Black Francis considera que es mejor no tomarse muy en serio a Pixies La banda que admiraba Kurt Cobain publica un nuevo disco, “The Night the Zombies Came” y su líder dice que es vulgar “hablar sobre nosotros mismos, si somos importantes o lo que sea, solo porque sí” Por Maria Sherman Muertos vivos, restaurantes suburbanos con temática medieval, un centro comercial. Druidismo, pollos decapitados, renacimiento. Iglesia, matanza de ovejas, ciencia ficción. Estos son algunos, no todos, de los temas tratados en el décimo álbum de estudio de Pixies, The Night the Zombies Came. Una colección caleidoscópica de 13 canciones —su primer álbum con la nueva bajista Emma Richardson— que oscila entre el folk, el punk, la psicodelia y de vuelta, sin encajar nunca en una fórmula particular. En realidad, The Night the Zombies Came se desarrolla como una película: cada canción es una pequeña viñeta. El líder y artista visual Black Francis, nacido Charles Thompson, dice que eso se manifiesta espec...
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Dillom: "No quería morirme siendo uno que pudo haber sido algo"
Por
Un pibe que fue señalado como un
outsider y que hoy está dispuesto a cambiarlo todo. Así es la historia
de Dylan León Masa, el rapero de 21 años que lanzó su primer álbum por
miedo a morirse y dejar su obra inconclusa.
“Nunca llego a horario, no me rompan las pelotas”, canta Dillom en “Piso 13”, la octava canción de su disco Post Mortem. Por eso, cuando llega unos minutos tarde a la cita conEl Planeta Urbano,
lo hace con total impunidad. Es lunes al mediodía y Dylan León Masa
tiene cara de dormido. Algo normal teniendo en cuenta que desde su debut
en el
su vida se volvió una vorágine.
Apenas unos días después de esa noche consagratoria, el rapero de 21
años que tocó en horario central del festival más concurrido de 2022
anunció dos fechas en el teatro Vorterix y las entradas se agotaron en
apenas cuatro minutos. Sí, cuatro. Sold out en tiempo récord y la
decisión de sumar dos nuevas funciones que también se vendieron a sala
llena. “Todo esto nos dio la espalda para hacer cosas mucho más
ambiciosas. Te diría que el 90 por ciento de todo lo que gano lo
vuelvo a invertir, porque esto es lo que me gusta y quiero que cada vez
salga mejor”, lanza apenas comenzada la entrevista, y tiene razón.
Al igual que su álbum juega con el concepto de su propia muerte, su
presentación en vivo fue la puesta en escena de su velorio ficticio y la
producción se hizo notar: hubo un coche fúnebre en la entrada del
teatro, santuario con velas encendidas y algunas lápidas sobre el
escenario. Otro detalle: entre el público se colaron algunos actores
vestidos de luto para llorar durante los cuatro shows. “Me gusta
transmitir emociones con lo que hago. Si eso significa
incomodar, emocionar, angustiar, hacer enojar o reír, me gusta, sea cual
sea el sentimiento. Lo peor que te puede pasar es producir indiferencia”,
dice Dillom con el hambre de un pibe que hace algunos años, cuando la
plata no alcanzaba y la vida se ponía difícil, ni siquiera soñaba con
este presente.
–Más allá de la estética de tus últimos shows, cuando presentaste Post Mortem entraste en el escenario en un ataúd. Contame por qué.
–Yo hace mucho venía trabajando en el disco y soñaba con fingir mi
propia muerte el día que saliera. Era la movida de marketing que quería
encarar, que la gente pensara realmente que me había muerto. Iba a
pedirles a mis amigos que subieran fotos conmigo y escribieran cosas
como “te vamos a extrañar”. Pero había que encararlo de una manera piola
para que no se me enojara la gente. Fui desarrollando el concepto con
el equipo y pensamos que la presentación del disco tenía que ser un
funeral, entonces se disparó: “Che, ¿y si entro al show en un ataúd?”.
–El nombre del disco surgió porque en plena cuarentena te agarró mucho miedo a morir. ¿Todavía le tenés miedo a la muerte?
–No, no es algo que tenga muy presente ni que me atormente. Quizás
puede ser porque me siento muy realizado con la salida del disco, todo
salió diez veces mejor de lo que yo pensaba. En ese sentido, si me
muero, no va a quedar tan inconclusa mi obra. Hay algo de lo que yo ya
me siento orgulloso, con lo que puedo dejar una mancha grande en la
cultura. Ese era el miedo principal que tenía, morirme siendo uno que
pudo haber sido algo. Obviamente que ahora tengo muchas más ambiciones,
pero estoy más tranquilo.
–Tenés un público muy amplio: te escuchan los pibes fanáticos de
la música urbana y también gente más grande. ¿A quién te interesa
llegar?
–No sé si me interesa llegar al público por una cuestión de edades,
sino por una cuestión de madurez musical. Hay mucha gente que me debe de
escuchar de forma más casual y eso también es bienvenido, porque ese
público suele ser el más masivo y de algo tengo que comer (se ríe). Están buenas las dos cosas, pero me interesa llegar a un público más crítico.
–¿Te sentís representado por la escena actual de la música urbana?
–¿La escena más mainstream? No, me encantaría que me gustara esa
música, sería mucho más feliz, pero no es algo que me interpele. Todo
bien, igual, me encanta que les vaya bien porque eso no solo me hace
bien a mí y a todos como industria, sino que también le da trabajo a
muchísima gente, les da de comer a muchas familias. Entonces, yo no soy
nadie para decir que Miami está mal. Quizás yo no tengo la cantidad de
números que podría tener haciendo esa música, pero hago lo que me gusta
hacer. Que a mí no me conmueva es otra cosa.
–¿En qué andabas vos cuando fue el boom de El Quinto Escalón? ¿Qué te acordás de eso?
–No me gustaba, no me representaba lo que hacían. Lo mismo que me
pasa ahora, pero porque tengo otros gustos musicales. No te voy a
mentir, en ese momento mi vida era bastante complicada y me daba un poco
de bronca. Pensaba: “La puta madre, lo que yo hago es mejor, deberían
escucharme a mí”. Pero eso nace de la envidia, cuando no te va bien. Hoy
te lo puedo decir porque estoy contento conmigo y no miro para los
costados. Además, si hacés las cosas bien, hay público para todos.
Escuchar el disco de Dillom es como sentarse a hablar con él. “Mi
mamá tomando merca, todo enfrente de mi cara/ Y mi viejo después de eso
me echó fuera de la casa”, canta en “Opa”, acaso su mayor hit. Y a eso
mismo se refiere cuando dice que su vida era un tanto difícil. Algunos
de los golpes que bateó: cuando tenía 15 años, un allanamiento en su
casa terminó con su mamá presa e involucrada en un caso de drogas justo
un día antes de dar su primer show. La policía secuestró su
celular, su computadora y se llevó toda la música que tenía grabada,
excepto por un pendrive que pidió por favor que le dejaran para poder
presentarse en vivo. Ya en ese entonces, Dillom frecuentaba un
estudio de grabación en la Villa 31 y producía beats para una crew de
raperos llamada La 31. Pero su futuro estaba arriba del escenario.
Mientras tanto, su papá formó una nueva familia con una mujer judía
ortodoxa y se convirtió a la religión. Ahí fue a parar Dillom cuando su
mamá cayó presa, pero él no encajaba (“no me sentía en casa”, dice) y al
poco tiempo su papá lo echó. Las opciones fueron dos: irse a vivir al
sur o a Misiones con otra parte de la familia. Eligió la tercera: dormir
una noche en la plaza Lima de Núñez y pedirle ayuda a un amigo. Si
quería dedicarse a la música, tenía que quedarse acá.
–Cuando hablás de los puestos de laburo que genera la música, se
nota que tenés un nivel de conciencia social muy grande. ¿Esto te lo dio
la experiencia de moverte en barrios más humildes y ver que había otra
realidad?
–Sí, totalmente, cuando yo vivía con mi vieja no nos sobraba la
plata. Ella vendía ropa en parque Centenario, llegábamos muy justos a
fin de mes y a veces la pasábamos mal. Yo siempre me manejé en entornos
de gente muy humilde y a mí también me tocó pasar… no te digo hambre,
pero más o menos. Cuando me fui de casa a vivir con un amigo y la
familia de él, ninguno tenía un mango tampoco. Éramos cuatro en un dos
ambientes, dormíamos dos en el living y dos en un cuarto re chico, con
plaga de cucarachas, en condiciones horribles. Entonces, como me tocó
vivir esas situaciones y sentí esa frustración de ir al colegio y tener
que comer 400 viandas horribles porque no podía comprarme algo para
morfar, puedo tener una perspectiva mucho más empática de la situación.
–¿Qué te pasa cuando los medios titulan “De vivir en la calle a tener millones de reproducciones”?
–Un poco de bronca me da, porque me hacen quedar como un boludo.
Parece que yo ando diciendo que viví en la calle, que soy de la villa, y
nada que ver. Yo no quiero aparentar algo que no soy, me abstengo a
contar lo que me pasó, ni mucho menos orgulloso. Lo cuento
narrativamente, porque aporta a quien soy.
–Vos usás mucho el humor y en tu perfil de Instagram tenés una
foto de Ana Frank. ¿Hay algo de reírte de tu propia historia en eso?
–Por ahí tiene un tinte a eso. Justo se da la casualidad de que me
parezco mucho y me lo dicen desde que voy al colegio. Cada vez que pasa
alguien por una librería y ve el libro de Ana Frank me etiqueta en
redes, entonces un día me hinché las bolas y dije: “Listo, me voy a
poner la foto de perfil”. Y quedó ahí. Por ahí algunos se pueden llegar a
ofender, sin conocer tanto el contexto. Parece que me estoy riendo de
Ana Frank, pero todo lo contrario.
–¿Te da miedo esta cultura de la cancelación? ¿Maquinás con un día decir algo y cagarla?
–Sí, a veces lo pienso, eventualmente va a pasar (se ríe). Pero yo creo que la gente ya está hinchada las bolas de tanta corrección política, entonces un poco me aprovecho de eso.
CRÉDITOS
Fotos: Agustín Dusserre
Dirección de producción: Gimena Bugallo
Estilismo: Camila Mariani
Make up: @macu.atauri
Realizador audiovisual: Chanas Scigliotti
Agradecimientos: Saldías Polo Cultural, Caras y Caretas Cocina, JT, Tramando, Panni Margot, Limido Joyas y PUMA
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