A 23 años de la muerte de Joey: por qué Ramone y otras curiosidades del rey del punk

Su traumática infancia. El bullying en la escuela. Su precaria salud. La redención a través del rock y el por qué de su nombre. La idolatría en Argentina y los 20 años sin hablar con el guitarrista Johnny Ramone. Jeffrey Ross Hyman, conocido como Joey Ramone, nació el 19 de mayo de 1951 en el seno de una familia judía de Forest Hills, Queens, Nueva York, hace hoy 73 años. Un dato que pocos conocen, es que al nacer, tenía un teratoma adosado a la columna vertebral, por unfeto de un gemelo que no había terminado de desarrollarse. Se lo removieron con una cirugía. Pero nunca dejó de tener problemas físicos y psicológicos por aquel tumor extraño. Los seguidores de Ramones -banda pionera de punk rock que Joey integró entre 1974 y 1996 Jeffrey era un muchacho introvertido y solitario, de 1 metro 98, flaco y desgarbado, ojos miopes saltones, anteojos de muchísimas dioptrías y dentadura asimétrica. La futura estrella estudió en el Forest Hills High School, donde sufria bullying. Sus padres se

Ricky Espinosa

 

"El último punk": reeditan la biografía de Ricky Espinosa a 20 años de su muerte

 

Se publicó en 2005 de forma independiente y vendió 10 mil copias, convirtiéndose en un libro de culto. Ámbito dialogó con Sebastián Duarte, su autor.


Joaquín Rodríguez Freire

El 30 de mayo de 2002 Manuel Ricardo Espinosa saltó desde el quinto piso de un edificio de Avellaneda. Las heridas le produjeron la muerte minutos más tarde, mientras una ambulancia lo trasladaba al hospital. Tenía apenas 35 años. Ese final, tan trágico como absurdo, dio paso al mito de Ricky Espinosa, la última gran figura del punk argentino.

Dos décadas después, el periodista y escritor Sebastián Duarte reedita "El último punk" (Ediciones del Pollo, 2005), una biografía no oficial del músico, que vendió 10 mil copias y se convirtió en libro de culto. En ella, Duarte reconstruye la vida del artista a través del testimonio de amigos y compañeros de ruta, y también de su propia experiencia junto a Espinosa, a quien conoció en su adolescencia. Del Gerli obrero a los escenarios, pasando por sus lecturas, sus consumos problemáticos y sus inquietudes sociales, el autor analiza en diálogo con Ámbito la vida y obra de Ricky de Flema.

Periodista: ¿Cómo surge la idea de reeditar El último punk?

Sebastián Duarte: El artista se magnifica porque son dos décadas de su muerte. El libro ahora se reedita en su novena edición real. Ya vendió 10 mil copias de manera autogestiva. Eso es algo extraño, porque se hizo de la mano de la autogestión y la independencia. Traté de seguir la misma línea que el autografiado: la defensa de la autogestión. Justo coincide con los 20 años de la muerte de Ricky. Obviamente es una especie de revisionismo de lo que fue el artista, de la tela que dejó y de una escena que está hoy por hoy nutrida por su legado a través de su obra y de su vida; de su ideología principalmente.

P.: ¿Qué te impulsó a escribir sobre Ricky?

S.D.: Ricky fue un personaje que se hizo punk en la medida en que empezó a haber un paralelismo entre las cosas que él hacía, la información que traía y tomarse en serio el punk, pero él venía más del heavy metal. Ese personaje es el que me llamaba la atención; me llamó la atención desde los 14 años, cuando lo conocí. Fue un personaje muy importante de nuestro barrio. No era Charly García, pero era un personaje del under muy conocido, que tuvo mucho que ver con las calles, las fábricas, los clubes de barrio como El Porvenir, los bares y toda la idiosincrasia callejera del conurbano. De alguna manera terminó siendo un referente para mí.

P.: ¿Cómo fue tu relación con él ?

S.D.: Ricky tuvo que ver con la región de la que yo formaba parte. Fue de la mano de mi primera juventud. Yo lo conocí a los 14 años. En esa época, en los 80, no era tan normal que la juventud cruzara el puente Pueyrredón o el puente de La Boca. Si eras muy chico, generalmente todo lo que pasaba pasaba por la zona, porque tampoco tus padres te dejaban cruzar el puente. Esa escena era muy barrial, con el auge del punk de la época. Primero vinieron Los Violadores, pero después hubo un bache y ahí hubo mucha unión entre el punk y el skate y toda esa movida que vino primero de la mano de Metallica, que andaban en skate y tocaban fuerte. Se generó un semillero venido de capital que salpicó en el conurbano. Algunos chicos que tenían mucha plata, que venían de familias de clase media de Avellaneda, tenían un poco más de acceso a la información, ya sea por familiares e incluso porque sus padres viajaban y les traían discos. Acá, en Avellaneda, se hizo algo con una mayor autenticidad; con mucha relación con la idiosincrasia del espacio.

P.: ¿Qué espacios compartiste con Ricky?

S.D.: Acá nos juntábamos en la Plaza Alsina y Ricky era un personaje muy conocido. Había otro personaje que estaba a la altura de Ricky, que se llamaba Charly. Era un punk con el pelo largo y teñido de azul. Fue un personaje mayor que Ricky en nuestro barrio y todos los chicos le teníamos admiración a Charly, que también era conocido de Ricky. Siempre andaba con la mochila por la calle, con volantes de su banda. Ricky también era así. Era un pibe que llamaba la atención. Además, se corría la voz que era un gran guitarrista; que era un virtuoso y sobresalía. Flema la fundó un grupo de chicos de clase media bien de Avellaneda centro. Las juntadas era en Plaza Alsina. Como no tenían guitarrista y Ricky era un personaje que iba desde Gerli, una zona más humilde, lo convocaron por su virtuosismo y porque era copado y tenía onda. Él era un poco más grande que ellos.

P.: ¿Cómo fue la transición del Ricky aplicado en la escuela y con buenas notas al emblema punk de Flema?

S.D.: Él era de clase media baja. Su papá arreglaba televisores. Gerli es una zona muy obrera, él no era un pibe con plata. Incluso dormía al lado de la puerta de entrada de su casa, en un PH al final. Ahí tenía su cama, que era una especie de sofá. No era un casa de clase media, con garaje y toda la bola. Él era un callejero. Se acomodó porque era un pibe con mucha picardía y astucia. Era interesado por aprender, por eso entabló relaciones con pibes de clase media de Avellaneda. Para pibes como Ricky o como yo, la única manera de tener información era a través de pibes de clase media. Y Ricky en eso no era zonzo. Además, esos amigos más grande que tenían acceso también tenían un filo para comprar cerveza o un whisky. No era por interesado, sino que eso también te da una posibilidad. Es un ida y vuelta, porque el pibe de clase media también aprendía del pibe de zona obrera. Esa es la composición de Flema. Lo que pasa es que los otros chicos dieron un paso al costado porque Ricky se puso intenso. Él no fundó Flema, pero los fundadores se terminan yendo y se dedicaron a hacer su vida. Ricky no: él siguió en su posición de ser músico y de defender a Flema, su banda.

P.: ¿Qué significaba Flema en la vida de Ricky Espinosa?

S.D.: Cuando se fue el baterista, el último que quedaba de la primera formación, Ricky se puso tan mal que, estando en su casa, se marcó la F de Flema con un cigarrillo. Fue como sellar lo que era Flema para él. "Vos te vas y yo te voy a mostrar lo que es", dijo. Fue como un pacto de sangre. Impactado por eso, el baterista se quedó un tiempo más, pero después se terminó yendo igual. Era difícil. Por algo Ricky después buscó músicos chicos; eso le hacía más fácil gobernar a la banda. Ese es un ejemplo

.P.: Más allá del costado caótico de Ricky, estaba el músico lúcido, con una visión muy aguda de las cosas. ¿Qué lecturas o consumos culturales tenía?

S.D.: Lo que Ricky tenía era una lucidez extrema. Por eso tenía la capacidad de poder narrar en cuatro renglones cosas que nos lleva cinco páginas para que se entiendan. Hacía análisis de la vida cotidiana y lo transformaba en canción, todo era muy personal. El que escucha todas las canciones de Flema y lee el libro se va a dar cuenta que son más o menos lo mismo. Vida Espinosa, el disco de él, es el reflejo del libro. Yo lo utilicé para empezar a trabajar su biografía. Me estudié sus canciones y empecé a ir detrás de cada una para reconstruir su vida. Ricky era fanático de Bukowski, le encantaba la revista Cerdos y Peces. Tenía inquietudes muy grandes. De hecho se travestía a veces. Yo lo he llegado a ver en Cemento con portaligas, pollera, pintado. Él venía de la contracultura de los 80, tenía interés por la lectura, por Artaud, por escritores como esos. No era un pibe que se quedó en Gerli y nada más, pero los que le bancaban los trapos estaban allá. Eran sus amigos, a los que llamaba "los íntimos". También le encantaba ir al cine, escuchaba música nueva. Era un muchacho normal, lo que pasa es que lo que pudo construir estuvo dentro del punk. Era un diferente.

P.: Tu última entrevista con él fue en diciembre del 2001, a seis meses de su muerte. ¿Cómo lo encontraste aquella vez en comparación al Ricky que conociste en tu adolescencia?

S.D.: Yo lo encontré lúcido. Había una situación ahí, que era su novia. Las últimas veces que lo vi fueron siempre junto. Justo coincidió que yo tenía un programa con ella. Cuando hicimos el piloto, lo hicimos con Ricky. Estaba lúcido, estaba en su casa. Fue una charla muy intensa, donde él planteó sus ideales sociales, su afinidad ante la independencia y lo que lo contrariaba el tema de las multinacionales y los grandes concentradores de poder. Tenía ideas muy formadas. Lo que pasa es que no se bancaba la hipocresía social, por más que él tuviera detalles en su vida. Sufría mucho cuando había traiciones o mentiras. Desconfiaba mucho del que decía que era su amigo de entrada. Te llevaba muy al límite para ver si eras sincero de verdad. Mucha gente se alejaba de él porque era muy espeso. Te irritaba. Los pibes de Flema también se abrieron por eso. El bajista contaba que cuando la novia oficial apareció en una gira, en medio de la recuperación de Ricky de las drogas y el alcohol, ellos festejaban porque sabían que entonces iba a estar tranquilo.

P.: ¿Cuál creés que es el legado de Ricky Espinosa a dos décadas de su muerte?

S.D.: Primero, la sinceridad; segundo, "el hazlo, tu puedes". El pibe luchaba y luchaba, y, pese a todas las dificultades que tenía, salía adelante. No se quedaba con un no: defendía sus canciones, su obra. Eso me parece que es una gran enseñanza. Su otro legado es un estilo musical muy autóctono, que es el punk Espinosa. Hay un brazo local del punk que le dicen punk Espinosa. Quiere decir que el tipo marcó tan fuerte que hay chicos que tienen bandas del tipo punk Espinosa. Apareció un subgénero dentro del punk y eso es un legado muy importante. Flema sigue tocando, pero Flema era Ricky. No lo digo de malo ni porque quisiera contrariarlos a ellos, no me interesa eso, pero Ricky era Flema. Era una caracterización cruda. Había una idea conceptual y real; un concepto llevado a cabo. Él se subía al escenario y era Ricky de Flema. Era Flema.

P.:¿Qué opinión te merece el libro 17 años después de su publicación? ¿Lo escribirías de otra forma hoy?

S.D.: No, para nada. Siempre lo defendí. No tengo nada malo que decir, porque es un libro honesto. Es contar la vida de un músico siendo absolutamente objetivo como periodista: buscar fuentes, si hay tres o cuatro fuentes que coincidían, entraba, si hay dos que sí y dos que no, no entraba. Buscar fuentes, construir una historia, ponerme por afuera. Es muy difícil el objetivismo en el periodismo. Yo di un paso al costado de la parte emocional. No me compenetré emocionalmente con el artista fallecido, sino que fui detrás de la vida del flaco y se narró así en base a reportajes. Me tomé trenes, micros, pasé noches en bares en Gerli. O sea, detrás del personaje. Todo se volcó en el libro.

P.: ¿Por qué no participó la familia de Ricky?

S.D.: Es una pena que no haya participado. Podía haber conseguido mayor información. Ellos al principio quisieron y después no, porque Mercedes, la novia oficial de Ricky, no quiso. Ellos a mí me autorizaron, no es que no. Yo me reuní con ellos una noche, que fui a verlos a la casa, y me plantearon que estaban emocionados por la idea, no la imaginaban, y me pidieron pensarlo. A los 15 días, como no me llamaban, los llamé yo. El padre me dijo "mire, Sebastián, no hay problema, hágalo. Nosotros al final no vamos a participar porque estamos sufriendo mucho todavía por la pérdida de nuestro hijo y cuando vemos a Mercedes es como verlo él". Ella no quería, entonces me plantearon que no iban a participar pero que lo hiciera. La idea inicial era hacerlo con la familia, pero cuando me dijeron que no, yo estaba convencido de que lo tenía que hacer igual. Dije lo voy a hacer, voy a hacer una biografía no oficial. ¿Cuántos libros no oficiales hemos leído? Busqué un camino alternativo y de alguna manera creo que pude construir mejor la historia porque no me vi afectado a pensar "esto lo puede poner y esto no lo puedo poner".

P.: ¿Cómo sigue la vida de El Último Punk a partir de esta reedición?

S.D.: Te puedo anticipar que probablemente vaya al cine. Es muy probable que el artista biografiado se transforme en película. Estamos charlando. Hay un guión escrito, hay una carpeta. Hay grandes posibilidades. Está todo encaminado; falta un sí total y alguien que aporte la plata. Sería de alguna manera la trilogía: fue libro, fue la obra de teatro que se hizo en La Ranchería, cuando se cumplieron los 10 años de la muerte de Ricky, y falta que sea cine.

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