Seven Kayne es un volcán
a punto de estallar. Las ganas de mostrar su nueva música al mundo se
le salen del cuerpo, casi como lava. Esa es la sensación que transmite
el trapero de 22 años luego del ensayo con su nueva banda y cuando, al
momento de ser entrevistado, sus próximos pasos son nuevos desafíos para
su carrera: el 16 de diciembre publica el EP, 7 secretos, que días después, el martes 21, lo presentará en el Teatro Vorterix en el primer show propio que hace, ya que sus anteriores recitales siempre fueron compartidos con otros artistas.
Joaquín Corvero,
su nombre real, no esconde su emoción y su ansiedad por el presente
desafiante que está viviendo y también porque lo que hará será una
apuesta fuerte dentro de la música urbana actual: “Con la nueva banda estamos armando puro rock,
estoy muy feliz por eso, también con un poco de nervios por ver cómo lo
recibe el público esto de traerles rock cuando en la calle no es lo que
está sonando quizás”.
“Rock” puede ser una palabra que se
siente lejana al trap, pero no para él: las guitarras aparecieron en su
vida cuando era muy chico. Hasta hace poco, Seven Kayne pensaba que su
acercamiento a este instrumento se había dado a los siete años. Es lo
que declaraba en las entrevistas, pero su mamá le mostró un video en el
que ella le pedía que cantara y él, con solo dos años, le reclamaba
estar acompañado por la guitarra. “Ahí entendí que la música está en mí
desde que pisé esta galaxia, este planeta”, dice. “Yo encontré en la
música un refugio. Desde muy chico escuchaba música de afuera, en
inglés, no entendía las letras. El día de hoy escucho las canciones que
eran mis favoritas de toda la vida y digo ‘wow, mirá esto decía’. Yo
creía que las entendía o sentía como si las letras justo estuvieran
diciendo lo que me pasaba a mí, pero en realidad no estaban diciendo
eso. Hoy eso es lo que quiero generar”.
En su casa se escuchaba de todo, pero más que nada rock, Spinetta y Cerati
eran los músicos nacionales que sonaban a menudo. La responsable era su
mamá. “Cuando era más chico, no teníamos plata para comprar, por
ejemplo, dos entradas para los shows, y había bandas que ella conocía,
yo no y me decía: ‘Mira, viene este, vamos a conseguir una entrada,
tenés que ir a verlo’. Yo decía, ‘¿cómo que tengo que ir a verlo? Si es una banda que te gusta a vos’, cuenta. Y agrega: “Así fui a ver a Roger Waters, Rush,
bandas que gente de mi generación quizás no llegó ni a curtir y yo
terminé ahí en el público diciendo ‘mi vieja está en casa, le gustaría
estar acá, lo voy a disfrutar por ella’”.
Al hablar de las bandas que influencian
su música desde el primer día, también se enfoca en el rock, pero uno
diferente al que sonaba en su hogar. “Yo entiendo que vengo del poprock.
Del rock más moderno, que ya es una mezcla con la electrónica en algún
punto, bandas como Imagine Dragons, Twenty One Pilots, me gusta mucho 30 Seconds to Mars, el frontman, Jared Leto
es uno de mis referentes”, explica. Además, aclara, hablando de
influencias del hip hop, que en su piel solo tiene un músico tatuado y
que es Kid Cudi.
De
adolescente tocó la guitarra con su mejor amigo por un lado, y con su
hermano por otro. Había descartado ser cantante ya que no le gustaba su
voz. “Después de un tiempo de estar haciendo eso yo ya había asumido que
no podía ser cantante. Realmente dije: ‘lo mío no es cantar, puedo
hacer coros, otras cosas…Porque puedo afinar y demás, pero no tengo la
voz para cantar’”, asegura.
Cuando
conoció el freestyle, empezó a cambiar esa mirada y a confiar en su voz.
Salió de su barrio, Acassuso, y recorrió la ciudad aprendiendo de los
mejores. “Conocí la mayor parte de Buenos Aires, y claro, era salir de
un tupper, entender que los grupos de personas que conocía no eran los
únicos, y empezar a aprender de eso. También a mí, que no soy una
persona que haya vivido mucha calle, eso de ir a la plaza todos los días
me permitió ver las secuencias, aprender cómo manejarme, cómo
relacionarme”, explica.
La guitarra quedó a un lado cuando el
freestyle llegó a ocupar cada vez más tiempo en su vida. Admite que “se
arrepiente” aunque haberla dejado lo ayudó a enfocarse en el proceso de
escritura y composición. Su carrera explotó en 2018 y tuvo
colaboraciones con Duki, Bizarrap, Tiago PZK, Khea, Bhavi,
entre otros. Acumuló millones de vistas en YouTube y Spotify y tocó en
el Lollapalooza 2019. El músico explica el giro que está dando en estos
tiempos con la salida de su primer álbum: “Ahora estoy volviendo a
agarrar mi guitarra porque ya estuve como tres, cuatro años haciendo
trap, ese trap que hago yo que no es pesado, es más melódico, más
enfocado en canciones de amor y demás”.
Y
confiesa: “Desde el año pasado empezaron a manijearse con la vuelta a
los boliches, empezó a subir de vuelta el reggaetón y la música urbana
como tal, la discoteca. Y yo me encontré con eso y dije ‘wow, ahora hay
que ir por ahí’, pero pensé ‘¿por qué voy a ir por ahí, si no es la
música que escucho?’ Con el mayor de los respetos y admiración,
realmente, de chico nunca dije ‘yo quiero ser Daddy Yankee’.
Muchos de los que tengo al lado y mis amigos lo decían de chicos, y
ahora la están rompiendo y me encanta. Es su sueño, no el mío. Mi sueño
es subirme a un escenario con las mayores estrellas de rock, compartir
estudio. Y ahora lo que quiero hacer es llevar ese sonido a mi música, a
mis canciones”.
7 secretos
es un EP con 7 canciones, su concepto lo arrancó hace varios años. Los
temas los creó durante la cuarentena solo en su casa. “La idea era hacer
canciones lo más fieles a lo que me estaba pasando en ese momento y
materializarlas yo solo, ver cómo las podía hacer desde mi cuarto”. El
aislamiento lo ayudó con el proceso de composición: “Todos sufrimos un
poco la cuarentena y algunos supimos aprovecharla. Yo siento que fue un
poco y un poco. Supe aprovecharla porque me puse a hacer música, pero la
música habla de lo triste que estaba en ese momento, así que no dejamos
de sufrirla”.
“737″ es el primer single del nuevo EP.
Fue estrenado en noviembre y su tono introspectivo y su fraseo rápido se
combinan con letras que dan cuenta de la necesidad de olvidar un amor.
Este tema como los demás del disco los produjo él: aprendió a producir
en 2019, cuando estuvo viviendo en una casa con amigos músicos:
“Constantemente era invitar a otros músicos y artistas. El Duki tenía un
cuarto en la casa, venía todos los días más o menos. Justo ese año me
puse a grabar a todo el que tenía ganas de que lo grabe, aprendía
grabándolos a ellos. De mirar a Duki como grababa, primero metía
composición, y grabándolo aprendía de producción y eso lo habremos hecho
muchísimas veces, era cosa de todas las noches”.
“Estoy
tocando en todos los temas”, explica. Seven medita y utiliza esta
práctica como herramienta para su proceso artístico. “Me di cuenta que
meditar no es solo el momento en el que te callás, que te tirás ahí sin
pensar y cerrado, o sea, la práctica de la meditación sigue después de
ese momento para intentar estar en paz, calmo y con la mente en el
momento presente. No solo cuando decís ‘bueno, ahora bajo un cambio’”.
“Cuando
me pongo a freestailear y en todo este proceso de composición, estoy
intentando dejar ir, no estoy intentando pensar más, estoy intentando
pensar menos, y que venga la que tenga que venir. Y cuando lo dejo ir y
medito al mismo tiempo que estoy freestaileando, [las ideas] vienen de a
una o puedo ver mejor lo se me ocurre. Me pasa que cuando estoy con más
cosas en la cabeza es cuando menos puedo hacerlo porque se me vienen
diez cosas, quiero decir todo al mismo tiempo, ahí me empiezo a chocar
más”, cuenta. “Estoy intentando meditar a lo largo del día en todas mis
prácticas, cuando produzco también”.
Comentarios