Fernando Ruiz Díaz: música como terapia luego del ACV

Fernando Ruiz Díaz, líder creativo de Catupecu Machu, compartió recientemente detalles sobre su recuperación tras sufrir un accidente cerebrovascular (ACV) el 15 de febrero de 2024. Con valentía, reconoció que el proceso de recuperación fue una verdadera montaña rusa emocional, pero subrayó que la música fue su mejor medicina: “hacer música fue mi mejor terapia”, declaró en la entrevista La música como clave de sanación Más allá de los tratamientos médicos formales, Fernando apostó por el arte como herramienta curativa. Señaló que componer, tocar y crear música no solo le devolvió fuerza física, sino que también le ofreció estabilidad emocional durante los momentos más difíciles. La música, explicó, le permitió reconectarse consigo mismo y enfrentar las fluctuaciones internas tras el ACV . Emoción en subebaja constante Durante su recuperación, el músico describió su estado anímico como una montaña rusa emocional . Admitió que, incluso en medio de la calma, aparecían olas de incertidum...

VIDA REAL > EL ROCK, UN CAMINO DE IDA

El hogar sanchez picado se dedica a recuperar pibes chorros. El Si! acompaño a seis de ellos a su primer recital rockero.







Victoria De Masi. Especial para Clarín






Bienvenida a la Gran Sánchez": así, parodiando a la casa más famosa del país, los pibes del Hogar Sánchez Picado reciben a las visitas. Es una casona enorme, húmeda y antigua, que alberga a más de una docena de chicos que ayer eran delincuentes y hoy se están recuperando de sus malos hábitos y adicciones. Flequi, Ariel, Walter, Sergio, William y Matías están preparados para salir. Le ponen stop a Daddy Yanke, cuentan que todavía no cumplieron la mayoría de edad y que son dueños de "una historia muuuuy larga". Pasaron casi la mitad de su vida en institutos de menores. "Porque nos portamos bien pasamos de estar encanados a vivir en esta residencia que está buenísima", explica uno. Dentro de poco "egresarán", por eso tienen el beneficio de, por ejemplo, visitar su barrio los fines de semana. También están terminando el colegio y aprendiendo un oficio. Cuando cumplan 18, podrán salir a buscar trabajo.

Pero esta noche van a disfrutar de un recital de rock: el primero de sus vidas. "Escuchamos cumbia, pero Carajo está bien piola", confiesa el de la campera de Los Andes y advierte que alguna vez escuchó 2 minutos y le encantó.

Estación Devoto, línea Urquiza, furgón. Mirando fijo a los ojos, Walter es el primero en soltar esa "larga historia". Cuenta que empezó a tomar alcohol a los ocho y se justifica: "Es que en mi casa hacía mucho frío". Bajamos en Colegiales. Vamos por Lacroze y ellos caminan como perros limpios, con dueño pero sin correa: cuando llegan a la esquina se dan vuelta y esperan que Sebastián (su coordinador y amigo) les dé el OK para seguir su ruta. Paran en un kiosco y compran una coca y alfajores. "Yo salí a robar cuando vi que en casa no había qué darle de comer a mi hermanito", cuenta Flequi mientras mastica. Ariel se suma y enumera cada balazo: tiene tres repartidos en su cuerpo todavía adolescente. "No quiero volver a eso", asegura. En la puerta del Roxy se mezclan con los fans. El sexteto viste pantalones de gimnasia y camperones con corderito. "Estoy ansioso", dice Wilson. Gritan, saltan y poguean como camuflados. Nadie conoce su vida más que ellos.

Cuando termine el recital, dirán que "fue una descarga de energía positiva", pedirán quedarse en el baile pero Sebastián les dirá que no y subimos al 78, de vuelta al hogar. "Nos estamos despegando de la moda tumbera, queremos aprender a hablar bien, tener un trabajo, que no nos paren en la calle por la cara", comentan entre todos. Y alguien lo resume: "Para ser libres, como dice la canción".

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