En su proyección hacia un tiempo abstracto e indeterminado, todavía por venir pero respirable en su época, La naranja mecánica anticipó el surgimiento de grupos más violentos
como los skinheads, y la triste transición hacia el “hooliganismo” que,
en los 70, haría estragos en los estadios de fútbol ingleses.
La naranja de Kubrick
Stanley Kubrick leyó la novela de Burgess en el verano de 1969 y quedó fascinado por su potencial cinematográfico. Venía de revolucionar el cine de ciencia ficción con 2001: una odisea del espacio,
pero su estado de ánimo se encontraba averiado luego de que Warner
Brothers (la compañía que lo tenía contratado de manera exclusiva) diera
de baja su faraónico proyecto para llevar a la gran pantalla la vida de
Napoleón.
La posibilidad de adaptar La naranja mecánica
volvió a entusiasmarlo. En enero de 1970 se puso en contacto con el
actor inglés Malcolm McDowell y le envió la novela para convencerlo de
que se sumara al proyecto. Cuando McDowell aceptó interpretar el papel de Alex (una especie de precursor de The Joker), ambos se pusieron a trabajar codo a codo en el diseño de vestuario y el maquillaje.
A 50 años de su estreno, "La naranja mecánica" sigue provocando polémicas, y amores y odios simétricos.
Sería
el principio de una relación de amor-odio que se extendería durante
casi seis meses de rodaje, y durante los cuales la fuerte personalidad
de Kubrick (marcada por la megalomanía, el hiperprofesionalismo y un
recelo autoral casi patológico) entraría más de una vez en conflicto con
el desenfreno actoral de McDowell, dando lugar a momentos muy tensos que sólo cederían durante las partidas de ping-pong que solían jugar durante las pausas en el rodaje.
El detallismo y el perfeccionismo exasperantes que habían
transformado a Kubrick en la pesadilla de actores y técnicos fueron
notorios en los sets de La naranja mecánica.
En primer
lugar, el director se dedicó a un estudio minucioso y enciclopédico
sobre terapias de aversión, psicología conductiva y reflejos
condicionados. Buena parte de la trama de la novela y la película giraba
en torno al Tratamiento Ludovico con el que las autoridades tratan de
“rehabilitar” a Alex cuando éste cae en manos de la justicia luego de
perpetrar un salvaje asalto a la casa de una mujer adinerada.
La novela y la película fueron acusadas de generar violencia extrema en jóvenes que imitaban sus escenas
Para
lograr la ambientación de ese futuro próximo en el que se desarrolla la
trama, Kubrick mandó a comprar miles de ejemplares de revistas de
arquitectura moderna, lo que le permitió rastrear y ubicar decenas de
locaciones reales. Al momento de filmar, sólo el famoso bar lácteo
Korova y un par de interiores debieron ser construídos en los sets.
El
costado más espinoso de la adaptación cinematográfica tenía que ver con
la representación de la violencia. Kubrick decidió estilizar las
escenas estructurándolas sobre bases musicales: Rossini, Mozart, Bach y,
por supuesto, Beethoven transforman las agresiones y mutilaciones en movimientos orquestados.
“Quería
que la violencia se convirtiera en una danza”, declararía Kubrick,
convencido de que la interacción entre música, movimiento y montaje
produciría fuertes emociones.
El efecto de shock acontece desde los mismos títulos iniciales: sobre un fondo rojo sangre suena la truculenta Música para el funeral de la Reina María,
de Purcell. La ambición de Kubrick era volver su película un
espectáculo audiovisual geométrico y apabullante, algo que entendía como
“una sátira social, un cuento de hadas sobre la justicia y el castigo, y un mito psicológico”.
Durante esos seis meses, trabajó un promedio de diez horas por día y
hasta catorce cuando se fue aproximando la fecha pautada para la
conclusión del rodaje.
Censura argentina
La naranja mecánica
se estrenó el 20 de diciembre de 1971 en Nueva York. En la Argentina,
bajo la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse, fue censurada por el
Ente de Calificación Cinematográfica, creado a partir de la ley 18.019,
firmada en 1969 por el presidente de facto Juan Carlos Onganía. El estreno nacional fue, finalmente, en julio de 1985, durante el gobierno de Raúl Alfonsín: casi catorce años después.
Pero
en aquel 1971, en los Estados Unidos, las críticas fueron divididas.
Vincent Canby, del New York Times, elogió la perfección técnica del
film, y el crítico de arte Robert Hughes escribió en la revista Time que
la película ofrecía una “escalofriante predicción sobre las funciones
futuras de los instrumentos culturales”, que quedarían, según él,
inexorablemente ligados a la alienación psicológica de las masas y la desconexión con la vida.
A nadie escapaba la reflexión de Kubrick en torno a las siniestras relaciones entre barbarie y alta cultura
(que según el escritor Martin Amis remiten directamente a los años
atroces del Tercer Reich en Alemania), pero hubo otros que no trataron
nada bien su película.
La influyente Pauline Kael escribió en The New Yorker que “Kubrick
había adoptado la perspectiva deformada y presuntuosa de un rufián
vicioso que se limita a decir que todo está podrido”.
El propio Burgess tuvo una relación ambivalente con la película.
A poco del estreno, alabó la labor de Kubrick, pero con el correr de
los años fue desencantándose y acusando al director de haberlo dejado
solo cuando la película –y, por lo tanto, la novela– fueron acusadas de ser la causa de la ola de violencia juvenil que comenzó a azotar a Inglaterra luego del estreno.
Amenazado,
el propio Kubrick pidió que la película fuera retirada de exhibición.
"La naranja mecánica" fue un exitazo de taquilla.
Hordas de adolescentes se “inspiraban” supuestamente en la película para imitar sus violencia extrema.
Kubrick se sintió tan afectado que exigió a Warner Brothers que la
bajara de cartel en Inglaterra, algo que sucedió cuando llevaba ya 61
semanas de exhibición en el Reino Unido.
Con Kubrick recluido y
amenazado de muerte por las derivaciones del estreno, su pedido a los
ejecutivos de Warner para que el filme fuera retirado de exhibición no
hizo más que reconfirmar su poderío en la industria. Con tal de no
enemistarse con él, la junta directiva del estudio accedió a su demanda.
Aun así, al día de hoy, La naranja mecánica fue el filme más taquillero de la Warner luego de Mi bella dama (1964).
Una última controversia aguardaba a Kubrick al final del camino. Lo
que más había molestado a Burgess era que el realizador hubiera decidido
adaptar la versión norteamericana de su novela, en la que los editores
habían suprimido el capítulo final donde Alex era redimido y reencauzado
socialmente.
La versión nihlista de Kubrick, que confirmaba a
Alex en su malévola naturaleza, suponía una falta imperdonable para el
más existencialista Burgess. A cincuenta años de su estreno, La naranja mecánica sigue despertando polémicas, odios y amores simétricos e insalvables.
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