El flamante papa fue muy crítico cuando se trataba en el Congreso el proyecto que permitiría el matrimonio igualitario. En 2012, cuando el Congreso se encontraba debatiendo la ley que permitiría el matrimonio igualitario, Bergoglio dio a conocer una carta de repudio dirigida a los cuatro monasterios de Buenos Aires. “No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios” , expresó en esa ocasión. Posteriormente, en el mismo texto, agregaba: “No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una “movida” del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios”. Asimismo, el cardenal entonces cardenal agregó: “aquí también está la envida del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra”. En cuanto al aborto no punible, en septiembre de 2012 Belg...
En el mismo fin de semana en que se jugó un Boca-River, el Quilmes Rock cumplió con todos los rituales de la patria festivalera: ¡cortito y al pie!
Txt. Nicolás Artusi.
Con ustedes, el Zorzal del rock, Pity Alvarez": con escenografía al tono (había sillas y mesitas, pero faltaban los sanguchitos de miga arqueados por los focos del viejo Canal 9), el animador presentó Grandes Valores del Rock y algunos se imaginaron, en una tele del futuro, una velada de gala conducida por un Bebe Contepomi de peluquín. Mientras Mauricio Macri vigilaba el show de Intoxicados desde el recoleto VIP (¡presidente bostero en el Monumental, a horas del Boca-River!), el rock confirmó su destino de superclásico.
Si el ritual rockero se apoya en el mito del eterno retorno, el fixture ofreció varias oportunidades para gritar: "¡Ahora y siempre!". Como Nina Peloso en su esforzado sketch de Bailando por un sueño, Attaque 77 invocó el espíritu del maestro Carlos Fuentealba (QEPD) y, en la época del homenaje retroligofrénico, Arbol naufragó con una versión customizada de La balsa y Kapanga repasó su "popurrí de covers", con los clásicos Ji ji ji, Cielito lindo o Dale. A la manera de esos casinos de Las Vegas donde un holograma reanima la figura de Frank Sinatra sobre el escenario, las pantallas mostraron a Fernando Ruiz Díaz con su hermano Gabriel, en un solo de a dos, y a Ricardo Mollo en el que podría ser el infomercial perfecto para el adhesivo Corega, tocando una guitarra con los dientes ("me va a salir como el orto", prometió. Y no cumplió). Mientras las fuerzas vivas del estadio seguían el partido por tevé, el domingo Turf intentaba zafar de los inadaptados de siempre: "¿Por qué no les gusta?", suplicaba Joaquín Levinton en el que podría ser el último trotecito de su carrera (ver pág. 4). Y un rato después de que Juanse milagrosamente no se quebrara una pierna, Aerosmith ofrecía una parábola perfecta de la lógica festivalera: despertó al estadio con un aluvión de hits, ostentó virtuosismo bluesero para lograr credibilidad y, al decir del cantor premiado, remontó su lento degradé con un final para las masas. Justo al revés que las grandes bandas argentinas, que parecieron cumplir de compromiso: en el festival auspiciado por una cerveza (pero donde sólo se bebieron gaseosas), Babasónicos y Los Piojos ni se tomaron la molestia.
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