El corazón del punk feminista: cómo fue el debut de Bikini Kill en la Argentina

A principios de los '90 fue el grupo fundador del movimiento Riot Grrrl. Está liderado por Kathleen Hanna y Tobi Vail.-Se volvieron a reunir hace cinco años y tocaron en el ART Media porteño, en el marco de su primera gira sudamericana. Pocas bandas en la historia del rock reescribieron las reglas. Y cuando lo hicieron, fue en términos de éxito, producción, sonido, decibeles, moda, marketing. El rock sigue, fracaso tras fracaso,esperando un mesías que se presente en los mismos términos que los que alguna vez triunfaron.Avizorar a los nuevos Beatles, Rolling Stones, Jimi Hendrix, Led Zeppelin, David Bowie, Sex Pistols desde la repetición de sus logros en la mímesis de nuevos intérpretes es donarse al malentendido. Será por eso que desde el día que Kurt Cobain decidió terminar con su vida y la de su grupo, Nirvana, ninguna banda asumió por mérito y sustancia el destino del rock como una palanca de cambio cultural. Dicho todo eso, puede uno destaparse un oído y cubrir el otro. Ento

Raúl Barboza

Entrevista

Raúl Barboza: “Luché 70 años para que reconozcan nuestra música”

El gran acordeonista, que vive en París, tocó en la Fiesta Nacional del Chamamé en Corrientes, frente a un público que lo ovacionó. Además, se presentará en Hasta Trilce.


 

La mirada de Raúl Barboza. La voz contundente de Raúl Barboza. La sonrisa calma de Raúl Barboza en este escenario de Corrientes al que le queda fría la palabra "tórrido". La música de Raúl Barboza.

Tercera noche de la 31ª Fiesta Nacional del Chamamé -y Primera Celebración Mundial del Chamamé Patrimonio Inmaterial de la Humanidad- en el anfiteatro Mario del Tránsito Cocomarola. La lista de músicos es larga y de lo más diversa. Y en esa diversidad llega la hora del plato gourmet: el acordeonista Raúl Barboza hace del chamamé una música delicadísima y la pasea por el mundo.

Así es: este hombre de 83 años que ahora -ya pasó la medianoche- va de blanco y se para a mirar, a comerse con los ojos al público, vive en París desde 1987: ha contado que llegó porque acá en su tierra no conseguía trabajo. Ástor Piazzolla le dio el espaldarazo y adentro.

 

Tocó, grabó, fue premiado. En 2000 fue nombrado Caballero de las Artes y de las Letras. Este es el hombre que mira sencillo y grita "Pasajeros al tren, hasta Corrientes no para" cuando empieza a tocar esa joya que es "Tren Expreso".

Vive en Francia, honores, todo, pero no se cansa de hablar de su origen guaraní -los padres son de Curuzú Cuatiá, él ha dicho que nació "por casualidad" en Buenos Aires- y acá se ve su alegría. "No se imaginan, queridos amigos y amigas, cuánto es mi placer de estar acá. Durante dos años el mundo casi se detuvo, no hubo música, ni nada", le dice a su público: cinco, seis mil personas en silencio.

"Hoy es nuestro primer encuentro con el pueblo correntino. Placer de tocar mi acordeón para que de él salgan las notas que pronuncian mi alma y mi pobre inteligencia".

 

Cuando arranque "El toro" el público va a gritar. Y Barboza va a aprovechar para decir que se viene "Pindovy", un tema "en homenaje a todos los árboles del mundo". Porque quiere, dice "recordar que el árbol es un ser vivo que no se puede dañar porque sí". La despedida es con "otra, otra, otra", con "hasta pronto, si Dios me lo permite".

Dos minutos después habla con Revista Ñ en un sencillísimo camarín desde el que se escucha -demasiado- al recitador que lo sigue. Junto a él Olga, su esposa, la que lo animó a cruzar el océano, cuida que mantenga distancia, que no se exponga al contagio.

Casi no se escucha así que, qué remedio, nos acercamos. Y, a los gritos, tratamos de construir un rato de intimidad.

-¿Cómo está después de todo este tiempo?

-Bueno, no estoy mal, estoy cansado, físicamente nomás, no tengo otro tipo de cansancio. El cansancio de no hacer nada, de esperar un día y otro día y otro día y pasan los meses y pasó un año y pasaron casi dos hasta que pudimos venir. Yo estaba en Francia cuando pasó todo esto,había estado de gira, nos fuimos para allá y a los pocos días se detonó la pandemia.

-¿Cómo la vivió?

-Eso fue terrible para todos, no solamente para mí, todo el mundo sufrió las incertidumbres, las dificultades, no saber qué hacer, estar entre la duda de saber si uno tenía o no el Covid. Por ahí uno andaba un poco resfriado por el frío y decía: ¿será que me agarré Covid?

-¿Mientras tanto ensayaba?

-Trabajaba yo conmigo, o con algún compañero músico, pero con los músicos que puedo ensayar no puedo tocar mi música porque casi nadie conoce el chamamé allá. Pero bueno, yo estoy contento porque hago mi tarea en un país donde existe la libertad de creación y yo soy un humilde creador. Y tengo mi espacio artístico, no solamente con el público, sino también con mis colegas músicos.

-Qué idea llevar el chamamé a París...

-Cuando llegué no hablaba francés, tenía unos pocos pesos, pero aprendí rápido y encontré un acordeonista, Richard Galliano, que me propuso hacer una grabación con él. Entonces hicimos dos temas improvisados, no me acuerdo cuáles, fue muy lindo.

-¿Es diferente tocar en Francia y acá?

-Hay diferencias. Acá el público reacciona así, como viste. En otros lados la reacción es el silencio: en Japón no hacen un solo ruido. Estuve en India, en China, en Argelia, en Israel, en África, en la Unión Soviética antes de la desaparición del muro de Berlín. Así salió la posibilidad de irnos a Europa, a Francia.

-Acá conocen los temas...

-El hecho de que no conozcan los temas no quiere decir que no les guste la melodía. Seis veces toqué en Japón y siempre me aplaudieron mucho.

-¿Se sintió cómodo en Francia?

-A mi me gustó siempre Francia porque ahí nació Gardel, muchas veces fue Yupanqui, estudió Astor Piazzolla, que fue compañero de Stravinsky: no puede tocar mal un hombre que fue compañero de Stravinsky, pero acá se lo trató mal a Astor.

-¿Y a usted?

-A mí... ¿cómo diré? El pueblo siempre me quiso porque saben que yo los quiero, pero las personas que están abocadas a una tarea comercial buscan la ganancia a cada rato y para ellos no es importante el artista, sino que el artista pueda hacer dos o tres, cuatro o cinco temas bien taquilleros y después lo dejan a uno y traen a otro. Por eso decidimos viajar a Francia.

-Pero acá usted había hecho mucho.

-Allá llegué, nadie conocía el chamamé porque no hay correntinos. Cierto es que yo había viajado, desde los 14, 15 años. Anduve por el Chaco con Julio Luján, acompañando a los hermanos Cena... Hice giras por la Argentina, desde Salta hasta Tierra del Fuego, cuatro veces con Ariel Ramírez, con los Chalchaleros, con Mercedes Sosa, con los Quilla Huasi, qué se yo. Y hoy no hay nada, hoy no hay nada.

-¿Qué quiere decir?

-No hay nada interesante.

-¿De lo nuevo no hay nada que le interese?

-Los chicos nuevos no tienen alguien que les haya enseñado el amor por la música y no el amor por otras cosas... Bueno, también conozco músicos muy interesantes, como un chico que se llama Nico Cardozo. Hay artistas muy buenos, pero no tienen posibilidades de trabajar mientras no hagan algo comercial. Es lo que me pasó a mí.

-Usted decidió hacer chamamé como alta música.

-Sí, es lo que yo siempre quise hacer, entonces todos me decían: "eso no es chamamé".

-¿En un punto hay un paralelo con Piazzolla?

-No por el tipo de música.

-Por la manera de encararlo.

-Sí, imaginar cómo se puede embellecer una música. Pero para eso hay que luchar con muchas cosas. Yo luché, en ningún momento me amedrentaron. Por eso dije "que sea lo que Dios quiera", y me fui a un lugar en donde no me fueran a decir si esto es chamamé o no es chamamé. Claro, pero también podían decir: "esa música no me gusta, andate".

-Pero es muy linda.

-Y bueno, en Europa me fue muy agradablemente bien, me nombraron Caballero, mis dos primeros discos de chamamé fueron premiados con la más alta condecoración. Y yo pensaba: "acá no lo conocen, y premian al chamamé y en la Argentina no". No es que a mi no me gusten los premios, hablo de la actitud.

-¿Y ahora se siente reconocido en la Argentina? 

-Han pasado 70 años, luché 70 años para que esto pasara pero no solamente fue por mí. Otros lucharon. Cuando teníamos que grabar yo me tenía que ir a la Prefectura a preguntar por el señor Ferrau, dónde estaba, entonces me decían que estaba en tal barco y yo me iba a buscarlo, porque él era la persona más indicada en ese momento para cantar. Su nombre era Juan Farrau, le decían "el Peregrino".

-Otros tiempos.

-Mucha gente luchó, yo lo he visto. Los lugares de baile eran muy feos, terminábamos a las 3 de la mañana en pleno invierno... Yo lo hice, nunca protesté, tampoco ahora estoy protestando.

-Ayer Ofelia Leiva decía que el chamamé no podía ser tocado en los escenarios importantes de la Argentina y ahora se lo reconoce en el mundo.

-Pero para eso hubo que luchar.

-¿Y cómo se luchó?

-Cuando me ofrecieron mucho dinero, cuando me dijeron "maestro, haga un chamamecito así nomás", o "hacete un trío de cumbia, no seas idiota", me fui a Brasil, no acepté esa plata. Maestro, yo no lo hago por plata, si yo gano un dinero es porque la gente entiende.

-Fue cambiando su manera de hacer chamamé?

-Pienso que uno cambia, lo mismo que uno se va haciendo grande y cambia el tipo de ropa, los colores, uno engorda.

-¿Pero también por influencias, por la música que escucha o no?

-A mí nunca me influyó nadie, a mí me gusta la música del Trío los Panchos, Carlos Gardel, Piazzolla, la música brasileña, pero no por eso estoy influido por ellos. Digo "caramba, qué artistas maravillosos", y yo trato de afinar mi trabajo.

-¿Está componiendo algo?

-No es que uno se sienta y compone algo nuevo, no es que dice: "mañana compongo algo nuevo" y viene.

-¿Y viene?

-A veces no.

Presentaciones

20, 26 y 27 a las 21 en Hasta Trilce - Maza 177 - CABA.

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