Iggy Pop y Siouxsie Sioux

Iggy Pop y Siouxsie Sioux: dos símbolos del punk ahora cantan en una publicidad de helados Hacen "The Passenger", un conocido tema de Iggy que ella versionó con gran éxito en 1987. 37 años después, sirve para vender refrescos. Iggy Pop y Siouxsie Sioux son sin dudas dos leyendas de la música rock, y más específicamente del punk. Él, al frente de The Stooges primero y luego con una extensa carrera como solista que lo llevó por todo el mundo y lo tiene aún en actividad a los 77. Ella fue la líder de Siouxsie and The Banshees y también descolló como solista (ahora tiene 66). Se han admirado. Y Siouxsie se hizo mundialmente popular precisamente al grabar una canción de Iggy Pop -The Passenger- en un álbum de versiones que hizo con su banda en 1987, Through the Looking Glass. Ahora, a 37 años de esa grabación, Iggy Pop y Soiuxsie se unieron para grabar The Passenger para una publicidad de helado. El original de la canción estaba también en un disco muy exitoso de Iggy, Lust For Li

Cuando la Bossa Nova llegó a Nueva York y fue un fracaso

 Recuerdo

Cuando la Bossa Nova llegó a Nueva York y fue un fracaso

En 1962, Joao Gilberto y Tom Jobin, junto a otros exponentes del género, tocaron en el Carnegie Hall. Y les llovieron las críticas


https://www.clarin.com/espectaculos/musica/bossa-nova-llego-nueva-york-fracaso_0_5v8hY6j4n.html


La noche estelar de la bossa nova en Nueva York no tuvo el sabor triunfal esperado. Uno de los mayores referentes del género habría dicho cuando entró a los camarines del Carnegie Hall, medio en broma, medio frustrado “Bossa Go Home!", frase que habría inspirado el título de la crónica de ese encuentro en el periódico The New Yorker. Más allá de la veracidad de esta leyenda urbana, lo concreto fue que el enorme despliegue de artistas brasileños sobre ese importante escenario neoyorquino resultó poco menos que frustrante.

Casi 59 años atrás, la noche lluviosa y fría del miércoles 21 de noviembre de 1962, unos 40 músicos especialmente arribados de Río de Janeiro presentaron "La noche de la Bossa Nova, en Nueva York". Un espectáculo que acaparó la atención de la ciudad y que tenía como principales artistas a Joao Gilberto (1931-2019), Tom Jobim (1927-1994) y Luiz Bonfá (1922-2001), una troika superlativa que prometía lo mejor de ese género cool de la música brasileña. Sin embargo, el manejo del festival tuvo serias deficiencias que llevó al crítico de The New York Times, John Wilson, a definir el encuentro como “Un bosque de micrófonos y una amplificación fangosa redujo a los grupos instrumentales a una papilla monótona”.

En efecto, la bossa nova, género nacido a mediados de los '50, en Río de Janeiro, con influencias del samba y una aproximación evidente al jazz moderno, es decir, al bebop, tiene como uno de sus elementos centrales un clima intimista que los técnicos del Carnegie Hall sencillamente pasaron por alto.


Once micrófonos en el escenario produjeron una incómoda reverberación durante toda la presentación; además de este error importante, el continuo subir y bajar de músicos del escenario creó un estado de confusión amplificado por el deficiente manejo de las luces que, en más de una oportunidad, tardó lo suyo en encontrar al artista. Dicen que en el apuro los artistas se chocaban en ese ir y venir desprolijo. En fin, una noche complicada y con errores tan evidentes y evitables que llevaron, por ejemplo, a la actriz y cantante francesa Juliette Grecco a plantearse en una entrevista con el diario O Estado de Sao Paulo: “Creo que hubo intención de sabotear el espectáculo”.

Un viaje con ilusión (y café)

Tanta expectativa en la presentación generó una enorme ilusión en los artistas brasileños que llegaron a Nueva York de la mano del ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil. Itamaraty, tal como se la conoce a esa cancillería, no sólo financió muchos de los pasajes, sino también que utilizó el festival para promocionar el café brasileño, que compite cabeza a cabeza con el colombiano.



El acuerdo lo logró un productor discográfico norteamericano Sidney Frey, dueño del sello discográfico Audio Fidelity. Este emprendedor, a raíz de la película Orfeu do Carnaval (1959), conocía la música de Jobin y decidió presentarlo junto con Gilberto, en Nueva York.

Por cierto, el pianista ya venía pavimentando su camino a los Estados Unidos con algunas composiciones editadas en ese país. Todo comenzó con la llegada de Frey a Río de Janeiro en noviembre de 1961 para contratar a Gilberto y Jobim y tuvo la saludable sugerencia de pasar a visitar el célebre Beco das Garrafas, cuna de la bohemia carioca y de la bossa en Copacabana. Fue en ese callejón donde se encontró con la crema del género y uno de los espacios más creativos en términos artísticos de Brasil. “Estaban todos; fueron noches asombrosas y fue ahí donde nació mi idea de un festival dedicado íntegramente a la bossa nova”, dijo Frey.

De los dos músicos que iba a contratar inicialmente Frey, terminaron viajando a los Estados Unidos, Gilberto, Jobim, Luis Bonfá, Oscar Castro Mendes, Sergio Mendes, Ana Lúcia, Carlos Lyra, Roberto Menescal, Chico Feitosa, Milton Banana, Normando Santos, Sergio Ricardo, Carmen Santos, Agostinho Dos Santos y Dom Um Romao, entre otros. Según se cuenta, Jobim no estaba seguro de participar del encuentro y sólo a último momento se sumó al espectáculo.


Falta de experiencia y demasiados músicos

La organización tuvo fallas quizás por la falta de experiencia del productor y por el poco tiempo para preparar un escenario de esas características. La revista Billboard, en su Review Live, echó más leña al fuego con su título de tono catástrofe: “Debacle en el Carnegie Hall” y contó que hubo 42 presentaciones en 180 minutos.

Además, como si fueran pocos los brasileños, se sumaron el saxo tenor Stan Getz (1927-1991) y el vibrafonista Gary McFarland (1933-1971).


Los momentos más interesantes de esa noche y que redimieron, de alguna manera a los músicos y compositores brasileños fueron las actuaciones de Bonfá, en dúo con Agostinho Dos Santos, con Manha de Carnaval; Tom Jobim, con Samba de una nota só y Corcovado (que al parecer erró el tono y volvió a comenzar) y Joao Gilberto con Samba da minha terra, Desafinado y Outra vez. Su estilo tímido, delicado y elegantemente rítmico conquistó a la audiencia.

Los desatinos de la organización quedaron expuestos también en el material grabado en vivo; Tom Jobim quedó afuera del disco lanzado por Audio Fidelity. El técnico de grabación lo pasó por alto. El disco Bossa Nova At Carnegie Hall salió en febrero de 1964.

Una audiencia de lujo

 Precisamente, la noche convocó a una audiencia selecta, entre los que estaban Tony Bennett, Miles Davis, Dizzy Gillespie, Gerry Mulligan, Cannonbal Adderley, Herbie Mann y el Modern Jazz Quartet completo, entre otros. Las 3000 personas que llenaron el Carnegie Hall despidieron a los artistas brasileños de pie en esa noche histórica, pero que dejó un sabor amargo en los artistas por las incompetencias que rodearon el festival.

Tras el festival reinó entre los artistas una mezcla de desazón y de alegría; sin duda las actuaciones estuvieron oscurecidas por los inconvenientes técnicos pero no llegaron tan lejos como para arruinar esta presentación internacional.

En Nueva York, el ambiente hacia la bossa nova era francamente estimulante, al punto que la cónsul en esa ciudad, la poeta Dora Vasconcelos, organizó el 3 de diciembre, en el Village Gate, una sesión de bossa nova en un ámbito de club, íntimo, con actuaciones impecables de Joao Gilberto, Carlos Lyra, Sergio Mendes, Roberto Menescal y Sergio Ricardo.

Días después, se presentaron en el Auditorio Lisner, de la Universidad de Georgetown, en Washington, con una audiencia hipnotizada por la calidad de estos músicos y de composiciones de una riqueza inextinguible. Tras el concierto fueron recibidos en la Casa Blanca por Jackie Kennedy.

Mientras tanto, en Brasil se produjeron controversias acerca de la conveniencia o no de haber llevado a la juvenil bossa nova a aquel escenario. El concierto sufrió ataques, incluso de algunos artistas que veían contraproducente el festival en términos de exposición. Sin embargo, la realidad estuvo del lado de aquellos que vieron a La Noche de la Bossa Nova como una oportuna vidriera para entrar en un mercado como el norteamericano. “La reacción fue tan buena que no pudimos ignorarla. Casi diría que fue una sorpresa para nosotros. Este concierto resultó fundamental para la difusión de la música brasileña”, sentenció Gilberto Gil.

Stan Getz y Joao Gilberto

Otro de los aspectos positivos de La Noche de la Bossa Nova en el Carnegie Hall fue la creación del cuarteto de Stan Getz con Joao Gilberto, Tom Jobim, y Milton Banana. Lanzaron en 1963 un disco emblemático, en el que aparece la esposa de Gilberto, Astrud cantando Garota de Ipanema en inglés y que revolucionó la escena musical norteamericana. Se podría decir que a partir de este trabajo discográfico, artistas como Frank Sinatra o incluso Elvis Presley sumaron la bossa nova a sus repertorios.

Un callejón histórico

Beco das Garrafas (Callejón de las botellas) es un callejón entre el 21 y 37 de la calle Duvivier, en Copacabana, Río de Janeiro, con tres clubes -Little Club, Bacarat y Bottle’s- donde habría nacido la bossa nova. Comenzó la actividad en 1959 y el nombre fue a raíz de que los vecinos les tiraban botellas vacías al callejón para que bajaran la música.

Grandes artistas pasaron por estos espacios como Elis Regina, Jobim, Vinicius de Moraes, Joao Donato, Joao Gilberto, Baden Powell, Luiz Bonfá, Jorge Ben, Leny Andrade, Wilson Simonal y Sergio Mendes, entre otros. La particularidad de estos clubes es que también eran los lugares para escuchar jazz moderno, el querido bebop.

WD

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