaje, Victoria empezó un romance clandestino con el primo de su marido, Julián Martínez. Esperó la muerte de su padre para que ese amor terminara con el matrimonio y fuera ejercido con la libertad que pretendía.
Según Ivonne Bordelois, autora de Victoria. Paredón y después (editorial Edhasa), entre muchos otros libros alrededor de la figura de Ocampo, “Julián Martínez era un hombre hermoso y fino de alma,
culto pero al mismo tiempo dedicado a la comprensión de una persona tan
diferente como era Victoria, que ya se estaba delineando como una
fuerza propia.”
En un mundo machista, no alcanzaba
con sepultar su sueño de ser actriz; muchos también menospreciaban sus
escritos por ser mujer.
Paul Groussac, entonces
director de la Biblioteca Nacional, le decía que escribiera “cosas
domésticas”. Sin embargo, en sus sucesivos viajes a Europa encontraba
una recepción distinta.
Los poetas franceses Paul Válery y Jean Cocteau se encandilaron con la bella y lúcida mujer venida desde el lejano sur.
Martínez
se dio cuenta de que no estaba a la altura del lucimiento que se podía
esperar de la pareja de Victoria y sintió que ya no cuajaba como antes.
Ivonne Bordelois
Victoria. Paredón y después, de Ivonne Bordelois.
“Martínez fue importante para acompañarla en este primer momento de su carrera –explica Bordelois–, pero luego se dio cuenta de que él no estaba a la altura del lucimientoque se podía esperar de la pareja de Victoria, sintió que ya no cuajaba como antes y le escribió una carta de despedida muy hermosa.”
Con el corazón herido pero decidida a que ningún hombre truncara sus planes, siguió adelante. En 1931 fundó la revista Sur con el objetivo de tender un puente entre las ideas europeas y Latinoamérica.
Jorge
Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Alfonso Reyes, José Ortega y Gasset,
Octavio Paz, Ramón Gómez de la Serna, Federico García Lorca, Gabriel
García Márquez, Pablo Neruda, su hermana Silvina y más pasaron
por sus páginas que trajeron al país las ideas del existencialismo, el
psicoanálisis y el funcionalismo, entre muchas otras.
Por
entonces la actriz frustrada había logrado convertirse en una mecenas y
en una escritora de ensayos, pero también en una figura capaz de
escandalizar con actitudes que eran impensadas en una mujer.
Fue la primera argentina en tener una licencia de conducir y en manejar su propio auto, sola y sin un hombre al lado.
Además fumaba y usaba pantalones. Su lugar en los circuitos
intelectuales crecía; su forma de sobresalir como una mujer anticipada a
su tiempo, también. Feminista y luchadora, en 1936 fundó la Unión
Argentina de Mujeres, cuyo propósito era reclamar por los derechos de
las mujeres, como el del voto, entonces exclusivo de los varones.
Victoria
quería que Virginia Woolf le diera textos para publicar en Argentina;
Virginia le reprochó haberse encontrado con un dictador como Mussolini.
Irene Chikiar Bauer
Una amistad repleta de mariposas
Hacerle
frente a la censura machista necesitaba de mucha seguridad, pero
también de la cercanía con otras mujeres que rompían el paradigma. Una
de ellas fue Virginia Woolf. En la escritora inglesa encontró un aire nuevo para profundizar en sus búsquedas.
Irene Chikiar Bauer es autora de El ensayo personal
(Mardulce), que reúne textos de Ocampo; pero además tiene varios
trabajos publicados sobre Woolf y prepara el estreno de una obra de
teatro basada en el vínculo entre estas dos mujeres imprescindibles del
siglo XX.
“‘La baronesa Okampo no deja de enviarme
flores’ –cuenta que ironizaba, fiel a su humor inglés, Virginia Woolf–.
Victoria había conocido su obra en París, cuando una famosa librera de
la época le dice ‘estoy segura de que con este libro sueña usted’ y le
entrega Un cuarto propio. Victoria alucina.”
En
1934, luego de un viaje a Italia para conocer a Mussolini, por fin llega
a Inglaterra detrás de su admirada Virginia. Las presenta Aldous Huxley, el autor de Un mundo feliz.
“A
Virginia le encantaba hablar con mujeres como Victoria –dice Chikiar
Bauer, que también realiza collages inspirados en esta amistad–, le daba
vida vincularse con mujeres exóticas, tan distintas a ella. Además tenía una imagen fantasiosa de la Argentina, se imaginaba que la pampa estaba repleta de mariposas.”
El ensayo personal, de Victoria Ocampo, con selección de Irene Chikiar Bauer.
“Victoria quería que Virginia le diera textos para publicar en
Argentina; Virginia le reprochó haberse encontrado con un dictador como
Mussolini. Sin Woolf y sin la lectura de sus textos, Victoria no hubiera
sido la misma.”
El salto definitivo al mundo de
las letras se dio después de que Woolf, en una de las tantas cartas que
cruzaban el Atlántico, le sugiriera que escribiera un relato
autobiográfico: le parecía que lo que la “baronesa Okampo” tenía para contar podía ser muy importante.
Así
nació el primer volumen de testimonios, esta vez escrito en castellano
por sugerencia de otra mujer fuerte de la época: la poetisa chilena y
premio Nobel de literatura Gabriela Mistral, cuyo origen popular, tan distinto al de Victoria, no impidió forjar entre ellas otra amistad enriquecedora.
Esos
testimonios son menos las historias de la conocida como la “primera
mujer moderna argentina” que una pintura de época por donde desfilan los
personajes más importantes de un tiempo que ella supo enmarcar con su
pluma filosa. Una buena parte de esos personajes pasaron por Villa
Ocampo, la casona de San Isidro donde vivió desde 1941.
Albert
Camus, Rabindranath Tagore, Le Corbusier, Saint Exupéry, André Malraux,
García Lorca, Indira Gandhi, entre muchos otros, se hospedaron en su
casa invitados para dar conferencias y esparcir las últimas tendencias
del pensamiento en nuestras pampas. Pero su talento para crear redes, el
uso de su dinero para invitar a intelectuales y sus muchos aportes a la
cultura pronto colisionaron contra un fenómeno que nacía ajeno a su
clase social.
Nunca pudo superar su antiperonismo y
tuvo mucha aversión a la figura de los líderes del movimiento, pero
jamás habló mal del pueblo peronista.
Irene Chikiar Bauer
Victoria Ocampo, una mujer que rompió cadenas.
El peronismo, la cárcel, Evita
El origen aristocrático de Victoria la colocó inmediatamente en las antípodas del peronismo, sobre todo en contraposición con la figura de otra mujer poderosa: María Eva Duarte de Perón.
Victoria representaba todo lo que Evita despreciaba y el peronismo, para Ocampo, era un fenómeno que asociaba al fascismo italiano
del cual se había alejado; además, según su visión, Evita se había
apropiado de la bandera del voto femenino, una de sus luchas históricas.
“Cuando
llegaron acá quienes habían huido de los campos de concentración ella
estuvo abiertamente apoyando a la España republicana –cuenta Ivonne
Bordelois–, pero con el peronismo queda enfrentada a esa idea de
‘Alpargatas sí, libros no’ y desde la revista Sur hay una
contraofensiva.”
El resto es historia conocida:
Victoria tenía más de sesenta años cuando las fuerzas represivas la van a
buscar a Mar del Plata y la encierran durante veintiséis días
en la cárcel El buen pastor. La presión internacional, encabezada entre
muchos otros por Gabriela Mistral, obliga a las autoridades a
liberarla.
“Una vez que pasó el encierro –dice
Irene Chikiar Bauer– lo recordaba como una experiencia extraordinaria.
Estuvo contenta de compartir ese tiempo con gente de todas las clases
sociales. Hablaba del encuentro con las presas con admiración.
Nunca pudo superar su antiperonismo y tuvo mucha aversión a la figura
de los líderes del movimiento, pero jamás habló mal del pueblo
peronista, decía que la gente tenía necesidades y que creía en el
peronismo para satisfacerlas.”
Con el peronismo
derrocado y nuevos aires de liberación para las mujeres, las
resistencias hacia su figura cedieron lo suficiente como para que la
Academia Argentina de Letras la convirtiera en la primera mujer miembro,
en 1977. Para entonces de la herencia familiar quedaba poco. Gran parte
la había invertido en regalarse una buena vida, pero sobre todo en
difundir pensamiento, por ejemplo al traducir a Woolf, Heidegger o Carl
Jung al español.
“Siempre se dijo que ella era
europeizante –concluye Chikiar Bauer–, pero después de la Segunda Guerra
Mundial escribe en una carta que los latinoamericanos tenemos que
aportarle mucho ‘a la vieja y corroída Europa’. Ella es una de las
personas que lleva a Borges para allá. También publica a Cortázar en la
revista Sur. Trajo a los europeos que no se leían acá, pero también
colaboró en visibilizar autores argentinos.”
Ramona Victoria Epifania Rufina Ocampo murió el 27 de enero de 1979, a los 88 años de edad.
“En
un país y en una época en que las mujeres eran genéricas, ella tuvo el
valor de ser un individuo”, escribió Borges, quien recién entonces
pareció entender la dimensión de una figura que, en vida, supo criticar
hasta los límites de la maldad. No fue el único. En cambio algunos
hombres –y, sobre todo, muchas mujeres– se ocuparon de darle el
reconocimiento que hoy, con los pies en otro siglo, nos devuelve el
brillo, el ímpetu y el legado de la primera mujer moderna de la
Argentina.”
Una obra y un documental
Este año, Irene Chikiar Bauer estrenará Virginia y Victoria, pieza en torno del vínculo entre Victoria Ocampo y Virginia Woolf.
Estará en cartel entre mayo y junio en el Payró. También llegará a la cartelera el documental Te prometo una larga amistad, de Jimena Repetto, sobre la relación entre Ocampo y el poeta rumano Benjamin Fondane.
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