A 23 años de la muerte de Joey: por qué Ramone y otras curiosidades del rey del punk

Su traumática infancia. El bullying en la escuela. Su precaria salud. La redención a través del rock y el por qué de su nombre. La idolatría en Argentina y los 20 años sin hablar con el guitarrista Johnny Ramone. Jeffrey Ross Hyman, conocido como Joey Ramone, nació el 19 de mayo de 1951 en el seno de una familia judía de Forest Hills, Queens, Nueva York, hace hoy 73 años. Un dato que pocos conocen, es que al nacer, tenía un teratoma adosado a la columna vertebral, por unfeto de un gemelo que no había terminado de desarrollarse. Se lo removieron con una cirugía. Pero nunca dejó de tener problemas físicos y psicológicos por aquel tumor extraño. Los seguidores de Ramones -banda pionera de punk rock que Joey integró entre 1974 y 1996 Jeffrey era un muchacho introvertido y solitario, de 1 metro 98, flaco y desgarbado, ojos miopes saltones, anteojos de muchísimas dioptrías y dentadura asimétrica. La futura estrella estudió en el Forest Hills High School, donde sufria bullying. Sus padres se

cadena perpetua debuta en obras

No se puede tocar sin ser amigo del cantante

Diecisiete años tardaron en llegar al templo del rock. Se autoproclaman representantes de “la cuarta” generación de punk-rock, después de Los Violadores, Attaque 77 y 2 Minutos. “Ser amigos es primordial”, dicen.

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Por Cristian Vitale

Al principio fueron tres: el Vala, Edu y Gabriel. Era 1990 y una causa nodal los unía: los gritos desesperantes entre los presos de Devoto y sus familiares. También otras: un barrio, una amistad, el punk, una intención de chocar. “Nos pusimos Cadena Perpetua, porque no le gustaba a nadie. Ibamos a los pubs y nos decían: ‘No, con ese nombre no tocan’”, se ríe Edu, bajista. El y Vala, guitarra y voz, quedaron. Gabriel se evaporó después del primer disco (homónimo) y lo reemplazó el Chino, morrudo hombre tatuado cuya batería descarga un “Help!” cada vez que la roza. En 17 años (¿ya?) nunca otro cambio de rostro. Tampoco de formato. “Todo se dio jugando, si lo pensamos fríamente esto nos parece increíble”, dice Vala acerca del debut en Obras. “Creo que ser amigos fue y es primordial: supera todas las adversidades. No hay nada que nos pueda torcer.”

—¿Fue necesario firmar con PopArt para llegar a Obras, entonces? El contrato que cerraron el año pasado rompió con 15 años de independencia.

Chino: –No creo. Obras estaba en nuestros planes mucho antes de la firma. Veníamos de hacer dos Cemento, un Cromañón y ya estábamos cerca, pero la tragedia atrasó las cosas. Además, ya habíamos tenido una propuesta de PopArt que era ridícula... cuando volvieron, la cosa cambió. Todas las decisiones artísticas corren por cuenta de nosotros, y eso es lo que importa.

—¿Qué fue entonces?, ¿un ayudín?

Vala: –Tener presencia en medios a los que nunca habíamos llegado.

Edu: –Por primera vez pudimos hacer una gira nacional para presentar el disco, en simultáneo con su edición. Antes había un poco de delay con la llegada y había que atrasar o rearmar la lista de temas, porque la gente no conocía los temas de cada último disco. Fue un ayudín, porque colaboró con la difusión. Pero lo más sólido fueron los 17 años de lucha.

Diecisiete años de giras interminables, austeras y agotadoras. Cadena debe ser una de las bandas más trotatierras de un género acotado, duro de penetrar a las masas. Cuenta Vala, épico, las veces que hubo que dormir en pisos de salas de ensayo, colegios, casas prestadas o rincones de boliches. “Nosotros viajamos siempre, hicimos un laburo de hormiga muy fuerte. Dormimos en todo tipo de superficies (risas) y ni siquiera podíamos llevar nuestros instrumentos. Pero las ganas hicieron que sigamos en la ruta y hoy gozamos de pequeños privilegios: dormir en un hotelcito, llevar nuestros equipos y viajar nueve personas en vez de tres.”

Algo así pasó en la última gira nacional, que abarcó Puerto Madryn, Rawson, Río Gallegos, Río Grande, La Rioja, San Juan y Mendoza, encarada con un fin: presentar Demasiada intimidad, sexto disco. “Nos animamos a decir cosas fuertes y directas. Tiene que ver, inconscientemente, con nuestra forma de ser colectiva”, sintetiza Edu. El disco contiene catorce tracks, en su mayoría envueltos en la energía punk-melódica que representa al trío desde sus albores, pero con algunos “disloques”. El angelito grassioso, por caso, es un shuffle-country descolocador.

—¿Cómo llegan a Obras?

Edu: –Contentos, pero nerviosos: una mezcla de sensaciones. Vamos a tratar de disfrutarlo.

Chino: –Lo fundamental es que no nos agarra pichones. Ya pasamos los 30 años y somos conscientes de que, para este género, hacer un Obras es como para uno de rock chabón hacer un River. Si bien el punk-rock no es death metal, tampoco es tan masivo. Y no sólo en la Argentina sino en el mundo. Tenés tres bandas marcando tres generaciones (Violadores, Attaque 77 y 2 Minutos) y nosotros, creo, ocupamos la cuarta.

—¿Qué los separa de ellas?

Vala: –Tal vez el formato. Nunca tuvimos un ejemplo de trío punk nacional detrás y tampoco nos importaba saber lo que estaba pasando para hacer algo similar.

—¿Y de afuera?

Edu: –Si bien nos influencian The Jam y el primer The Police, no es algo tan notorio. Además, cuando descubrimos a Green Day, ya existíamos hace rato. Y jamás pudimos ser más de tres. En una etapa nos había dado por probar cantantes, pero descartamos a todos porque no nos pudimos hacer amigos.

* Cadena Perpetua toca el viernes en Obras. A las 20.

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