A 23 años de la muerte de Joey: por qué Ramone y otras curiosidades del rey del punk

Su traumática infancia. El bullying en la escuela. Su precaria salud. La redención a través del rock y el por qué de su nombre. La idolatría en Argentina y los 20 años sin hablar con el guitarrista Johnny Ramone. Jeffrey Ross Hyman, conocido como Joey Ramone, nació el 19 de mayo de 1951 en el seno de una familia judía de Forest Hills, Queens, Nueva York, hace hoy 73 años. Un dato que pocos conocen, es que al nacer, tenía un teratoma adosado a la columna vertebral, por unfeto de un gemelo que no había terminado de desarrollarse. Se lo removieron con una cirugía. Pero nunca dejó de tener problemas físicos y psicológicos por aquel tumor extraño. Los seguidores de Ramones -banda pionera de punk rock que Joey integró entre 1974 y 1996 Jeffrey era un muchacho introvertido y solitario, de 1 metro 98, flaco y desgarbado, ojos miopes saltones, anteojos de muchísimas dioptrías y dentadura asimétrica. La futura estrella estudió en el Forest Hills High School, donde sufria bullying. Sus padres se

Juanse y la misión de abrir oídos con el rock & roll: “Uno piensa que la gente no escucha”

 

Juanse y la misión de abrir oídos con el rock & roll: “Uno piensa que la gente no escucha”

En entrevista con Teleshow, el líder de Ratones Paranoicos habla de Effatá, su nuevo disco, que presentará en Obras Sanitarias el próximo 17 de diciembre. Su matrimonio de más de 28 años, el vínculo con sus hijos y un recuerdo de Diego Maradona





https://www.infobae.com/teleshow/2022/11/04/juanse-y-la-mision-de-abrir-oidos-con-el-rock-roll-uno-piensa-que-la-gente-no-escucha/



Ezequiel Ruiz

“Jesús estaba volviendo del Mar de Galilea y encuentra a un sordomudo. Entonces, la gente que estaba permanentemente a su alrededor le pide que por favor haga algo por él. Él lo mira y hace como una pasta con la saliva y la tierra. Le hace sacar la lengua, le apoya uno de sus dedos y también le tapa los oídos con los dedos. Y dice: ‘Effatá’, que en arameo, significa ‘ábrete’, pero también ‘abre tus oídos’. E inmediatamente empezó a hablar y a escuchar. Y bueno, a mi me gustó el concepto ese de que escuchen, ¿no?”. Aunque esta historia está en los libros de Marcos en el Nuevo Testamento, ahora tiene más que ver con el evangelio rockero según Juanse.

Effatá es cómo se llama su nuevo disco solista, que está viendo la luz este viernes 4 de noviembre. En diálogo con Teleshow, el también líder de Ratones Paranoicos explica título y concepto de este trabajo que lo define como “muy ratón”. Amén del estilo directo y casi ortodoxo del álbum (con títulos rotundos como “Roca dura”, “Buen motor” y “Agujas”), de algún modo se trata de un retorno a las raíces, ya que lo trabajó mano a mano con Gustavo Gauvry, productor que descubrió al histórico grupo de rock & roll allá por los años 80.

“Interiormente uno piensa que la gente no escucha, ¿no te pasa? Esto es evocar ese concepto para hacerlo parabólico. No es cuestión de querer endiosarme, sino que es un intento personal, nuestro, de destapar algunos oídos”, insiste Juanse. “Tomamos la decisión de volver al sonido de Ratones pero actualizado, digamos. Nos estamos haciendo cargo de una etapa, de un sonido que tiene ese recurso de ir directo al corazón”, explica de este trabajo que presentará el próximo 17 de diciembre en Obras Sanitarias, un lugar que conoce bien tanto arriba como abajo del escenario.

“Jan Hammer con Spinetta, Almendra que volvió a Obras, igual que Manal. Van Halen, que fue uno de los shows más grosos que vi en mi vida, junto con el de Queen en Vélez. Chuck Berry, Bob Dylan… Inclusive vi a los Ratones, porque cuando me tiraba al público, también pude verlos”, recuerda y se ríe al recordar aquello que vio en el “templo del rock”.



—”Ya no puedo dejar de tocar rocanrol”, patentaste en una canción. ¿Cómo te resulta seguir entusiasmado por esta música, en esta época?

—Hay que tener poder de persuasión porque hace 70 años que vienen diciendo que el rock & roll va a dejar de existir. Pero mientras haya bandas, nacionales e internacionales, eso no ocurre. Lo que hago yo vendría a ser como cargas de profundidad. En la guerra se define así. Todavía hay cargas de profundidad de la Segunda Guerra Mundial que siguen saliendo a flote y explotan. Creo que ya dejó de ser un estilo que va a través de lo que podría ser la difusión. Pero la publicidad hace que también funcione, que se reactiven muchas cosas.

—Parte de esta publicidad fue tu aparición en Masterchef Celebrity, ¿no?

—Claro. Después de haber dicho tres veces que no, entré en un formato -el reality- que para mi era completamente desconocido. Y eso, de alguna manera, reactivó algo que supongo que funcionó de esta manera: el nene le preguntó al papá quién era el sujeto ese que estaba ahí. El papá lo llevó a algún anaquel en el living y de algún rincón habrá agarrado un CD. Eso hizo que por encadenamiento se haya renovado el share nuestro, por decirlo de alguna manera.

—Vos nunca renegaste de eso, por otro lado. Los Ratones fueron un graffitti casi al mismo tiempo que una banda, se asociaron a una marca de cerveza para volver, siempre estuvieron en los programas de la tele en el prime time...

—Siempre tuve claro el concepto de propaganda, que no es negativo. Obviamente, muchos lo toman como algo negativo, pero en definitiva todos la ejercemos, porque tratamos de difundir lo que hacemos. Si nos encerramos en nuestro propio ego, nuestro propio acervo personal interior... Y bueno, tenemos que renunciar a todo eso que tenemos a disposición para poder hacer que se nos escuche.






Ezequiel Ruiz

“Jesús estaba volviendo del Mar de Galilea y encuentra a un sordomudo. Entonces, la gente que estaba permanentemente a su alrededor le pide que por favor haga algo por él. Él lo mira y hace como una pasta con la saliva y la tierra. Le hace sacar la lengua, le apoya uno de sus dedos y también le tapa los oídos con los dedos. Y dice: ‘Effatá’, que en arameo, significa ‘ábrete’, pero también ‘abre tus oídos’. E inmediatamente empezó a hablar y a escuchar. Y bueno, a mi me gustó el concepto ese de que escuchen, ¿no?”. Aunque esta historia está en los libros de Marcos en el Nuevo Testamento, ahora tiene más que ver con el evangelio rockero según Juanse.

Effatá es cómo se llama su nuevo disco solista, que está viendo la luz este viernes 4 de noviembre. En diálogo con Teleshow, el también líder de Ratones Paranoicos explica título y concepto de este trabajo que lo define como “muy ratón”. Amén del estilo directo y casi ortodoxo del álbum (con títulos rotundos como “Roca dura”, “Buen motor” y “Agujas”), de algún modo se trata de un retorno a las raíces, ya que lo trabajó mano a mano con Gustavo Gauvry, productor que descubrió al histórico grupo de rock & roll allá por los años 80.

“Interiormente uno piensa que la gente no escucha, ¿no te pasa? Esto es evocar ese concepto para hacerlo parabólico. No es cuestión de querer endiosarme, sino que es un intento personal, nuestro, de destapar algunos oídos”, insiste Juanse. “Tomamos la decisión de volver al sonido de Ratones pero actualizado, digamos. Nos estamos haciendo cargo de una etapa, de un sonido que tiene ese recurso de ir directo al corazón”, explica de este trabajo que presentará el próximo 17 de diciembre en Obras Sanitarias, un lugar que conoce bien tanto arriba como abajo del escenario.

“Jan Hammer con Spinetta, Almendra que volvió a Obras, igual que Manal. Van Halen, que fue uno de los shows más grosos que vi en mi vida, junto con el de Queen en Vélez. Chuck Berry, Bob Dylan… Inclusive vi a los Ratones, porque cuando me tiraba al público, también pude verlos”, recuerda y se ríe al recordar aquello que vio en el “templo del rock”.



—”Ya no puedo dejar de tocar rocanrol”, patentaste en una canción. ¿Cómo te resulta seguir entusiasmado por esta música, en esta época?

—Hay que tener poder de persuasión porque hace 70 años que vienen diciendo que el rock & roll va a dejar de existir. Pero mientras haya bandas, nacionales e internacionales, eso no ocurre. Lo que hago yo vendría a ser como cargas de profundidad. En la guerra se define así. Todavía hay cargas de profundidad de la Segunda Guerra Mundial que siguen saliendo a flote y explotan. Creo que ya dejó de ser un estilo que va a través de lo que podría ser la difusión. Pero la publicidad hace que también funcione, que se reactiven muchas cosas.

—Parte de esta publicidad fue tu aparición en Masterchef Celebrity, ¿no?

—Claro. Después de haber dicho tres veces que no, entré en un formato -el reality- que para mi era completamente desconocido. Y eso, de alguna manera, reactivó algo que supongo que funcionó de esta manera: el nene le preguntó al papá quién era el sujeto ese que estaba ahí. El papá lo llevó a algún anaquel en el living y de algún rincón habrá agarrado un CD. Eso hizo que por encadenamiento se haya renovado el share nuestro, por decirlo de alguna manera.

—Vos nunca renegaste de eso, por otro lado. Los Ratones fueron un graffitti casi al mismo tiempo que una banda, se asociaron a una marca de cerveza para volver, siempre estuvieron en los programas de la tele en el prime time...

—Siempre tuve claro el concepto de propaganda, que no es negativo. Obviamente, muchos lo toman como algo negativo, pero en definitiva todos la ejercemos, porque tratamos de difundir lo que hacemos. Si nos encerramos en nuestro propio ego, nuestro propio acervo personal interior... Y bueno, tenemos que renunciar a todo eso que tenemos a disposición para poder hacer que se nos escuche.

“Ratones Paranoicos hoy no están. Pero nunca se fueron. Y en lo humano estamos iguales. Yo hablo con todos: Pablo Memi toca en mi banda, The Mustang Cowboys; Roy Quiroga vino al show del Luna Park por los 60 años. Y Sarco me mandó un audio cuando murió Carlitos Balá, porque yo estaba en London”, cuenta Juanse acerca de cómo están las cosas con la banda de toda su vida. Por lo bajo y cerca del líder, deslizan que habrá una vuelta grande, quizás definitiva, de Ratones Paranoicos y que sería en algún momento entre 2023 y 2024.

—Ya que hablamos de relaciones largas, ¿cuál es la fórmula que encontraste para cultivar un matrimonio tan duradero con Julieta, tu mujer, con quien están hace 28 años?

—Y… me compré un calzoncillo de lata. ¡No! El matrimonio puede ser una enorme y extenuante pesadilla o puede ser algo cuando uno comprende que el amor va adquiriendo distintas formas. En el caso nuestro, con todas las idas y venidas de cualquier persona normal, nos propusimos siempre tener esa dinámica de que primero está la preocupación por nuestros hijos, aunque ya son hombre y mujer. Y después, lo demás, es mantener lo que logramos, desde prácticamente la nada, porque cuando yo conocí a mi señora vivía solo, no pasaba nada con nada. Entonces, si bien yo ya era más conocido, no era lo que se puede decir una súper estrella. Eso es lo que mantenemos. Mantenemos eso que hace que cualquier diferencia que ocurra o surja y nos peleamos a muerte todo el tiempo, siempre esté el espíritu ese de: “No nos olvidemos hasta donde llegamos”. Porque eso también es amor.

—¿Es complicada la convivencia con vos?

—Es muy complicada, muy complicada. Venite a casa una semana y vas a ver (se ríe). Yo voy a repetir una frase de un filósofo muy importante, que tampoco es de él la frase, pero la tenía grabada en un anillo y decía: “Todo pasa” (se refiere a Julio Grondona). Y todo pasa. El tema es que vos te quedes y te mantengas firme en las buenas y en las malas. Porque es fácil pelearse… Pero cuando algo ya es insostenible, es el momento de tomar una decisión. Porque eso hace daño a todo. Entonces, Dios no te va a juzgar porque te vayas o te quedes. Hoy el mundo es una convulsión permanente, pero no solo de superpoblación, sino de consumo, de alternativas… El hombre se va adaptando a los tiempos que corren: reprimir algo que vos sentís en base a conservar la moralina no sirve si vos no estás bien.

—Alan y Bárbara, tus hijos, viven en Inglaterra. ¿Cómo te llevás con eso?

—Lo que más me afectó fue la pandemia, porque no pudimos viajar. Pero acabo de llegar, estuve con ellos, conocí a las familias de las personas con las que conviven. Yo estoy tranquilo porque quiero que vuelen. Así fue: “Andá, hacé la tuya. ¿Querés ir allá? Andate”. Y se fueron. Les dimos una libertad controlada y aprendieron a ser responsables. Barbi vive en Greenwich y Daland vive en un pueblo que se llama Stone… ¡Que casualidad! Vive ahí, a tres horas de Liverpool.

—Daland va a abrir tu show en Obras con su banda Lion Machine. ¿Cómo te resulta tener un hijo que está en la misma que vos?

—Aunque los dos hacemos lo mismo, de entrada le aclaré: “No soy tu amigo, soy tu papá”. Jamás lo escuché hablar mal de nadie. Y eso es lo que yo más valoro: estar en esa frecuencia, que es la que vio en casa.


—La semana pasada te vimos en el homenaje a Diego Armando Maradona y la inauguración de su mural. ¿Llegaste a ser su amigo?

—Sí, fuimos amigos. Diego te hablaba francamente, no se comía ninguna. A mí me decía Juancito. Lo dejé de ver en el 2010, 2011. La última vez que nos vimos fue en la cancha de Boca. O sea que antes de que pase todo lo que pasó, ya hacía 11 años que no lo veía. Íbamos a la cancha, festejamos campeonatos juntos, vivimos cosas insólitas.

—¿Cómo fue esa última vez que lo viste?

—Fue en un Boca - River. Yo estaba en el palco de (Marcelo) Fígoli. El partido se suspende…

—Se había empezado a jugar un domingo, se suspendió por lluvia y se retomó un miércoles. Dos goles de Gary Medel.

—Exactamente. Cuando vino el primer gol, yo estaba en el palco y todos gritando. Y no sé por qué, pero abrí la puerta… En la Bombonera, en los palcos del segundo piso, el suelo era de césped sintético. Abrí la puerta y no había nadie. Y se abre otra puerta y sale Diego: nos fuimos los dos corriendo y nos abrazamos en el medio así, casi que nos caemos al sopi, gritando… Pero muy fuerte, eh. No salió nadie del palco. Bueno, lógico, estaban viendo el partido. No sé por qué él salió y yo también salí. Fue la última vez que lo abracé. La última vez que lo vi. Y con eso ya me voy tranquilo.






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