La leyenda viviente del rock volvió a pisar suelo porteño y desató una noche de pura adrenalina, sudor y pogo. ¡El tiempo no lo toca!
¡Amigos y amigas de la distorsión y el cuero! Si pensaban que el punk era cosa del pasado, o que las leyendas se oxidan, ¡Iggy Pop vino a Buenos Aires a patearles el trasero y demostrarles que estaban equivocados! El patriarca, el padrino, la Iguana… llámenlo como quieran, pero el tipo sigue siendo una fuerza de la naturaleza.
El otro día (¡sí, el 12 de septiembre, para los que se lo perdieron o no lo creían!), Iggy subió al escenario y, desde el primer segundo, nos recordó por qué es un ícono. Sin remeras, con el torso desnudo y esa mirada desafiante que lo caracteriza, el tipo no se guardó nada. Fue una clase magistral de cómo mantener viva la llama del rock and roll, de cómo conectar con el público sin necesidad de grandes parafernalias, solo con pura actitud y un repertorio que es historia viva.
Desde los clásicos de The Stooges que nos volaron la cabeza, hasta temas de su carrera solista, cada canción fue una patada en el estómago y un abrazo al alma punk. La energía era casi sobrenatural, como bien dijeron por ahí. Iggy bailó, saltó, se retorció y se comunicó con la multitud como si fuera el último show de su vida. Y nosotros, obvio, le devolvimos cada gota de sudor con gritos, pogo y esa devoción que solo se le tiene a los verdaderos maestros.
Ver a Iggy Pop en vivo no es solo ir a un concierto, es una experiencia catártica. Es sentir que el espíritu rebelde, la libertad y la honestidad brutal del punk siguen más vivos que nunca. Es recordar que no hay edad para el rock, que la pasión no caduca y que un tipo de 77 años puede tener más energía que cualquier pendejo.
Se fue la Iguana, pero nos dejó el cuerpo molido, la voz ronca y el corazón latiendo al ritmo de "Lust for Life". La próxima vez que Iggy Pop anuncie su regreso, no lo duden: compren la entrada, pónganse las zapatillas más viejas y prepárense para una noche salvaje. Porque, como él mismo demostró en Buenos Aires, el punk no solo no está muerto, ¡sino que sigue contagiando su furia y su magia!
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