Luis Gribaldo era uno de los integrantes históricos de la banda del fallecido cantante "Ricky" Espinosa. En una filmación hecha por sus seguidores, afirma que el Presidente es anarquista e insulta a Perón y al kirchnerismo. https://youtube.com/shorts/ivRfn_KX-eQ?si=MXfD8_5n-7-U_tpx La nueva grieta entre quienes apoyan las políticas del presidente Javier Milei causó una inesperada división entre los integrantes de una histórica banda de punk rock argentino. Se trata de Flema, el grupo que supo liderar el fallecido cantante Ricky Espinosa, que continúa con alguno de sus miembros en la actualidad. El guitarrista Luis Gribaldo, más conocido como Luichi fue expulsado de la banda luego que se viralizara un polémico video de él, donde se lo puede ver en estado de ebriedad, entre gritos e insultos, apoyando a Milei. En el video también se ve cómo un hombre le ofrece cocaína a una chica que está con el grupo que discute con el músico. "Aguante Milei", grita el hombre a unos...
Julieta Laso
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Julieta Laso: el increíble camino de una artista musical que toma riesgos
Pasó de cantar en la ducha a ser la voz de la Orquesta Típica
Fernández Fierro. Pero pegó un volantazo para irse a vivir a Salta con
Lucrecia Martel, su pareja. Acaba de lanzar un disco potente y
ecléctico.
A los 39 años está en un momento notable de su carrera. Foto: Fernando de la Orden.
Julieta baja cantando. Practica para el concierto de una amiga
pianista. Es un sábado de sol y es el centro comercial de Villa Crespo,
pero al tercer y último piso de este edificio antiguo no entra el ruido, aun con la ventana abierta.
La vista hacia afuera son paredes rojizas; hacia adentro es madera lustrada: un loft con entrepiso donde ahora deja de sonar un documental de tangueros para, veloz y sucintamente, hablar ella.
Julieta
Laso -el pelo crespo para el costado, blazer negro sobre remera blanca,
jean sostenido con un cinturón roto– está promocionando su cuarto
disco, Cabeza negra, once canciones populares históricas y contemporáneas, reversionadas con una imponente formación de tango y la percusión norteña más simple y entrañable.
“Viniendo de nosotros dos no iba a ser un canto a la vida”, dice Julieta sobre el trabajo “trágico y telúrico” que la reencontró con Yuri Venturin, director y contrabajista de la Orquesta Típica Fernández Fierro, donde ella cantó entre 2014 y 2018.
Cantó en la Orquesta Típica Fernández Fierro desde 2014 hasta 2018. Foto: Fernando de la Orden.
La anécdota es conocida y digna de repetir: en un complejo de
viviendas unidas por un pasillo común en Parque Chacabuco, Julieta era
vecina de la pareja de Yuri, que un día la escuchó cantando en el baño o en el patio y la invitó a probarse.
Ella
venía despuntando su carrera hacía unos años: estudió con la maestra de
Mercedes Sosa, Beatriz Muñoz, se fogueó en la milonga La Independencia,
grabó su primer disco, Tango Rante (2010), acompañada por los músicos del Cuarteto La Púa, todo sin que la música fuera su plan A.
Antes, desde los nueve años, Julieta quiso y trabajó para ser actriz. “Mi ídola es Tita Merello desde siempre”, dice.
Esa mirada y esa voz
Aprendió el oficio de ser retratada y su fotogenia es alucinante: su cara ríe, llora y grita con la sola mueca de estar frente a un sol de invierno.
Ella dice “ponele”: “Tengo una buena relación con la cámara porque cuando era actriz vivía de sacarme fotos para pintores y fotógrafos. Lo que no me divierte es la parte del maquillaje”.
Basta
verla en la portada del nuevo álbum (colaboraron la drag queen Katrina
Raissa y el diseñador Alejandro Ros, entre otres), con labial morado y
delineador, mirada de ave rapaz en un medio perfil que
deja un ojo justo en el centro de la imagen y el otro tapado por un
impresionante tocado negro: un infinito, o intestino, de bandoneones.
Su nuevo disco es tan valioso como fuera de norma. Foto: Fernando de la Orden.
En Cabeza negra suenan cuatro a la vez con voces distintas,
formación con pocas experiencias –Pugliese grabó algo, dicen– y nunca
probada con cantante.
Propuesta de Venturin, que además toca el contrabajo y la caja. Salvo un cambio por bombo legüero y bajo eléctrico en Mi mariposa triste –oscuro recuerdo de la zamba de Daniel Toro–, la formación es la misma a lo largo de todo el disco, sin cantantes invitados.
“Todo fue una propuesta muy audaz”, dice Julieta. “No voy a decir que no tuve miedo al principio. Pero me gustó mucho desde el primer tema que grabamos, Fuga de Ausencias
de Alejandro Guyot. En la segunda sesión ya aparece Yuli con la caja y
me encanta lo que sucede. Es el primer disco en el que siento que mi
experiencia norteña aparece. Siento que todo lo que escuchás lo conocés,
viene de un lugar muy nuestro, pero a la vez hay algún sonido raro, que
puede sonar nuevo. Es un disco complejo, conceptual. Creo que hay que
escucharlo completo. Estoy muy conforme.”
Allá en Salta
Desde hace dos años, Julieta vive en Salta, en pareja con la directora de cine Lucrecia Martel. En la película Zama,
de Martel, se oye la voz de Julieta donde nadie se lo espera: grabó los
pregones de los vendedores de pescados, de los que ofrecen sábalos y
surubíes.
La casa que comparten queda en las afueras. Viven acompañadas de un dúo musical, Las Whisky, además de dos perros de raza Pila.
Cuando Julieta mira televisión, no puede creer que las noticias sólo se enfoquen en la Capital. Vivir en Salta es mucho más que vivir lejos: es como “vivir afuera”. La adaptación llegó de a poco para esta chica nacida en Boedo y criada en La Paternal.
“Vivimos en el campo, en una zona llamada La Calderilla, estamos justo frente al cerro”, cuenta.
“Con
Lucrecia compartimos con placer las tareas de campo, mientras ella es
más amante de andar en tractor y el uso de herramientas, yo me ocupo de
las plantas y de la huerta.”
Todo lo que puede decir sobre su
vínculo con la directora gira en torno del amor. “Compartir la vida con
Lucrecia es un privilegio que me ha tocado”, confiesa.
“Es la persona que más me inspira en el planeta Tierra;
me hace crecer en todo sentido, me interpela y, sobre todo, amo cómo
nos reímos juntas. Sus planes siempre están plagados de aventuras y la
sigo. Ella es lo mejor que me pasó en la vida.”
Julieta y Lucrecia son amantes de la tertulia. De todo tipo de tertulia. En plena pandemia, filmaron un encuentro típico con amigas de la zona –la reconocida coplera Mariana Carrizo, la primera coplera trans de los valles calchaquíes
Lorena Carpanchay, la rapera B Yami–, el unitario Terminal Norte que se
puede ver por cont.ar. Ahí se ve a Julieta ensayando con su pianista
habitual, Noelia Sinkunas, y el maestro de guitarreros salteño, Bubu
Ríos.
Laso conoció a Lucrecia Martel, la talentosa directora de cine, hace seis años./ Foto: Fernando de la Orden.
“Nunca me imaginé que iba a terminar viviendo en Salta. Todavía camino por los cerros y no puedo creerlo. Me está modificando mucho internamente vivir ahí.
Tengo una atracción por el norte argentino desde siempre, es algo que
no puedo explicar muy bien. Siempre fui a los carnavales, a los
encuentros copleros. La música del norte me gusta mucho; la diversidad
cultural que hay me llama poderosamente la atención. Y salir del lugar
donde uno vivió siempre es una experiencia increíble que nunca había
vivido", dice.
Y agrega: "Cuando me conocí con Lucrecia, hace seis
años, me dijo que quería vivir en Salta y simplemente le pedí que me
diera el tiempo para seguir con la orquesta unos años. Una vez que
pasaron esos años, le dije ‘Listo, vamos’.”
Durante unos meses le dolió el pecho, tan literal era el síntoma, que se tuvo que hacer estudios, pero cuando pudo comunicarle a Yuri la decisión de irse a Salta, se le fue la dolencia
automáticamente. Sentía que una vida había pasado desde aquel debut a
las apuradas al frente de la Fierro en Australia. Aquella vez tenía la
mente tan en blanco que cantó todo el recital de memoria, como por
fonética.
“Al final del show, los compañeros me saludaron
tímidamente y me dejaron. Se subieron a un bondi y se fueron a ver a Del
Potro. Yo me fui al hotel, llegué, me miré al espejo, y me hablé un
rato: ‘Mañana, Juli, es tu momento’. Y al otro día salió todo
espectacular.”
Más que una capacidad, cantar es una necesidad para mí. Es una forma de encontrarme con los demás, canto para comunicarme."
Julieta Laso, artista musical
Con
ella en la voz, resultó un ensamble orgánico y próspero, difícil de
romper. Además de todo el aprendizaje, fueron sus primeros viajes, su
primera estabilidad económica después de esa década en la que intentar vivir de la actuación casi la hace tirar la toalla. Se sentía abatida: había tenido alguna experiencia no muy agradable y era muy difícil trabajar de eso.
“Hasta que apareció el tango y me salvó la vida”,
dice. Nunca se había imaginado cantar, pero en tal caso no podía ser
otra cosa. “Me ayudó mucha gente, esa gente que te aconseja, que te ve
algo. Fui corriendo a estudiar. Salía y me iba a la milonga, adonde
jamás había ido. A las tres de la mañana, salía a cantar con los músicos
que tocaban ahí, atrás del piano, toda escondida de los nervios.
Después empecé a encontrarle el sabor y no faltaba ni un solo jueves”.
Otra vez actriz
Hace
no mucho también se reencontró con su profesor de clown de fines de los
‘90, Toto Castiñeiras, actor con carrera en el Cirque du Soleil,
dramaturgo y director, quien nos ayudará a describir a la actriz que hay
detrás de la actual cantante.
“La vi manifestándose, creciendo
como una enredadera que toma el muro por sorpresa y lo habita, cambiando
del verde al naranja y a todos los otros colores sin parar”, dice él,
que el año pasado la llevó de vuelta a la profesión con Ojo de Pombero, última obra de su trilogía que explora los mitos y costumbres norteñas.
“Juli
interpreta a La Juanita Chica, una humanidad frágil, ingenua y a la vez
quebrada, que lleva en sus entrañas al hijo del Pombero, personaje de
la mitología guaraní que abusa de las niñas. Nadie como ella y su
instrumento vocal para contar lo injusto del desamparo”, sigue
Castiñeiras.
Sus primeros pasos fueron en la actuación, Su ídola es Tita Merello. Foto: Fernando de la Orden.
Julieta estudió piano y guitarra, pero no pudo ser constante. Un poco más logró con la caja, y es suyo el golpe inicial de Cabeza Negra,
un pregón que además es una incipiente escritura propia: “No me hubiese
animado a ponerlo, pero se lo mostré a Yuri que suele ser bastante
exigente y dijo que sí”.
Venturín también la empujó para subir los tonos, un acierto que, aplicado a este repertorio atronador y dulce, exalta su voz milonguera y la transforma en toda una cantora de su tierra. Buscar en Otoño su ronquera más familiar, pero imperdible es escucharla en temas como Corazón Maldito, de Violeta Parra o Llámame cuando amanezca, de Horacio Guarany.
Oiganla
en una frase como “Cuando apago la luz, cuando voy a dormir, los
fantasmas se aprietan en mí”, o como “Me desperté, llegué tarde a la
escuela por darle de comer a mi niñez”, de esa canción tremenda que es Ejercicio, de Luciana Mocchi. “Es la liturgia de escuchar canciones de protesta, como si fueran de amor”, escribió Martel sobre el disco de su pareja.
“Más que una capacidad es una necesidad, para mí, cantar”, dice Julieta. “Es como una forma de abrazar al otro,
de encontrarme con los demás. Eso siempre fue un leitmotiv en todo lo
que hice. Lo que tuve que mejorar fue la técnica, pero yo canto para
comunicarme.”
Después de presentar Cabeza Negra en el teatro Margarita Xirgu, ya tiene pasaje de vuelta a Salta, planes de gira por el interior con el disco y la obra Ojo de Pombero, además de un lugar en el jurado del reality salteño Juego de Reinas, la primera batalla de drag queens de la tevé argentina, en la línea de las que creó RuPaul, junto a Martel y Valeria Bertucelli.
“No me está faltando nada”,
dice a los 39 años, con un pie en el ascensor y otro en el recital de
su amiga, en acción aunque esté inmóvil, Julieta Laso, con toda su
expresión y todo su misterio.
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