Carme Junyent (Masquefa,
Barcelona, 66 años) es profesora en la Universidad de Barcelona,
lingüista, africanista y feminista. Ha coordinado para Eumo Editorial el libro Som dones, som lingüistes, som moltes i diem prou
(Somos mujeres, somos lingüistas, somos muchas y decimos basta), en el
que toman parte 70 autoras. Es un alegato contra el lenguaje inclusivo o
no sexista. Junyent aborrece las fórmulas “señores y señoras”, “ellos y
ellas”, “niños y niñas” y apuesta por el masculino plural como genérico
que incluye el femenino. Carme Junyent está muy enfadada.
Pregunta. “Somos mujeres, somos lingüistas, somos muchas y decimos basta”. ¿Basta a qué?
Respuesta. Con lo de “decimos basta” yo estaba pensando en el Diguem no de Raimon. Todos tenemos ganas de decir “no” a muchas cosas varias veces al día.
P. Ya, pero usted tenía en mente un “basta” más concreto.
R.
Sí, todo esto del lenguaje inclusivo es una imposición desde arriba, y
quería decir que ya está bien. Y que quien quiera hablar y escribir así
que lo haga, pero que a los demás nos dejen en paz.
P. ¿Cree que el lenguaje inclusivo ayuda en la lucha de la mujer por la igualdad o al contrario?
R.
Muchas veces ese lenguaje ridiculiza la lucha de las mujeres. Y
obstaculiza el mensaje, porque acabamos hablando de cómo se dicen las
cosas en vez de qué se dice.
P. Eso hoy en día ocurre todo el rato, y en muchos ámbitos.
R. Sí,
pero en esta cuestión, como se supone que los que proponen ese tipo de
lenguaje son los buenos y los que tienen la razón, pues aún son más
dogmáticos.
P. ¿Es usted feminista?
R.
Soy feminista porque no puedo ser otra cosa, pero no he hecho este
libro por ser feminista, sino por ser lingüista. Y sé que ese lenguaje
no solo no aporta nada, sino que lo complica todo.
P. Está enfadada porque quienes impulsan el lenguaje inclusivo pasan de los lingüistas, ¿no?
R.
Sí. Alguien tiene una ocurrencia y empieza a proponer cosas. Cosas que,
si sabes cómo funcionan las lenguas, no tienen sentido. Pero como nadie
escucha a los profesionales… Aunque tampoco los profesionales han
hablado.
P. Sí, se le ve molesta con eso.
R.
“Molesta” no es la palabra, pero la mayoría no quiere complicarse la
vida. Pero estamos perdiendo tiempo y recursos en algo que no sirve para
nada… porque, por ejemplo, ya hemos constatado que las niñas se
autoexcluyen. Hay niñas que tú les dices “Esta película es para niños” y
te contestan: “¿Y para niñas no?”. Y yo creo que eso es negativo. De
todas formas, todo eso de que los profesionales no hablan ocurre en el
caso del catalán, ¿eh? En el caso del castellano la RAE sí que dejó
clara su postura y dijo que esto no tenía sentido, y lo hizo con un informe muy razonado de Ignacio Bosque, al que le montaron una campaña de descrédito. Aquí, el Instituto de Estudios del Catalán no
dice nada. La excusa suele ser que esto, si se acaba aceptando por la
gente, ellos tendrán que aceptarlo. Hay profesores que obligan a sus
alumnos a escribir así. ¿Quién ampara al alumno? En la enseñanza hay
directrices claras. Los textos que publica la Universidad de Barcelona
están todos escritos así. Eso sí, no han consultado a ningún filólogo.
P. ¿Y la Administración?
R. Igual. La Generalitat no acepta ningún proyecto que no esté escrito en lenguaje inclusivo.
P. ¿Y la comunidad LGTBIQ, dónde queda con el “ellos y ellas”?
R. En
que todos los que no se sienten ni hombre ni mujer quedan excluidos. En
los transportes públicos de Amsterdam han quitado los desdoblamientos
de género porque discriminaban al colectivo LGTBIQ. El problema no es la
lengua. El problema es que nos acepten a todos como somos y que podamos
vivir la vida que queremos. Si alguien conoce un cambio social
producido como consecuencia de un cambio lingüístico, yo me replanteo
todo. Pero no hay ejemplos de eso.
P. Oiga, ¿por qué en este libro solo escriben mujeres?
R. Porque
no tuve valor para pedirle a ningún colega que pasase por lo que yo
pasé… seguro que en su caso sería peor, por el agravante de ser hombre.
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