Es mejor no tomarse muy en serio a Pixies

  Black Francis considera que es mejor no tomarse muy en serio a Pixies La banda que admiraba Kurt Cobain publica un nuevo disco, “The Night the Zombies Came” y su líder dice que es vulgar “hablar sobre nosotros mismos, si somos importantes o lo que sea, solo porque sí” Por Maria Sherman Muertos vivos, restaurantes suburbanos con temática medieval, un centro comercial. Druidismo, pollos decapitados, renacimiento. Iglesia, matanza de ovejas, ciencia ficción. Estos son algunos, no todos, de los temas tratados en el décimo álbum de estudio de Pixies, The Night the Zombies Came. Una colección caleidoscópica de 13 canciones —su primer álbum con la nueva bajista Emma Richardson— que oscila entre el folk, el punk, la psicodelia y de vuelta, sin encajar nunca en una fórmula particular. En realidad, The Night the Zombies Came se desarrolla como una película: cada canción es una pequeña viñeta. El líder y artista visual Black Francis, nacido Charles Thompson, dice que eso se manifiesta espec...

Leo Genovese

 

 Leo Genovese, el jazzero argentino capaz de tocar con Wayne Shorter, The Mars Volta y Residente

El pianista vive en Nueva York hace 20 años y colabora con figuras de primera línea. Ahora vendrá al país para tocar con un trío en Bebop.




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Adriano Mazzeo

El pianista Leo Genovese es la encarnación perfecta del tipo que genera sana envidia por su buen andar escénico. Verlo detrás de las teclas, capitalizando un alto nivel de disfrute y soltura, es siempre una imagen que invita a la conexión emocional: el tipo la vive como pocos y lo sabe transmitir.

Residente en Estados Unidos desde hace más de dos décadas (estudió en Berklee y actualmente vive cerca del hermoso Prospect Park de Brooklyn, Nueva York), el santafesino es parte activa de la escena de jazz más excitante del mundo.

Colaboraciones con artistas como Wayne Shorter, José James, Residente y The Mars Volta o el hecho de haber sido compañero de banda y por ende testigo de primeras del ascenso de esa figura a nivel mundial que es Esperanza Spalding son datos que a Leo no le hacen perder el eje, porque el hombre vive dispuesto a nunca dejar de experimentar, crecer, nutrirse, sin importar de qué color sea el vestido musical que se ponga.

Como suele hacer todos los años, esta vez llegó a Argentina en la víspera del mundial de Qatar y en este tiempo mágico de abrazos y orgullos relucientes, festejó, tocó y grabó todo lo que pudo. Folclore, jazz, experimental, tango, todo.

Hasta estuvo a punto de telonear un show internacional de purísimo thrash metal con su performance de piano acústico, misión abortada por cuestiones de logística.

Para concluir esta pequeña temporada inolvidable estará presentándose con el Trío Sin Tiempo, el cual comparte con Mariano Otero (contrabajo) y Sergio Verdinelli (batería). Tocarán en Bebop el domingo 12 de febrero.

Antes de eso, Genovese (Venado Tuerto, 1979) se pasea por Buenos Aires, va y vuelve al Venado de sus amores, se encuentra a Scaloni en Pujato, y antes de preparar su bolsito para una mini gira por Santiago de Chile aparece, sonriente y con el pelo descontrolado en un café del barrio de Caballito, pide un cortadito con amabilidad zen y comienza a charlar con Clarín tirando de la claridad, paciencia y humildad que lo caracterizan.

-Hay mucho mito sobre el argentino que triunfa en el exterior. ¿Qué significa para vos, y en qué términos ubicas el "triunfo en el exterior”?

-¿“Triunfo”?... ¡wow! No sé, justo acabo de poner en la mochila el libro del Gato Barbieri y en el prólogo está Sergio Pujol hablando casualmente de eso. La figura de Gato fue la figura pop más conocida fuera de Argentina y había logrado realmente un triunfo, para lo que nosotros consideramos triunfar en el exterior: tocar en el Blue Note una semana, ser “esa” estrella pop.

¿Qué significa? (Piensa) Creo que poder hacer lo que a uno le gusta, brother. Poder sentirte en un ecosistema en donde tu potencial es elevado. Puede ser de amistad, de recursos al alcance, de posibilidades, de lo que sea. Siento que si hay un “algo” por el que no vuelvo al 100% a Argentina es porque todavía puedo jugar en esa cancha. Siento que mi potencial es como una escultura a la que cada día se le da un martillazo.

-Como que aún está en movimiento.

-Exacto. Está en crecimiento. El triunfo lo veo por ahí más que por hacer un sold-out en un club o que te den cinco estrellas en una reseña en la Downbeat. O por ser algo de moda. Lo veo con algo atemporal y de desarrollo personal.

La paciencia y la magia

-¿Cuánto de tu carrera lo proyectás vos y cuánto decanta por las propuestas laborales y artísticas que te hacen? ¿Te sentís dueño del camino que llevás como artista?

-(Piensa) Hay varios elementos que conviven en la jugada. Uno es la paciencia y otro es la magia. El proyectar, el soñar y el trabajo ¿viste? Todo eso combinado da de alguna manera un balance místico, por el cual terminás donde querías estar. Ahora, es un tema de ligar esas cartas pero sí de cómo tener al toro por las astas, de cómo ser Argentina en el primer tiempo de la final. Cómo ser esa Argentina es la clave.

Por eso sigo practicando cada vez que puedo, por eso trato de ser organizado, de poner mi energía ahí. Mucho de esto pasa por el tema de las relaciones: queremos estar con gente copada, con gente buena onda y además que resuelva. La gente problemática, la dramática a veces aporta lo suyo, pero yo quiero estar con los positivos, con los que tiran para adelante, que tienen ideas.

De alguna manera, hay un magnetismo armónico que nos une a todos: a vos conmigo, a la gente que “comparte”.

¿Y cómo manejas las situaciones cuando alguna propuesta no te cierra? Porque tu repertorio de colaboraciones es súper ecléctico, pero supongo que habrá trabajos que no te seducen. ¿Se requiere mucha destreza para decir “no”?

-Es casi siempre “sí” porque el “no” es siempre en realidad una situación en desarrollo, un “work in progress”. Pero se siente muy bien el hecho de poder decir NO, así en mayúsculas, con claridad, con seguridad.

-¿Sentís que los “no” los tenés que dar con fundamentos?

-Suelo darlos. Porque eso me enseña a poder comunicar y soltar ciertas cosas que llevo en las tripas. Mi personalidad tiende a ser más bien callada, es como un ejercicio, para mí. Un ejercicio de salud. El hecho de estar saludable, despierto y conectado para la toma de decisiones.

Pero, bueno, se me hace fácil decir que sí porque de cada situación aprendo mucho. De cada grupo humano, de cada estilo, de cada función, de cada instrumento para compartir una forma, un mensaje, una música.

Entonces el hecho de poder a veces ir al arco, o jugar de defensor, de centrocampista… no paso mitad de cancha (risas) La defensa es lo mío. La idea es ver cómo estar siempre al servicio de la música en diversos partidos.

El Buda

-Hablando de fútbol, la primera vez que hablamos fue justo en la previa al partido por cuartos con Países Bajos. Yo estaba súper nervioso y me dijiste “tranquilo brother, estamos re bien, va a salir todo bien”. Entonces, percibo un fuerte contraste entre dos cosas y me pregunto: ¿En qué lugar se encuentran tu forma apaciguada, agradable, positiva de hablar y tu forma a menudo frenética y llena de información de tocar?

-En el momento en que puedo dislocar, me parece, el factor de excitación. De alguna manera practico todavía el hecho de que la excitación esté en la música y no en el músico (risas)

-Omar Rodríguez López, lider del grupo The Mars Volta, me dijo que te dice “el Buda”. ¿Te proponés a menudo ser un tipo calmo y positivo, o es algo que te sale con naturalidad?

-Creo que la vida es una sucesión de ejercicios. Es difícil articular de otra forma. La experiencia humana es el ejercicio para poder trabajar en transparencia, y para trabajar en los valores que uno realmente quiere cultivar; sea esto lo que sea.

-Sos el actual tecladista de The Mars Volta, quienes lanzaron uno de los discos más importantes del 2022. ¿Qué tal te sentís girando en ese grupo y qué tipo de relación tenés con Omar?

-Fue muy increíble ser testigo del amor que la gente trajo a todos los shows de esa gira: fue un love-fest.

-Había mucha expectativa por esa vuelta.

-Había mucho amor. Más allá de que el pogo de a momento se re picaba y había actitud rockera, se sentía un amor profundo, brother. Y tenía que ver con eso, con la gente que aparecía y traía una felicidad y una buena onda por escuchar esos sonidos, música que los crió, que los marcó, que los hizo parte de quienes son. Gente cantando todas las letras, viviendo esa música. Ser parte de eso… ¡nunca sentí algo así!

Con otras bandas sentí otras cosas, con Residente se siente distinto, su gente cantando esas letras más cercanas a la carga histórico-política. Son otro tipo de cosas. Con The Mars Volta fue un love-fest de dos meses.

Los comienzos de Esperanza Spalding

-Sos un testigo privilegiado de los comienzos de Esperanza Spalding ¿qué recuerdos tenés de la primera época en que trabajaste con ella y qué significó para vos acompañar ese proceso?

-Fue hermoso ver ese desarrollo, de ir juntos a la escuela. A eso voy con los frutos que da el decir que sí, lo que hablábamos al principio. Sin mucha idea, uno a veces tiene el tiempo, la energía y el coraje para enfrentarse a algunas situaciones desconocidas que siempre, de algún modo siempre dan frutos, en alguna planta, en algún campo. Algo sale.

Recuerdo que la primera vez que me invitó para tocar me dijo “Mirá, tengo dos horas de grabación en un estudio de la escuela, es de 4am a 6am”. Al día siguiente teníamos clases, pero le dije bueno, dale ¡vamos! “Ok, te paso mis partituras”.

Eran diez hojas de puros jeroglíficos, te internaban un poco, lo entendí más o menos bien pero necesité dos días para planificar el trabajo. Tremendo chorizo, a esa hora… eran muchos goles en contra, ¿viste? (risas) Esos demos que hicimos ahí fueron los que ella presentó a los primeros managers. Su carta de presentación, de lo que hacía, quién era, cómo cantaba. Había mayoría de temas de ella y uno de Jobim.

Cuando Esperanza tuvo la chance de elegir un grupo para sus primeras giras, de repente se acordó de esa grabación, se acordó de la onda que teníamos y me sacó del banco a la cancha. A veces es como cuando Julián entró y lo dio todo… hay que jugar los partidos como Julián.

Un amigo mío, Lance Thomas, que jugó en los New York Knicks en la NBA y ahora toca el piano, siempre dice que cuando vas a practicar, ése es tu partido. Si estás en el banco, tu partido son las prácticas, es la forma de cambiar tu destino.

"Me hubiera gustado tocar con Spinetta!"

-Tenés una vasta carrera en cuanto a colaboraciones ¿con quienes soñás con colaborar que aún no lo hayas hecho?

-(Piensa) Y… con Spinetta. Me hubiera gustado. En realidad es con la gente que cuando escucho su música me arranca un lagrimón o me pone la piel de gallina. Con los artistas que pueden transformar pensamiento en sentimiento, que trascienden un poco el análisis y atacan directamente al sentimiento.

-De Residente a Wayne Shorter por ejemplo.

-¡Exacto! Soy muy suertudo por poder llamarlos mis amigos. Más allá de escucharlos noche tras noche, o trabajar con ellos o ser parte de esas familias, me siguen conmoviendo. Escucho una nota de Wayne y me mata, y con Resi también. Escucho sus líneas y me arranca el corazón el brother.

Seguro que me gustará colaborar con muchísimos artistas que aún no conocí, pero que me generarán esto que te digo, sí, claro.

Suna Rocha, Raul Barbosa, muchos cantantes de tango y de folclore o de lo que sea, si logran que no me olvide de ese momento que viví mientras los escuchaba y pueda remontarme para siempre a ese sentimiento… es eso. Es más una idea que ciertos nombres.

Una vez le preguntaron a Wayne Shorter quién era su músico de cabecera, esperando un Sonny Rollins o un Coltrane por respuesta. Wayne se paró, miró al entrevistador y le dijo: el segundo clarinetista de la sinfónica de Praga (risas). Esos locos que no tienen nombre son los más grossos.

-Cuando escuchas música, ¿sos de dar segundas oportunidades si algo no te cierra de una?

-Sí, porque soy muy consciente de que preciso más de dos escuchas u oportunidades. Incluso mis amigos que no están en la música necesitan mucho más de dos oportunidades. Con los Beatles necesité mucho más de dos escuchas. Me parece que depende de las necesidades de uno, del momento que vive y la medicina que uno está buscando en la música y el ejercicio de estar abierto a lo que de repente no nos gusta de primeras.

Cuando se presentan preguntas de por qué no me gusta o por qué no lo escucharía ahora, siento que las respuestas a esos interrogantes me hacen mejor músico.

-Hasta te pueden hacer mejor persona, ¿no?

-Exacto. Iba a eso. El hecho de poder entender algo que puede ser transpuesto a un campo socio-político si se quiere. El hecho de poder resonar en alguien que escucha otra cosa me parece que es una cualidad a cultivar.

El barrio y la casa

-Viajás por el mundo, tocás con todos y siempre que podés volvés a Venado Tuerto. ¿Qué te da Venado que no te puede dar ningún otro lugar?

-La casa. El barrio y la casa están ahí. La infancia sigue estando ahí, dormida en la esquina. Mi abuela, la familia. Todo lo que no consigo en otros lados. Sigue teniendo sentido 100%.

Es de alguna manera el lugar donde cargo. Me garpa. Puedo conectar con algo que solo puedo hacerlo ahí y que me garpa para un año de alto voltaje.

Venado es un lugar muy potente: todos mis amigos vieron OVNIs, todos reciben platos en sus casas, es un lugar muy conectado, en un plano muy loco. No quiero sonar delirante, pero es verdad, el que no me crea que se acerque. Solo hay que mirar para arriba en una noche sin nubes.

Las historias, los personajes, las bizarreces, lo que vivo ahí y las historias que escucho no existen en otro lado. Sé que si lo traigo a Omar (Rodríguez López) a mi pueblo te hace una serie. Los personajes de Venado son una fauna muy selecta.

Aparte, es una cuna de personajes muy talentosos y creativos, muchos artistas y músicos como Jotita Morelli, Sarten Asaresi, Pulga Luciani, Quintino Cinalli, Gustavo Beytelmann.

Hace poco escuché un disco de Gustavo que marcó tendencia en París en los años '70. Posiblemente haya sido el pionero para nosotros. Genética de tango y música de Duke Ellington pasada por el lente de él. 78 años y tocando a un nivel muy picante. Tengo pendiente hacer algo con él.

 





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