A mediados de los ochenta y durante una década, Pekín experimentó su particular movida, una explosión de creatividad que abarcó todas las disciplinas artísticas. Como había ocurrido en Madrid, este movimiento revolucionó especialmente el panorama musical con el nacimiento de una nueva generación de jóvenes artistas que rompió los cánones establecidos en China, cultivó el ideario de una sociedad en plena transformación y, quizás sin ser consciente de ello, dio alas a una de las épocas con más libertad de la historia reciente del país.
La China de los años ochenta del pasado siglo salía de un largo periodo de ostracismo, la Revolución Cultural, durante el cual la música se había limitado a servir a la causa comunista. El proceso de apertura económica iniciado por Deng Xiaoping trajo influencias del exterior y grupos de jóvenes empezaron a reunirse en Pekín con ganas de aprender de esos nuevos aires y experimentar con ellos. De estos encuentros nació la primera generación de rockeros en China.
Era, al principio, algo casi clandestino, propio de un grupo de amigos: "Quedábamos en casa de alguien, en algún restaurante o en un parque, porque apenas había locales en Pekín a los que acudir", explica Liang Heping, productor de los grandes exponentes musicales de la época y partícipe de esta corriente. Unos inicios y un contexto que recuerdan a lo ocurrido en España pocos años antes, también con la capital como centro neurálgico. Esta coincidencia, como también las notables diferencias entre ambos movimientos, se muestran en una exposición fotográfica en el Instituto Cervantes de Pekín, que revive aquellos años de transformación en ambas ciudades con la música como hilo conductor.
En China, prácticamente todos los artistas que despuntaron entonces habían pasado por el conservatorio y tenían una formación clásica. Y si en el frenesí madrileño reinó una enorme variedad de estilos entre el punk y el pop, en China la corriente principal —y la que acabó llegando a las masas— fue el rock. Entre los mayores exponentes de esa época destacan Cui Jian (Pekín, 1961, considerado el padre del rock chino) o la banda de heavy metal Tang Dinasty. Todos ellos vendieron millones de copias de sus álbumes y siguen siendo un referente para esa generación.
Su éxito radicó en la introducción un nuevo sonido a una audiencia que había estado adormecida durante décadas. Y unas letras que, aunque nunca fueron explícitamente contrarias al sistema político, sí eran inconformistas, expresando a la par anhelos y frustraciones. "Durante mucho tiempo se había impuesto el pensamiento único y la gente no tenía personalidad. Todo era el colectivo. El yaogun (en mandarín, el rock chino) fue una especie de renacimiento, de rebelión, una oda al individualismo y al entendimiento de uno mismo", explica Liang.
Las tensiones y contradicciones entre el comunismo y este nuevo estilo de música popular eran evidentes y se recrudecieron a medida que el género ganaba adeptos. "Si alguien del público se emocionaba más de la cuenta o se levantaba de la silla, los guardias de seguridad se lo llevaban inmediatamente", recuerda la fotógrafa Gao Yuan, que documentó años de conciertos, ensayos y vida diaria de estos artistas.
Muchos de estos creadores tuvieron que lidiar con la censura y fueron apartados de los grandes escenarios varias veces. Una canción de Cui Jian (Nada en mi nombre) se convirtió en 1989 en el himno de los estudiantes que ocuparon la plaza de Tiananmen de Pekín para pedir reformas democráticas. Tras la represión violenta por parte del Ejército de esas manifestaciones, muchos cantantes de rock, él incluido, se vieron obligados a mantener un perfil bajo durante unos meses.
A principios de 1990, sin embargo, Cui retomó una gira de conciertos por toda China durante la que ganó notoriedad por cubrirse los ojos con una venda roja mientras interpretaba una de sus canciones más populares, Un trozo de tela roja. La acalorada respuesta de la audiencia en sus conciertos solamente un año después de la masacre de Tiananmen desató el nerviosismo de muchas autoridades locales, por lo que la gira acabó suspendida. Años después se le permitió volver a actuar, con la condición de que no hablara entre canción y canción. Cui desobedeció y quedó desterrado del panorama musical pequinés durante una década.
El rock chino empezó a decaer a mediados de los noventa. Las restricciones de las autoridades hicieron difícil mantener el apogeo de los años anteriores. Las desavenencias internas acabaron con algunos grupos. El boom económico alcanzó al país y, con él, la comercialización de la industria musical. Las nuevas generaciones dejaron de interesarse por el género y, según cuenta la fotógrafa Gao, "el deseo de hacer dinero" se impuso como la gran prioridad. "Quizás antes se buscaba más la satisfacción espiritual, porque nadie sabía cómo era la material. Es imposible que un fenómeno de este calibre vuelva a suceder, la sociedad ha cambiado mucho".
Alaska, Nacha Pop o Radio Futura, además de otros grupos periféricos como Loquillo o Siniestro Total, son algunas de las figuras de la movida madrileña escogidas para acompañar a los grandes referentes del rock chino. La exposición El futuro ya está aquí: frenesí musical de Madrid a Pekín, en la sede del Instituto Cervantes de la capital china reúne 50 instantáneas y documentales de algunos momentos, lugares y personajes protagonistas en cada ciudad, además de otras que muestran el impacto social que generaron. Está previsto que la muestra, con imágenes captadas por la agencia Efe y tres fotógrafos independientes chinos, se exhiba también en la capital española este otoño.
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