El gran acordeonista, que vive en París, tocó en la Fiesta Nacional
del Chamamé en Corrientes, frente a un público que lo ovacionó. Además,
se presentará en Hasta Trilce.
La mirada de Raúl Barboza. La voz contundente de Raúl Barboza. La sonrisa calma de Raúl Barboza en este escenario de Corrientes al que le queda fría la palabra "tórrido". La música de Raúl Barboza.
Tercera noche de la 31ª Fiesta Nacional del Chamamé -y Primera Celebración Mundial del Chamamé Patrimonio Inmaterial de la Humanidad-
en el anfiteatro Mario del Tránsito Cocomarola. La lista de músicos es
larga y de lo más diversa. Y en esa diversidad llega la hora del plato
gourmet: el acordeonista Raúl Barboza hace del chamamé una música delicadísima y la pasea por el mundo.
Así es: este hombre de 83 años que ahora -ya pasó la medianoche- va de blanco y se para a mirar, a comerse con los ojos al público, vive en París desde 1987: ha contado que llegó porque acá en su tierra no conseguía trabajo. Ástor Piazzolla le dio el espaldarazo y adentro.
Tocó, grabó, fue premiado. En 2000 fue nombrado Caballero de las Artes y de las Letras.
Este es el hombre que mira sencillo y grita "Pasajeros al tren, hasta
Corrientes no para" cuando empieza a tocar esa joya que es "Tren
Expreso".
Vive en Francia, honores, todo, pero no se cansa de hablar de su origen guaraní
-los padres son de Curuzú Cuatiá, él ha dicho que nació "por
casualidad" en Buenos Aires- y acá se ve su alegría. "No se imaginan,
queridos amigos y amigas, cuánto es mi placer de estar acá. Durante dos
años el mundo casi se detuvo, no hubo música, ni nada", le dice a su
público: cinco, seis mil personas en silencio.
"Hoy es nuestro primer encuentro con el pueblo correntino. Placer de tocar mi acordeón para que de él salgan las notas que pronuncian mi alma y mi pobre inteligencia".
Cuando arranque "El toro" el público va a gritar. Y Barboza va
a aprovechar para decir que se viene "Pindovy", un tema "en homenaje a
todos los árboles del mundo". Porque quiere, dice "recordar que el árbol
es un ser vivo que no se puede dañar porque sí". La despedida es con
"otra, otra, otra", con "hasta pronto, si Dios me lo permite".
Dos minutos después habla con Revista Ñ en un sencillísimo camarín
desde el que se escucha -demasiado- al recitador que lo sigue. Junto a
él Olga, su esposa, la que lo animó a cruzar el océano, cuida que
mantenga distancia, que no se exponga al contagio.
Casi no se escucha así que, qué remedio, nos acercamos. Y, a los gritos, tratamos de construir un rato de intimidad.
-¿Cómo está después de todo este tiempo?
-Bueno,
no estoy mal, estoy cansado, físicamente nomás, no tengo otro tipo de
cansancio. El cansancio de no hacer nada, de esperar un día y otro día y
otro día y pasan los meses y pasó un año y pasaron casi dos hasta que
pudimos venir. Yo estaba en Francia cuando pasó todo esto,había estado
de gira, nos fuimos para allá y a los pocos días se detonó la pandemia.
-¿Cómo la vivió?
-Eso
fue terrible para todos, no solamente para mí, todo el mundo sufrió las
incertidumbres, las dificultades, no saber qué hacer, estar entre la
duda de saber si uno tenía o no el Covid. Por ahí uno andaba un poco
resfriado por el frío y decía: ¿será que me agarré Covid?
-¿Mientras tanto ensayaba?
-Trabajaba
yo conmigo, o con algún compañero músico, pero con los músicos que
puedo ensayar no puedo tocar mi música porque casi nadie conoce el
chamamé allá. Pero bueno, yo estoy contento porque hago mi tarea en un
país donde existe la libertad de creación y yo soy un humilde creador. Y
tengo mi espacio artístico, no solamente con el público, sino también
con mis colegas músicos.
-Qué idea llevar el chamamé a París...
-Cuando
llegué no hablaba francés, tenía unos pocos pesos, pero aprendí rápido y
encontré un acordeonista, Richard Galliano, que me propuso hacer una
grabación con él. Entonces hicimos dos temas improvisados, no me acuerdo
cuáles, fue muy lindo.
-¿Es diferente tocar en Francia y acá?
-Hay
diferencias. Acá el público reacciona así, como viste. En otros lados
la reacción es el silencio: en Japón no hacen un solo ruido. Estuve en
India, en China, en Argelia, en Israel, en África, en la Unión
Soviética antes de la desaparición del muro de Berlín. Así salió la
posibilidad de irnos a Europa, a Francia.
-Acá conocen los temas...
-El
hecho de que no conozcan los temas no quiere decir que no les guste la
melodía. Seis veces toqué en Japón y siempre me aplaudieron mucho.
-¿Se sintió cómodo en Francia?
-A mi me gustó siempre Francia porque ahí nació Gardel,
muchas veces fue Yupanqui, estudió Astor Piazzolla, que fue compañero
de Stravinsky: no puede tocar mal un hombre que fue compañero de
Stravinsky, pero acá se lo trató mal a Astor.
-¿Y a usted?
-A
mí... ¿cómo diré? El pueblo siempre me quiso porque saben que yo los
quiero, pero las personas que están abocadas a una tarea comercial
buscan la ganancia a cada rato y para ellos no es importante el artista,
sino que el artista pueda hacer dos o tres, cuatro o cinco temas bien
taquilleros y después lo dejan a uno y traen a otro. Por eso decidimos
viajar a Francia.
-Pero acá usted había hecho mucho.
-Allá
llegué, nadie conocía el chamamé porque no hay correntinos. Cierto es
que yo había viajado, desde los 14, 15 años. Anduve por el Chaco con
Julio Luján, acompañando a los hermanos Cena... Hice giras por la
Argentina, desde Salta hasta Tierra del Fuego, cuatro veces con Ariel
Ramírez, con los Chalchaleros, con Mercedes Sosa, con los Quilla Huasi, qué se yo. Y hoy no hay nada, hoy no hay nada.
-¿Qué quiere decir?
-No hay nada interesante.
-¿De lo nuevo no hay nada que le interese?
-Los
chicos nuevos no tienen alguien que les haya enseñado el amor por la
música y no el amor por otras cosas... Bueno, también conozco músicos
muy interesantes, como un chico que se llama Nico Cardozo. Hay artistas
muy buenos, pero no tienen posibilidades de trabajar mientras no hagan
algo comercial. Es lo que me pasó a mí.
-Usted decidió hacer chamamé como alta música.
-Sí, es lo que yo siempre quise hacer, entonces todos me decían: "eso no es chamamé".
-¿En un punto hay un paralelo con Piazzolla?
-No por el tipo de música.
-Por la manera de encararlo.
-Sí,
imaginar cómo se puede embellecer una música. Pero para eso hay que
luchar con muchas cosas. Yo luché, en ningún momento me amedrentaron.
Por eso dije "que sea lo que Dios quiera", y me fui a un lugar en donde
no me fueran a decir si esto es chamamé o no es chamamé. Claro, pero
también podían decir: "esa música no me gusta, andate".
-Pero es muy linda.
-Y
bueno, en Europa me fue muy agradablemente bien, me nombraron
Caballero, mis dos primeros discos de chamamé fueron premiados con la
más alta condecoración. Y yo pensaba: "acá no lo conocen, y premian al
chamamé y en la Argentina no". No es que a mi no me gusten los premios,
hablo de la actitud.
-¿Y ahora se siente reconocido en la Argentina?
-Han
pasado 70 años, luché 70 años para que esto pasara pero no solamente
fue por mí. Otros lucharon. Cuando teníamos que grabar yo me tenía que
ir a la Prefectura a preguntar por el señor Ferrau, dónde estaba,
entonces me decían que estaba en tal barco y yo me iba a buscarlo,
porque él era la persona más indicada en ese momento para cantar. Su
nombre era Juan Farrau, le decían "el Peregrino".
-Otros tiempos.
-Mucha
gente luchó, yo lo he visto. Los lugares de baile eran muy feos,
terminábamos a las 3 de la mañana en pleno invierno... Yo lo hice, nunca
protesté, tampoco ahora estoy protestando.
-Ayer Ofelia
Leiva decía que el chamamé no podía ser tocado en los escenarios
importantes de la Argentina y ahora se lo reconoce en el mundo.
-Pero para eso hubo que luchar.
-¿Y cómo se luchó?
-Cuando
me ofrecieron mucho dinero, cuando me dijeron "maestro, haga un
chamamecito así nomás", o "hacete un trío de cumbia, no seas idiota", me
fui a Brasil, no acepté esa plata. Maestro, yo no lo hago por plata, si
yo gano un dinero es porque la gente entiende.
-Fue cambiando su manera de hacer chamamé?
-Pienso que uno cambia, lo mismo que uno se va haciendo grande y cambia el tipo de ropa, los colores, uno engorda.
-¿Pero también por influencias, por la música que escucha o no?
-A
mí nunca me influyó nadie, a mí me gusta la música del Trío los
Panchos, Carlos Gardel, Piazzolla, la música brasileña, pero no por
eso estoy influido por ellos. Digo "caramba, qué artistas maravillosos",
y yo trato de afinar mi trabajo.
-¿Está componiendo algo?
-No es que uno se sienta y compone algo nuevo, no es que dice: "mañana compongo algo nuevo" y viene.
-¿Y viene?
-A veces no.
Presentaciones
20, 26 y 27 a las 21 en Hasta Trilce - Maza 177 - CABA.
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