CARCA: 5 MINUTOS MUERTO, CORAZÓN NUEVO Y SHOW EN LA TRASTIENDA!

Si hay un tipo que puede decir “estuve muerto y volví para dar un recital”, ese es Carca. El multiinstrumentista que lleva 35 años haciendo ruido en el under argentino, el mismo que teloneó a Soda Stereo en Obras y que desde 2008 le pone teclados y guitarras al delirio Babasónicos, hoy celebra la vida a puro decibelio. Cronología rápida del milagro: Agosto 2023: ingresa al ICBA con Marfan avanzado y el corazón en las últimas. 10 días antes de Navidad: para 5 minutos. Lo reviven. Sube al puesto 1 de la lista de trasplante. 11 de diciembre: le ponen un corazón nuevo. 10 meses internado: graba Exultante, su disco 100% hospitalario con tablet, guitarra y susurros a las 2 AM. Octubre 2025: sale el álbum. HOY, 6/11, 21 hs: La Trastienda. Su primer show SOLISTA en DOS AÑOS. “Quiero celebrar que estoy vivo, no presentar un disco que ya todos escucharon”, tira Carca en el living de Belgrano, todavía con la cicatriz fresca pero la púa en la mano.  Exultante en 3 frases: Rock setentoso + funk...

Quilmes Rock 2007: el último superclásico



En el mismo fin de semana en que se jugó un Boca-River, el Quilmes Rock cumplió con todos los rituales de la patria festivalera: ¡cortito y al pie! 


 Txt. Nicolás Artusi. Con ustedes, el Zorzal del rock, Pity Alvarez": con escenografía al tono (había sillas y mesitas, pero faltaban los sanguchitos de miga arqueados por los focos del viejo Canal 9), el animador presentó Grandes Valores del Rock y algunos se imaginaron, en una tele del futuro, una velada de gala conducida por un Bebe Contepomi de peluquín. Mientras Mauricio Macri vigilaba el show de Intoxicados desde el recoleto VIP (¡presidente bostero en el Monumental, a horas del Boca-River!), el rock confirmó su destino de superclásico. Si el ritual rockero se apoya en el mito del eterno retorno, el fixture ofreció varias oportunidades para gritar: "¡Ahora y siempre!". Como Nina Peloso en su esforzado sketch de Bailando por un sueño, Attaque 77 invocó el espíritu del maestro Carlos Fuentealba (QEPD) y, en la época del homenaje retroligofrénico, Arbol naufragó con una versión customizada de La balsa y Kapanga repasó su "popurrí de covers", con los clásicos Ji ji ji, Cielito lindo o Dale. A la manera de esos casinos de Las Vegas donde un holograma reanima la figura de Frank Sinatra sobre el escenario, las pantallas mostraron a Fernando Ruiz Díaz con su hermano Gabriel, en un solo de a dos, y a Ricardo Mollo en el que podría ser el infomercial perfecto para el adhesivo Corega, tocando una guitarra con los dientes ("me va a salir como el orto", prometió. Y no cumplió). Mientras las fuerzas vivas del estadio seguían el partido por tevé, el domingo Turf intentaba zafar de los inadaptados de siempre: "¿Por qué no les gusta?", suplicaba Joaquín Levinton en el que podría ser el último trotecito de su carrera (ver pág. 4). Y un rato después de que Juanse milagrosamente no se quebrara una pierna, Aerosmith ofrecía una parábola perfecta de la lógica festivalera: despertó al estadio con un aluvión de hits, ostentó virtuosismo bluesero para lograr credibilidad y, al decir del cantor premiado, remontó su lento degradé con un final para las masas. Justo al revés que las grandes bandas argentinas, que parecieron cumplir de compromiso: en el festival auspiciado por una cerveza (pero donde sólo se bebieron gaseosas), Babasónicos y Los Piojos ni se tomaron la molestia.

Comentarios