Tras las huellas de Bob Dylan
Transitando los "veintipico", estos dos trovadores apuntan a revitalizar el folk de los Estados Unidos, con un pie en el pasado y otro en el presente. Cargan contra Bush, viven una vida vintage y usan una guitarra acústica como toda arma.
http://www.clarin.com/suplementos/si/2007/04/20/3-00602.htm
Txt. L. Barton/The Guardian y Clarin.
CONOR OBERST
Buscando un símbolo de paz
Cuando en el 2005 a Conor Oberst lo invitaron al popular programa de TV The Jay Leno Show, no interpretó ningún tema de los más conocidos de su repertorio. Eligió estrenar When the President Talks to God (Cuando el presidente habla con Dios). "Cuando el presidente habla con Dios/ ¿las conversaciones son breves o largas?/ ¿Dios le exige que viole los derechos de las mujeres/ y que mande a la muerte a campesinos pobres?".
En marzo de 2007, Oberst está en una sala de la Oxford Brookes University y espía el cielo azul por las aberturas de las persianas. Es aún más frágil que lo que la gente se imagina. Cuenta qué se siente al ser el nuevo mesías del folk-rock. "Pienso que tal vez desilusioné a alguna gente con ciertos temas que compuse. Supongo que apuestan a que uno sea activista full-time de izquierda. En cambio, quiero escribir mis temas, grabar discos y tocar para la gente", objeta Oberst. "No voy a ser instrumento de nadie, ni siquiera de una buena causa".
Si bien Oberst hizo música en su ciudad natal, Omaha, Nebraska, desde que tenía trece años y creó un sello discográfico con sus amigos, Saddle Creek, puede decirse que no estaba preparado para la adulación que recibiría.
Hace un año, Oberst inició una búsqueda espiritual cuando un amigo le habló de un lugar llamado Cassadega. "Es una pequeña ciudad en la zona central de Florida que tiene un alto porcentaje de videntes y médiums. Me sentí perdido y angustiado. Fui a ver a una mujer que me hizo una lectura". Con entusiasmo, explica el proceso de una lectura espiritual. "Hay diferentes técnicas: tarot, hojas de té. Se limitó a tomarme la mano y quitarme una joya que siempre uso. La sostuvo en la mano para sentir los espíritus que había a mi alrededor".
El resultado fue el nuevo disco de Bright Eyes, Cassadega, una inesperada incursión en lo psicodélico y también un álbum más rico que los anteriores de Oberst. "El disco no es sobre la ciudad, más bien se relaciona con el sentimiento que me quedó: una paz que no quiero abandonar".
WILLY MASON
El sostén de la familia
En el micro rumbo a Santa Rosa (California), Solomon Burke resuena en el estéreo. Willy Mason va sentado del lado del acompañante, con un pie sobre la guantera y un cigarrillo en la mano. Recuerda la regla de oro de su padre para la escritura de temas: "Si la gente no puede entender la letra, entonces el tema es malo".
Mason pasó la última semana en gira a los efectos de promover su segundo disco, If the Ocean Gets Rough. "Me siento adulto", dice, con una sonrisa que admite el hecho de que habla con una madurez que desmiente sus veintidós años. "Ahora soy el principal sostén de mi familia".
Mason, que es hijo de dos cantantes folk, creció en Martha's Vineyard, donde la difusión que hizo una radio local atrajo la atención del sello discográfico Team Love, que dirige Conor Oberst, de Bright Eyes. Su primer disco, Where the Humans Eat, apareció en 2004. En su mayor parte estaba grabado en vivo, sólo con Mason en guitarra y su hermano Sam en percusión. Fue una transición difícil para Mason, al que de alguna manera la repentina atención y la veneración le resultaron desconcertantes. Por momentos deseaba haberse ido a la universidad, donde "habría tenido más oportunidades de desaparecer y empaparme de lo que me rodeaba en lugar de soportar que la gente se alimentara de mí".
Tal vez podría resumirse esa imagen de él como "chico prodigio y cantante de protesta al que le gusta la bebida". Mason admite que se asustó y salió corriendo. La vuelta a su casa no fue tanto un período de descanso y distensión como un nuevo despertar a las responsabilidades. "Aparecieron muchas cosas que no me esperaba, como la situación económica de mis padres", recuerda. "Fueron amables, pero me dijeron: 'Tenés que recomponerte. Estamos en problemas y no podés actuar así. Vos no sos así; sos un chico trabajador'. Pero eso era exactamente lo que necesitaba: un par de comidas caseras preparadas por mi madre, sacar la basura, hacerme la cama. Todas esas cosas cotidianas me hicieron sentir bien otra vez".
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