A 23 años de la muerte de Joey: por qué Ramone y otras curiosidades del rey del punk

Su traumática infancia. El bullying en la escuela. Su precaria salud. La redención a través del rock y el por qué de su nombre. La idolatría en Argentina y los 20 años sin hablar con el guitarrista Johnny Ramone. Jeffrey Ross Hyman, conocido como Joey Ramone, nació el 19 de mayo de 1951 en el seno de una familia judía de Forest Hills, Queens, Nueva York, hace hoy 73 años. Un dato que pocos conocen, es que al nacer, tenía un teratoma adosado a la columna vertebral, por unfeto de un gemelo que no había terminado de desarrollarse. Se lo removieron con una cirugía. Pero nunca dejó de tener problemas físicos y psicológicos por aquel tumor extraño. Los seguidores de Ramones -banda pionera de punk rock que Joey integró entre 1974 y 1996 Jeffrey era un muchacho introvertido y solitario, de 1 metro 98, flaco y desgarbado, ojos miopes saltones, anteojos de muchísimas dioptrías y dentadura asimétrica. La futura estrella estudió en el Forest Hills High School, donde sufria bullying. Sus padres se

El ruido que hace la gente

 

El ruido que hace la gente

Reseña sobre la película ‘Sound of Metal’, nominada a seis premios Oscar entre los que se incluyen las categorías de Mejor filme y Mejor actor. La cinta se encuentra disponible en Prime Video y en el mercado pirata

Un fotograma de la película ‘Sound of metal’. AMAZON STUDIOS

 Sound of metal (2020), no es una película que trate sobre la música, tampoco trata sobre la vida de un artista de rock y, posiblemente, sea muy sencillo pensar que es una historia de autosuperación. Sondeo esta lista de negaciones, pues, por una u otra razón, está película podría tener expectativas equivocadas. La buena noticia es que, si nos adentramos en su mundo y sus propias reglas narrativas, algunos clichés y preconceptos, que las películas de esta temática no se cansan de machacar en nuestro imaginario, se caen. Surge así una trama potente, sólida en su discurso, desarrollada a través de una técnica y mirada cinematográfica importante, que vale la pena desmenuzar.   

La historia narra básicamente el periodo de tiempo en el que Ruben (Riz Ahmed), pierde la audición. En la primera secuencia nos topamos con un potente arranque en el que vemos a Ruben como baterista en un dúo junto con Lou (Olivia Cook) vocal, guitarra y efectos de la banda. Una especie de The white stripes punk, histriónicos, performáticos, interpretando un tema con lírica pesada y sonidos saturados, sobrepuestos, en donde la batería parece darle finalmente algo de estructura, de cuerpo a la música, como el cuerpo de Ruben que sirve de mapa para leer el caos que vendrá. Él, expuesto, expectante y ansioso más que concentrado, mira de reojo a Lou y finalmente se desata con furia sobre la batería, hay como una conexión sin palabras entre ellos y la penumbra. Ya en esta secuencia llama la atención el manejo de la edición y especialmente la mezcla de sonido. Es evidente que, si bien escuchamos el performance en su totalidad, es la batería que gana protagonismo poco a poco, la mezcla resalta los golpes de Ruben, retumban secos sobre la membrana por sobre el mar turbio de gritos y rasguidos de Lou, esa presentación del personaje es destacable. Más aún cuando lo que viene después contraste drásticamente, escenas de un temple realista, la américa interior, un gran back stage de esa pareja de rockeros nómadas, narrada en un tono que no se tienta por la conmiseración, la miseria o el típico exotismo del artista extremo: sobredosis, sexo, irreverencia. No son las caricaturas de Sid y Nancy o Kurt y Courtney. De Ruben y Lou apenas vemos vestigios de lo que pudo ser el abismo: tatuajes de formas y textos inquietantes, otras marcas en la piel, cuerpos agotados, rotos. La paz después de una tormenta, con jugos vitamínicos en la mañana y un blues interpretado por Bessie Smith de fondo. La rutina del día a día, incluso tratándose de una gira y una sesión de autógrafos con los fans, se siente desprovista de “decorados” narrativos, es la cotidianidad de una pareja laburando. Esa des-romantización que la película imprime, es fascinante, pues de alguna manera potencia la “historia de amor” subyacente y hace luego más intensa y emotiva la travesía de su protagonista. 


Esta vida “gitana”, como en algún momento Lou califica a su largo viaje en una casa rodante que además es como un garaje de ensayos, nómada y errante, es también un proyecto tipo “salida de emergencia” que se desploma a partir de la sordera de Ruben, el plot de la historia. Para narrar efectivamente la historia de una persona que pierde la audición o que sufre cualquier daño físico es necesario lograr que el público empatice. Lo caminos son varios, los hay trillados como exacerbar el dolor, redundar en la belleza como contraste o también dar lecciones de vida. En Sound of metal, Darius Marder su director y co-guionista, opta por construir un personaje sólido y con matices, en el cual recae todo el peso visual y narrativo de la película, en ese sentido Riz Ahmed hace un trabajo notable, la rabia y ansiedad de origen cuasi desconocido, los altibajos, los gritos descarnados y los contenidos, se van marcando en el rostro de Ahmed, fluctúan y narran con voz propia todo el mundo de sensaciones y el shock que implica perder la audición de un día al otro, más aún para una persona que depende de la música, emocional y económicamente. 

El segundo recurso es el sonido, un tercer protagonista. El ecosistema sonoro que crean los responsables de edición y sonido de la película (mexicanos y venezolanos entre ellos), nos lleva definitivamente a compartir la impotencia y desesperación de la incomunicación o la imposibilidad de comunicarse. De hecho, hay un fuerte lazo entre la actuación y las técnicas de grabación que usaron los sonidistas, experimentando en una cámara anecoica.   

¿Qué es entonces Sound of metal?, entre muchas cosas, es una película que se cuestiona sobre los caminos que toma el ser humano ante hechos traumáticos, es decir, cuando sus bases, su esencia, el material del que están hechos se rompe o se ve comprometido. Lo romántico, pero factible, es que te consumas o choques sin frenos, de eso hay muchas historias, la otra opción es que eso te haga más fuerte, tengas éxito y escribas un libro al respecto, de esas ficciones también hay muchas. La realidad a veces puede ser más modesta, como alguien a punto de ahogarse, uno da manotazos intentando aferrarse a lo que puede, por instinto, por supervivencia incorporada en nuestros genes, y en ese acto reflejo uno puede equivocarse o no, difícil saberlo ese momento. A qué nos aferramos, sueños, obsesiones, amor, dioses ajenos y propios, salvavidas que creemos alguien nos lanza, puede que no tengamos conciencia sino mucho tiempo después, algún detalle fortuito nos revelará de dónde vino y hacia dónde nos llevó. 

Esta historia también habla de caos y la calma en un diálogo constante, en la cabeza de Ruben y en la relación que tiene con Lou. Es llamativo como la película logra convertir al sonido y su ausencia, en herramientas para mapear esa compleja tensión en el bosque emocional que envuelve el presente y el pasado de los personajes. Las preguntas nunca cesan en el film, pero nunca se dicen con palabras, los diálogos son justos, funcionales, casi accesorios, incluso en los momentos de mayor complejidad emocional como en una despida que se siente definitiva, posiblemente una de la escenas más emotivas y bellas. En toda la contención y escepticismo que marca la trama, Darius Marder nos regalan de fondo, en segundo plano, los fragmentos de una pequeña “historia de amor”. Sound of metal se resiste a responder las preguntas que plantea, cierra ciclos y abre otros inciertos, como en capas, como olas de silencio, pero este extraño caos tiene una pausa final. Estos intermedios que se van hilando finalmente, después de la rabia, en la calma momentánea del silencio, se alivianan y se cristaliza, abrazan a sus personajes, los detienen para que puedan sentarse y observar. A riesgo de contagiarme del no muy sutil guiño a la religiosidad que hace la película, podría creer que, si la gente hace ruido, como trampas invisibles todos los días, el silencio, no solo, pero esencialmente, puede salvarnos.  

Comentarios