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A principios de los '90 fue el grupo fundador del movimiento Riot Grrrl. Está liderado por Kathleen Hanna y Tobi Vail.-Se volvieron a reunir hace cinco años y tocaron en el ART Media porteño, en el marco de su primera gira sudamericana. Pocas bandas en la historia del rock reescribieron las reglas. Y cuando lo hicieron, fue en términos de éxito, producción, sonido, decibeles, moda, marketing. El rock sigue, fracaso tras fracaso,esperando un mesías que se presente en los mismos términos que los que alguna vez triunfaron.Avizorar a los nuevos Beatles, Rolling Stones, Jimi Hendrix, Led Zeppelin, David Bowie, Sex Pistols desde la repetición de sus logros en la mímesis de nuevos intérpretes es donarse al malentendido. Será por eso que desde el día que Kurt Cobain decidió terminar con su vida y la de su grupo, Nirvana, ninguna banda asumió por mérito y sustancia el destino del rock como una palanca de cambio cultural. Dicho todo eso, puede uno destaparse un oído y cubrir el otro. Ento

junior boys, revelacion de la escena canadiense

 

“No pertenecemos a ningún movimiento”

Aunque Junior Boys forma parte de la andanada de “nuevo rock” canadiense (junto a Arcade Fire, Wolf Pared, Valley of the Giants o Bell Orchestre), su líder Jeremy Greenspan prefiere tomar distancia.

Por Yumber Vera Rojas desde Barcelona Mientras el implacable y abrasador verano se toma un pequeño respiro, los furtivos vendedores de cerveza paquistaníes, que durante toda la tarde pasaron inadvertidos ofertando las latas de su six pack a cambio de un durito, ahora no pueden darse abasto ante la insostenible demanda de una muchedumbre de guiris ingleses sedientos de un brebaje que, más que solucionar esta semejante incandescencia, les estimule el descontrol. Próximo al corazón del pintoresco y temerario barrio del Raval, en el Carrer Montalegre la marea de gente es realmente tempestuosa. Citarse con alguien ahí, en esta circunstancia vespertina, podría traducirse en una broma de mal gusto. Pero Jeremy Greenspan, el alquimista de Junior Boys, desde hace rato hace guardia en la puerta del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona con un desentendimiento del contexto tan pasmoso como las canciones de su laboratorio pop. “Pienso mis temas como comentarios de mi vida en los que describo la geografía en la que me encuentro. Si hacés música desde el lugar de donde sos, sin duda se transformará en una influencia determinante en tus canciones. Si fuera de Barcelona, por ejemplo, la arquitectura de la ciudad y su calor humano trazarían la naturaleza de nuestro sonido. La música de Junior Boys tiene que ver con la reivindicación del sitio del que provenimos”, confiesa el músico originario de la pequeña ciudad de Hamilton (Ontario). 

 

Luego de su sorprendente debut en 2004 con Last Exit, Junior Boys ubicó en las bateas dos años más tarde uno de los álbumes más exquisitos del pop digital, So This Is Goodbye. Como si se tratara de un prontuario acerca del adiós –incluso lanzaron un site interactivo, sothisisgoodbye.com–, el segundo larga duración de la dupla canadiense se tornó en un compilado de las anécdotas de Greenspan desde la salida de su antiguo coequiper del grupo, Johnny Dark en 2002. Momentos antes de su presentación en la capital catalana, Jeremy aclara en exclusiva para el NO: “Creo que esto no tiene nada que ver con Johnny, sino que aborda otros aspectos relacionados con mi vida personal. So This Is Goodbye habla básicamente acerca del pasado, las cosas que se dicen y los adioses que se expresan. Todo eso está implícito en el título”. Este nuevo trabajo, sin necesariamente ser tan obvio, también simbolizó un mayor acercamiento a la pista de baile por parte del binomio. El multiinstrumentista apunta: “Cuando uno hace música nunca sabe si será para un público dance o de otro estilo. En esta ocasión salió así, aunque es cierto que estamos conscientes de lo que hacemos. Además crecí escuchando este tipo de ritmos cuando era chico y nunca le di mucha importancia ni al indie ni a nada similar. Decir que lo que hacemos es tal cosa me parece relativo, lo veo más como una necesidad de imponer etiquetas”. A Jeremy Greenspan le conforta pasar desapercibido por entre la muchedumbre. Su porte de turista que se viste para salir de safari (camisa manga corta blanca por fuera, pantalón beige y mochila al hombro) se prestan para el disimulo. Pero apenas se sienta para disfrutar de un café, las miradas indiscretas logran interceptar al personaje. Sin embargo, ni se inmuta. Si bien consigue excitarse en varios pasajes de la tertulia, mantiene esa ecuanimidad que caracteriza al canadiense y de la que tanto se mofa su vecino de abajo. A pesar de que no tiene ni una pizca del arrebato latino, le sobra la sensibilidad para estimular el baile. La misma que Junior Boys irradia para con todos los artistas que se animaron a revisitar sus temas en Dead Horse, un EP de remixes que apareció este año y en el que participan importantes figuras del beat como Hot Chip, Kode 9 y Carl Craig. Greenspan dispara: “Mi relación con la pista de baile es buena. El dance me cautivó cuando era joven, es el tipo de música que mejor conozco. Forma parte de mis raíces. No obstante, no creo que lo nuestro sea precisamente eso. Quizá porque lo veo como algo del pasado. Cuando pienso en el dance me viene a la mente algo que llega y se va. Pero la música que me gusta es la que tiene que ver con él, como el house, el techno y la new wave”. Las canciones de este binomio, y en el que también participa Matt Didemus, representan la ambigüedad, la nostalgia, la desfachatez, el existencialismo y hasta cierta actitud bizarra de la juventud canadiense. Y es que, como si se hubiera soltado de ataduras intangibles, la escena indie de ese país puso en evidencia desde hace tres años, a través de Arcade Fire, Wolf Pared, Valley of the Giants, Bell Orchestre, Owen Pallett, Feist, Deadbeat, Torngat o MSTRKRFT, una de las ofertas musicales más atractivas de todo el mundo. Aunque Junior Boys forma parte de esa andanada, Jeremy prefiere tomar distancia: “No conozco personalmente a esos artistas. Sé que tienen relación entre ellos y sé que Canadá se tornó en un referente importante en la música. Pero no le presto atención a la escena de allá, somos una banda que se hizo popular a través de Internet y nuestra audiencia es internacional. Por eso, a donde vayamos tenemos público. No siento que pertenezcamos ni al indie ni a ningún otro movimiento”. Pese a ese desapego, la vitalidad de los recitales de la dupla es afín a la volatilidad de los directos de sus compatriotas. La timidez inicial de sus shows se transforma, apoyados por un baterista que contribuye con un golpe certero a la elucubración de un sonido más orgánico, en un electropop hitero con cuotas de minimal, UK garage y synth pop que, respetando los lineamientos de sus temas, no atraviesa el cerco de la chabacanería fiestera. Con seguridad uno de los mejores discos del año pasado, So This Is Goodbye se encuentra nominado a los Polaris Music Prize, entrega de premios dedicada a enaltecer al larga duración canadiense más importante del año y que se realizará en esta ocasión el próximo 24 de septiembre. Junior Boys compite, entre otros, con Neon Bible de Arcade Fire, The Remider de Feist y The Besnard Lakes Are the Dark Horse de The Besnard Lakes. Al tiempo que esperan el veredicto del jurado, el dúo acaba de subir al iTunes una edición exclusiva, que incluye remixes, de su segundo álbum y poco antes también colocaron en el mismo portal un EP con cuatro temas en vivo tocados durante su participación en el programa de John Peel. Aunque no sabe si registrarán nuevamente una versión como la de When No One Cares de Frank Sinatra –estupendo cover en So This Is Goodbye–, Jeremy Greenspan ya piensa en el nuevo disco: “Luego de incluir una canción mía en el disco de Caribou –proyecto amigo de los Junior Boys–, comencé a pensar en cómo podría ser el tercer álbum”. Acerca de una posible visita a la Argentina, el vocalista asoma: “Nos encantaría ir, pero hasta ahora no se precisó nada. Sé que tenemos fans allí. Sudamérica es un ideal para nosotros, espero que pronto se pueda concretar”.

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