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A principios de los '90 fue el grupo fundador del movimiento Riot Grrrl. Está liderado por Kathleen Hanna y Tobi Vail.-Se volvieron a reunir hace cinco años y tocaron en el ART Media porteño, en el marco de su primera gira sudamericana. Pocas bandas en la historia del rock reescribieron las reglas. Y cuando lo hicieron, fue en términos de éxito, producción, sonido, decibeles, moda, marketing. El rock sigue, fracaso tras fracaso,esperando un mesías que se presente en los mismos términos que los que alguna vez triunfaron.Avizorar a los nuevos Beatles, Rolling Stones, Jimi Hendrix, Led Zeppelin, David Bowie, Sex Pistols desde la repetición de sus logros en la mímesis de nuevos intérpretes es donarse al malentendido. Será por eso que desde el día que Kurt Cobain decidió terminar con su vida y la de su grupo, Nirvana, ninguna banda asumió por mérito y sustancia el destino del rock como una palanca de cambio cultural. Dicho todo eso, puede uno destaparse un oído y cubrir el otro. Ento

Julieta Laso

Julieta Laso: el increíble camino de una artista musical que toma riesgos

Pasó de cantar en la ducha a ser la voz de la Orquesta Típica Fernández Fierro. Pero pegó un volantazo para irse a vivir a Salta con Lucrecia Martel, su pareja. Acaba de lanzar un disco potente y ecléctico.

Julieta Laso: el increíble camino de una artista musical que toma riesgos

A los 39 años está en un momento notable de su carrera. Foto: Fernando de la Orden.

Julieta baja cantando. Practica para el concierto de una amiga pianista. Es un sábado de sol y es el centro comercial de Villa Crespo, pero al tercer y último piso de este edificio antiguo no entra el ruido, aun con la ventana abierta.

Julieta Laso -el pelo crespo para el costado, blazer negro sobre remera blanca, jean sostenido con un cinturón roto– está promocionando su cuarto disco, Cabeza negra, once canciones populares históricas y contemporáneas, reversionadas con una imponente formación de tango y la percusión norteña más simple y entrañable.

Viniendo de nosotros dos no iba a ser un canto a la vida”, dice Julieta sobre el trabajo “trágico y telúrico” que la reencontró con Yuri Venturin, director y contrabajista de la Orquesta Típica Fernández Fierro, donde ella cantó entre 2014 y 2018.

Cantó en la Orquesta Típica Fernández Fierro desde 2014 hasta 2018. Foto: Fernando de la Orden.

Cantó en la Orquesta Típica Fernández Fierro desde 2014 hasta 2018. Foto: Fernando de la Orden.

La anécdota es conocida y digna de repetir: en un complejo de viviendas unidas por un pasillo común en Parque Chacabuco, Julieta era vecina de la pareja de Yuri, que un día la escuchó cantando en el baño o en el patio y la invitó a probarse.

Ella venía despuntando su carrera hacía unos años: estudió con la maestra de Mercedes Sosa, Beatriz Muñoz, se fogueó en la milonga La Independencia, grabó su primer disco, Tango Rante (2010), acompañada por los músicos del Cuarteto La Púa, todo sin que la música fuera su plan A.

Antes, desde los nueve años, Julieta quiso y trabajó para ser actriz. “Mi ídola es Tita Merello desde siempre”, dice.

Esa mirada y esa voz

Aprendió el oficio de ser retratada y su fotogenia es alucinante: su cara ríe, llora y grita con la sola mueca de estar frente a un sol de invierno.

Ella dice “ponele”: “Tengo una buena relación con la cámara porque cuando era actriz vivía de sacarme fotos para pintores y fotógrafos. Lo que no me divierte es la parte del maquillaje”.

Basta verla en la portada del nuevo álbum (colaboraron la drag queen Katrina Raissa y el diseñador Alejandro Ros, entre otres), con labial morado y delineador, mirada de ave rapaz en un medio perfil que deja un ojo justo en el centro de la imagen y el otro tapado por un impresionante tocado negro: un infinito, o intestino, de bandoneones.

Su nuevo disco es tan valioso como fuera de norma. Foto: Fernando de la Orden.

Su nuevo disco es tan valioso como fuera de norma. Foto: Fernando de la Orden.

En Cabeza negra suenan cuatro a la vez con voces distintas, formación con pocas experiencias –Pugliese grabó algo, dicen– y nunca probada con cantante.

Propuesta de Venturin, que además toca el contrabajo y la caja. Salvo un cambio por bombo legüero y bajo eléctrico en Mi mariposa triste –oscuro recuerdo de la zamba de Daniel Toro–, la formación es la misma a lo largo de todo el disco, sin cantantes invitados.

“Todo fue una propuesta muy audaz”, dice Julieta. “No voy a decir que no tuve miedo al principio. Pero me gustó mucho desde el primer tema que grabamos, Fuga de Ausencias de Alejandro Guyot. En la segunda sesión ya aparece Yuli con la caja y me encanta lo que sucede. Es el primer disco en el que siento que mi experiencia norteña aparece. Siento que todo lo que escuchás lo conocés, viene de un lugar muy nuestro, pero a la vez hay algún sonido raro, que puede sonar nuevo. Es un disco complejo, conceptual. Creo que hay que escucharlo completo. Estoy muy conforme.”

Allá en Salta

Desde hace dos años, Julieta vive en Salta, en pareja con la directora de cine Lucrecia Martel. En la película Zama, de Martel, se oye la voz de Julieta donde nadie se lo espera: grabó los pregones de los vendedores de pescados, de los que ofrecen sábalos y surubíes.

La casa que comparten queda en las afueras. Viven acompañadas de un dúo musical, Las Whisky, además de dos perros de raza Pila.

Cuando Julieta mira televisión, no puede creer que las noticias sólo se enfoquen en la Capital. Vivir en Salta es mucho más que vivir lejos: es como “vivir afuera”. La adaptación llegó de a poco para esta chica nacida en Boedo y criada en La Paternal.

“Vivimos en el campo, en una zona llamada La Calderilla, estamos justo frente al cerro”, cuenta.

“Con Lucrecia compartimos con placer las tareas de campo, mientras ella es más amante de andar en tractor y el uso de herramientas, yo me ocupo de las plantas y de la huerta.”

Todo lo que puede decir sobre su vínculo con la directora gira en torno del amor. “Compartir la vida con Lucrecia es un privilegio que me ha tocado”, confiesa.

Es la persona que más me inspira en el planeta Tierra; me hace crecer en todo sentido, me interpela y, sobre todo, amo cómo nos reímos juntas. Sus planes siempre están plagados de aventuras y la sigo. Ella es lo mejor que me pasó en la vida.”

Julieta y Lucrecia son amantes de la tertulia. De todo tipo de tertulia. En plena pandemia, filmaron un encuentro típico con amigas de la zona –la reconocida coplera Mariana Carrizo, la primera coplera trans de los valles calchaquíes Lorena Carpanchay, la rapera B Yami–, el unitario Terminal Norte que se puede ver por cont.ar. Ahí se ve a Julieta ensayando con su pianista habitual, Noelia Sinkunas, y el maestro de guitarreros salteño, Bubu Ríos.

Laso conoció a Lucrecia Martel, la talentosa directora de cine, hace seis años./ Foto: Fernando de la Orden.

Laso conoció a Lucrecia Martel, la talentosa directora de cine, hace seis años./ Foto: Fernando de la Orden.

“Nunca me imaginé que iba a terminar viviendo en Salta. Todavía camino por los cerros y no puedo creerlo. Me está modificando mucho internamente vivir ahí. Tengo una atracción por el norte argentino desde siempre, es algo que no puedo explicar muy bien. Siempre fui a los carnavales, a los encuentros copleros. La música del norte me gusta mucho; la diversidad cultural que hay me llama poderosamente la atención. Y salir del lugar donde uno vivió siempre es una experiencia increíble que nunca había vivido", dice.

Y agrega: "Cuando me conocí con Lucrecia, hace seis años, me dijo que quería vivir en Salta y simplemente le pedí que me diera el tiempo para seguir con la orquesta unos años. Una vez que pasaron esos años, le dije ‘Listo, vamos’.”

Durante unos meses le dolió el pecho, tan literal era el síntoma, que se tuvo que hacer estudios, pero cuando pudo comunicarle a Yuri la decisión de irse a Salta, se le fue la dolencia automáticamente. Sentía que una vida había pasado desde aquel debut a las apuradas al frente de la Fierro en Australia. Aquella vez tenía la mente tan en blanco que cantó todo el recital de memoria, como por fonética.

“Al final del show, los compañeros me saludaron tímidamente y me dejaron. Se subieron a un bondi y se fueron a ver a Del Potro. Yo me fui al hotel, llegué, me miré al espejo, y me hablé un rato: ‘Mañana, Juli, es tu momento’. Y al otro día salió todo espectacular.”

Más que una capacidad, cantar es una necesidad para mí. Es una forma de encontrarme con los demás, canto para comunicarme."

Julieta Laso, artista musical

Con ella en la voz, resultó un ensamble orgánico y próspero, difícil de romper. Además de todo el aprendizaje, fueron sus primeros viajes, su primera estabilidad económica después de esa década en la que intentar vivir de la actuación casi la hace tirar la toalla. Se sentía abatida: había tenido alguna experiencia no muy agradable y era muy difícil trabajar de eso.

“Hasta que apareció el tango y me salvó la vida”, dice. Nunca se había imaginado cantar, pero en tal caso no podía ser otra cosa. “Me ayudó mucha gente, esa gente que te aconseja, que te ve algo. Fui corriendo a estudiar. Salía y me iba a la milonga, adonde jamás había ido. A las tres de la mañana, salía a cantar con los músicos que tocaban ahí, atrás del piano, toda escondida de los nervios. Después empecé a encontrarle el sabor y no faltaba ni un solo jueves”.

Otra vez actriz

Hace no mucho también se reencontró con su profesor de clown de fines de los ‘90, Toto Castiñeiras, actor con carrera en el Cirque du Soleil, dramaturgo y director, quien nos ayudará a describir a la actriz que hay detrás de la actual cantante.

“La vi manifestándose, creciendo como una enredadera que toma el muro por sorpresa y lo habita, cambiando del verde al naranja y a todos los otros colores sin parar”, dice él, que el año pasado la llevó de vuelta a la profesión con Ojo de Pombero, última obra de su trilogía que explora los mitos y costumbres norteñas.

“Juli interpreta a La Juanita Chica, una humanidad frágil, ingenua y a la vez quebrada, que lleva en sus entrañas al hijo del Pombero, personaje de la mitología guaraní que abusa de las niñas. Nadie como ella y su instrumento vocal para contar lo injusto del desamparo”, sigue Castiñeiras.

Sus primeros pasos fueron en la actuación, Su ídola es Tita Merello. Foto: Fernando de la Orden.

Sus primeros pasos fueron en la actuación, Su ídola es Tita Merello. Foto: Fernando de la Orden.

Julieta estudió piano y guitarra, pero no pudo ser constante. Un poco más logró con la caja, y es suyo el golpe inicial de Cabeza Negra, un pregón que además es una incipiente escritura propia: “No me hubiese animado a ponerlo, pero se lo mostré a Yuri que suele ser bastante exigente y dijo que sí”.

Venturín también la empujó para subir los tonos, un acierto que, aplicado a este repertorio atronador y dulce, exalta su voz milonguera y la transforma en toda una cantora de su tierra. Buscar en Otoño su ronquera más familiar, pero imperdible es escucharla en temas como Corazón Maldito, de Violeta Parra o Llámame cuando amanezca, de Horacio Guarany.

Oiganla en una frase como “Cuando apago la luz, cuando voy a dormir, los fantasmas se aprietan en mí”, o como “Me desperté, llegué tarde a la escuela por darle de comer a mi niñez”, de esa canción tremenda que es Ejercicio, de Luciana Mocchi. “Es la liturgia de escuchar canciones de protesta, como si fueran de amor”, escribió Martel sobre el disco de su pareja.

“Más que una capacidad es una necesidad, para mí, cantar”, dice Julieta. “Es como una forma de abrazar al otro, de encontrarme con los demás. Eso siempre fue un leitmotiv en todo lo que hice. Lo que tuve que mejorar fue la técnica, pero yo canto para comunicarme.”

Después de presentar Cabeza Negra en el teatro Margarita Xirgu, ya tiene pasaje de vuelta a Salta, planes de gira por el interior con el disco y la obra Ojo de Pombero, además de un lugar en el jurado del reality salteño Juego de Reinas, la primera batalla de drag queens de la tevé argentina, en la línea de las que creó RuPaul, junto a Martel y Valeria Bertucelli.

No me está faltando nada”, dice a los 39 años, con un pie en el ascensor y otro en el recital de su amiga, en acción aunque esté inmóvil, Julieta Laso, con toda su expresión y todo su misterio. 

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