Un nombre demasiado común para estas pampas es toda una rareza para alguien que vive en Suecia, aunque sea de padres mendocinos. Con su debut, Veneer, vendió 500 mil ejemplares. Y dice que necesita tratar de conocer mejor los lugares que recorre.
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La presentación de José González en el ciclo Nuevos Aires Folk tendrá un condimento especial para el músico sueco: será la primera vez que se presente en la Argentina, la tierra de sus padres. “Mi papá está supercontento”, se emociona el cantante a través del teléfono. “El se volvió a Mendoza y no me ha visto en vivo desde que canto estas canciones, así que va a ser muy lindo, porque sé que está orgulloso de todo lo que me está pasando.” Lo que le está pasando a este trovador folk, al que muchos comparan con el mítico Nick Drake, es que sus canciones sencillas e intensas lo han llevado a vender más de 500 mil ejemplares de su debut, Veneer (que acá vendió más de 2 mil), y a pasearse por Europa y Estados Unidos. Entre las razones de su exposición masiva, acaso impensada para un músico poco afecto al perfil alto, hay que contar un aviso de televisores con su versión de la canción Heartbeats, de The Knife. “Fue un poco extraño todo lo que pasó”, confiesa González. “Pero siento que el shock fue más grande cuando solté el disco en Suecia y me invitaron a tocarlo muchísimo en la radio y en la televisión suecas. El aviso y el éxito que tuve en Inglaterra fueron dos años después, y en cierto modo fue parecido a lo que ya había vivido en Suecia.”
A punto de hacer las valijas para volver a la Argentina –estuvo tres veces, pero visitando a su familia–, González habla de Juana Molina como “una amiga con la que compartí una gira”, pero dice conocer poquísimo del rock de acá: “Apenas a Soda Stereo... Me han dicho que tengo que escuchar a Spinetta, así que voy a tener que prestarle atención”. Lógico para alguien que se siente más europeo que latino: “Es muy natural que me sienta europeo, sueco, porque es acá donde he vivido toda mi vida. De las cosas argentinas tengo el idioma, he escuchado más música latinoamericana que otros, he comido locro en mi casa, mi papá toma mate... Pequeñas cosas. Pero nunca he tratado de mantener una tradición argentina”.
La entrevista con el NO se hizo mientras González trabajaba en su segundo disco, que ahora ya está listo. Se llamará In Our Nature, saldrá en septiembre y “tendrá la misma estética que Veneer: guitarra y canto, con algo de percusión”. Pero entre el debut y el sucesor pasaron casi cuatro años, tiempo suficiente como para que el sueco-argento evolucionara como compositor: “Siento que las canciones han salido de un modo más elaborado. Y ahora sé de qué se tratan los textos. Porque la vez anterior, sinceramente, no sabía bien qué estaba haciendo. No diría que era puro instinto, pero sí que había más de eso que de ideas claras. Esta vez sé en qué estaba pensando cuando componía”.
Cuando González habla sobre sus influencias, hay una que a los periodistas europeos suele pasárseles de largo: el cantautor cubano Silvio Rodríguez. “Suelo nombrarlo primero, y después a Nick Drake, Cat Power y demás. Y suelen poner a Silvio Rodríguez último (risas). Pero lo cierto es que cuando empecé a tocar escuchaba mucho sus primeros tres discos.” El aura de Nick Drake, en cambio, le llegó de un modo extraño: “Fue en 1999. En un concierto, algunos chicos estaban seguros de que yo era fanático de Drake, porque les sonaba muy parecido, pero ni lo conocía. Entonces investigué y después lo escuché bastante. El disco Pink Moon fue una influencia muy grande en la época en la que grabé Veneer. De hecho, mi disco dura 31 minutos y Pink Moon, 28. No porque haya 74 minutos en un CD está la obligación de usarlo todo... Treinta minutos era un buen tamaño para un LP: 5 canciones de cada lado”.
Un “no” elocuente es lo que responde González sobre si el nuevo folk es un movimiento. Pero enseguida sonríe: “Bueno, no necesariamente. Sería un movimiento si los artistas habláramos y compartiéramos las mismas ideas. Pero todavía estoy tratando de explicar qué es lo que hago yo... Algunas veces sí te sentís parte de un movimiento. Por ejemplo, cuando tenía 15 años tocaba en una banda de hardcore, en una época en la que había muchos grupos de ese estilo en Suecia. En ese momento se sentía una especie de movimiento, con tanta gente que uno conocía y que se estaba ayudando entre sí. Con lo que hago ahora no siento eso”. De todos modos, González sí puede ver como un rasgo en común cierto recelo para con los sellos grandes, casi como cuestión ideológica. “He editado mis discos de esa manera, empezando por un sello muy pequeño de Suecia, de dos personas, no más, y ellos han tratado de encontrar sellos en otros países, que han sido sobre todo pequeños”, asegura. “Esa ha sido nuestra intención: tratar de encontrar gente que esté realmente interesada en mi música, no meterme en un sello como Universal, por ejemplo, que tiene demasiados discos para vender. Tiene algo de ideológico, porque vengo del hardcore, donde editábamos todos nuestros discos con la ayuda de amigos. Es lo que se conoció como movimiento DIY (hacelo vos mismo): uno puede hacer muchas cosas solo, entre otras cosas grabar y vender discos.”
Para González no hubo un tránsito del hardcore al folk sino que ambos géneros convivían dentro de sí. “Sólo que la música acústica la tocaba en casa y el hardcore lo grababa con la banda”, explica. “Alrededor de 2001, cuando tenía mucho que estudiar, decidí dejar de tocar con grupos, aunque de vez en cuando seguía tocando la guitarra acústica. Era como dejar la música gradualmente, pero no del todo. Las clases me tomaban mucho tiempo y no tenía los mismos sueños con la música que cuando era más joven.” Estudiaba Biología molecular, pero dice que no extraña los tubos de ensayo: “Lo que extraño es aprender cosas. Con la música he podido ver un montón de lugares, pero muchas veces sólo estoy arriba de un auto o en un hotel, pasan montones de horas y no veo nada de las ciudades que visito”.
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