Hay conmoción en los restó, los bistró, los lounge bar, las galerías de arte, las ferias de diseño, las tiendas de accesorios y los puestos de expendio de libros-objeto de Palermo Hollywood. Y el clima de excitación que se vive en los comercios más cool de la zona más cool del barrio más cool de Buenos Aires se debe a un enjuto y talentoso artista, cuyo nombre ya inunda las bandejas de entrada de los e-mails de los RRPPs mejor conectados, de los dealers más confiables, de los más zarpados ejecutivos de cuentas de agencias de publicidad y de los más influyentes periodistas musicales (casi ninguno de ellos milita en las filas de este suplemento). Se trata de Moco Ono, un joven de origen japonés que con su “música conceptual” —mucho grito, mucho alarido, mucho discurso, mucho marketing—- ya tocó el corazón de las personalidades más engreídas y afectadas de la escena.
Aunque muchos aseguran que su historia es una mera puesta marketinera, el muchacho asegura llamarse Sakamoco Ono, haber nacido en Kyoto, Japón, y haber llegado a la Argentina como polizón a bordo de un buque pesquero de bandera nipona que huía de Greenpeace (lo que explicaría el demoledor olor a pescado putrefacto y a sudor de marineros con los que “ambienta olfativamente” sus conciertos). Más allá de lo auténtico o no de su biografía, lo cierto es que las presentaciones en vivo de Ono constituyen uno de los argumentos que respaldan la candidatura de Palermo para ser designado Patrimonio Modernoso de la Humanidad por la Unesco, galardón para el cual compite con la coqueta Bründkstboeürgnhaghen (Dinamarca) y la siempre seductora Rufino (Santa Fe).
La obra de Moco, transgresora por donde se la soporte, no sólo conmueve desde la música sino también desde el compromiso ecologista. Es el caso de la gema Kamikaze del sushi, en la que Ono recuerda el Protocolo firmado en su Kyoto —supuestamente— natal contra la emisión de gases y el calentamiento global: “Filmen ya ese Plotocolo:/ el futulo es pleocupante/ si se deliten los polos./ No hay gas más contaminante,/ (peldón si lesulta ganso)/ que aquellos de los que comen/ hasta llenalse el abdomen/ de polotos y galbanzos”.
* Cualquier parecido con la realidad, es fruto de los intereses mezquinos de los comerciantes de la costa atlántica que se preparan para el feriado del 25 de Mayo.
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