Desde Barcelona
Ante la perplejidad de los protagonistas del rap a comienzos de los ‘80, tres muchachos blancos neoyorquinos de origen judío y ascendencia punk labraron una de las representaciones de la música afroamericana más originales e influyentes que se hayan fraguado hasta ahora. A través de la cavilación y la lisergia, Beastie Boys trepó hacia los espacios más insospechados de la cultura pop y supo sacarles lustro –con brillo personal– al caos y al cosmopolitismo que rayan en su colosal jungla urbana. Quizá por eso su esencia trasciende el estereotipo del hip hop y posiblemente por ello hoy todavía se ubiquen en el cenit del estrellato. Adam Horovitz (Ad-Rock), MC y guitarrista del combinado, reflexiona: “Es por el estrellato que me siento como si fuera un operario de la NASA”. Mientras que Michael Diamond (Mike D), baterista y MC del trío, con tono serio, apunta: “Nuestras vidas pueden ser a veces un poco caóticas: así como tenemos tiempo para descansar, de pronto se nos viene una movida de dos días de grabaciones o entrevistas y el chip lo debemos cambiar rápido. Amamos lo que hacemos, pero es muy trabajoso. Sin embargo, mientras estuve en la secundaria nunca me imaginé que podríamos llegar hasta acá. Y fijate, acá estamos”.
El trío estadounidense acaba de visitar por primera vez Barcelona para brindar dos shows –ambos como parte del festival Sónar 2007, en cuyo contexto fueron entrevistados por el NO–, en los que adelantaron los temas que hilvanan su nuevo disco, The Mix-Up, en la calle desde el martes. A tres años de la aparición de To The 5 Boroughs, su anterior larga duración, Beastie Boys en esta ocasión cuelga en el placard la locuacidad desaforada para rendirle total pleitesía al lenguaje instrumental. Aunque no es la primera vez que lo exploran, pues ya habían tanteado esta conducta exclusivamente sonora en el repertorio de Check Your Head, en Ill Communication, en Hello Nasty e incluso, como antecedente de este séptimo álbum, en el maravilloso compilado The in Sound from Way Out! Mike D reseña: “Nos sentimos afortunados porque podemos hacer discos cuando tenemos ganas e inspiración. Debido a nuestra experiencia como artistas, creemos en la motivación, pero hay esperar a que venga”. Y Ad-Rock complementa: “Por eso es instrumental, porque las canciones surgieron espontáneamente y nos llevaron hasta ese lugar. Nos juntamos, tocamos y eso fue lo que quedó de las sesiones. Fue una cuestión casual, así como el título. Antes que The Mix-Up, Adam Yauch (MCA, bajista y MC) quería llamarlo Scape from Jew Mountain (Escape de la montaña judía). Hubiera sido muy divertido”.
–Considerando que el fan promedio de los Beastie Boys prefiere el hip hop, ¿cómo creen que reaccionará ante este nuevo disco?
Ad-Rock: –Entonces no son realmente nuestros fans... Los fans quieren que seamos felices. Tuvimos la suerte de hacer de nuestro hobby un medio de vida. A raíz de ello, en términos de marketing, lo que sí está claro es que no nos va muy bien, más ahora que se nos ocurrió sacar un disco instrumental. Pero prometemos volver al hip hop próximamente.
Mike D: –En la gira desplegamos un show en el que alternamos hip hop y temas instrumentales. Además, en el escenario nos acompañan Mix Master Mike detrás de los tornamesas, Money Mark en el teclado y Alfredo Ortiz en la percusión. Así que evidentemente esto es un crossover, una performance de carácter elegante en la que no permitimos el acceso de público en ojotas, shorts ni ninguna otra prenda playera.
–A pesar de que es un disco instrumental, los nombres de las canciones se llevaron una cuota importante de inventiva...
Ad-Rock: –El nombre que más nos gusta es Suco de Tangerina, que fue nuestra bebida preferida cuando estuvimos en Río de Janeiro. Fuimos a un sitio llamado BB Lunches y lo pedimos. Nos fascinó la historia del lugar, pues sus iniciales se deben a Brigitte Bardot, que hace mucho tiempo estuvo viviendo en Brasil. Y durante su estadía conoció a Jorge Ben, con quien se rumoraba mantenía un affaire.
The Mix-Up desprende en algunos de sus temas pasajes con un espíritu bien latino. Son oriundos de una ciudad donde la cultura caribeña tuvo un desarrollo particular y que han colaborado en sus grabaciones con músicos de origen latino como Money Mark y Mario Caldato Jr.
–¿Qué les atrae de los ritmos latinos?
Ad-Rock: –En una ciudad como Nueva York, en la que coexisten al mismo tiempo el rap, el punk, el funk, la salsa y la ranchera, la complejidad musical se palpa, y de una u otra forma nos influye. Tenemos también la suerte de viajar mucho, en los lugares que visitamos tratamos de conocer lo que sucede musicalmente.
MCA: –Nos sentimos muy influidos por la música latina, nos gustan los ritmos brasileños y especialmente la salsa clásica de los años ‘70 tipo la Fania All-Stars.
–¿Y el reggaetón?
Ad-Rock: –¿Quién no conoce el reggaetón? En Nueva York es imposible caminar por las calles sin escucharlo.
Mientras grababan su reciente trabajo, a finales del año pasado regresaron a la Argentina y visitaron otros países sudamericanos.
–¿Qué impresión se llevaron de la actualidad política de la región?
Ad-Rock: –La política no es realmente lo nuestro. No tuvimos la oportunidad de conocer las realidades de los países sudamericanos las veces que hemos ido. Imaginate que apenas estamos al tanto de lo que acontece en los Estados Unidos.
–Pero To The 5 Boroughs es un disco que reacciona contra la administración Bush...
MCA: –No fue planeado, aunque ciertamente podría ser una reacción inconsciente a la política norteamericana. Estamos esperando definitivamente que haya un presidente menos conservador. Es ésta una posición, por si querías saber si no nos gustaba Bush.
Mike D: –Conseguir una posición política en estos momentos en los Estados Unidos es difícil, especialmente debido a todo lo que se nos esconde. Si querés saber realmente lo que sucede tras el telón, tenés que estar muy al día con lo que pasa. Pero eso es muy complicado.
Ad-Rock: –Sin embargo, estamos muy contentos con Hillary Clinton...
Casi veinte años antes de que Eminem pudiera conquistar audiencias en el mundo con la semi-autobiográfica 8 Mile, Beastie Boys, hijos ilegítimos de los Bad Brains en su aurora hardcore, se consolidaba como el exotismo en un predio dominado por los afroamericanos al intervenir tanto en el film como en la banda de sonido de la cinta Krush Groovin’, protagonizada por The Fat Boys. Al igual que el post punk y Madonna, esto pasaba en la Nueva York de los ‘80. Ahora con traje, corbata y canas, el trío se permite echar una mirada a sus tiempos seminales. Recuerda Mike D: “Los ‘80 eran una época de mucha mezcla musical, donde confluían el hip hop con grupos como The Specials o Gang of Four. La diversidad era muy buena y los géneros estaban muy próximos, con lo cual uno se podía contagiar con la variedad”.
De sus siete álbumes, por lo menos tres se convirtieron en trabajos fundamentales en la historia del rock del último cuarto de siglo. Uno de ellos, Paul’s Boutique –posiblemente el más esencial de su trayectoria–, apareció el mismo año en el que De La Soul editó el revolucionario 3 Feet High and Rising. Acerca de sus coincidencias y diferencias, Mike D asoma: “Eran muy parecidos. Ese disco de De La Soul nos gustó mucho, somos fans totales de ellos. Eramos como rivales en esa época, pero existía una competencia sana”.
Pese a los años y a su influencia en el hip hop, Beastie Boys prefiere evadir hoy cualquier tipo de categorización. MCA explica: “Si bien el hip hop es una influencia muy grande en nuestra formación musical, es un estilo entre varios. No nos dedicamos exclusivamente a él. También tenemos canciones al son de la bossa nova o en sintonía con el punk”. A lo que Mike D adhiere: “No pensamos en términos de colores, de si lo que hacemos es negro o blanco. Así como el hip hop y el punk, nos influyen ritmos como el dub y el reggae, y eso lo podés comprobar en nuestros trabajos”. Y es que más allá de la volatilidad y perspicacia de la banda, el hip hop dejó desde hace rato el gueto para salir a probar nuevas experiencias y alianzas. “Hace diez años nos preguntaban constantemente sobre el futuro del hip hop. Por suerte, ya no lo hacen más. Ahora por ser un género popular y masivo, creo que se sabe mejor hacia dónde va”, alude Mike D y prosigue: “Con los años pudo expresarse de forma más sólida y se le reconoce como una influencia para otras manifestaciones sonoras. Esto se basa también en la madurez que esta música alcanzó en los últimos tiempos. No es una tendencia efímera que brota y que no ha conseguido su dirección, al hip hop se le respeta y se le considera en la actualidad más que a cualquier otra corriente”.
–¿Pero no creen que el hip hop atraviesa su momento más banal?
Ad-Rock: –Mucha gente piensa eso. Aunque otros creen que lo de las cadenas de oro, los autos, las mujeres y el champagne está pasado de moda. Pero eso tiene su gracia, y el hip hop siempre está en evolución. Que no cunda el pánico, todo está bien.
–¿Qué tan cerca se sienten de la vanguardia?
MCA: No creo que estemos cerca. Es más, pienso que nuestra música es bastante primitiva, hasta usamos instrumentos de los años ‘60. El arte, en cualquiera de sus manifestaciones, no es una cosa aislada, tiene que ver con lo que ha sucedido antes. Es importante considerar esto.
Mike D: –El arte avanzado debe ser espontáneo, pero eso también podría ser primitivo. No definimos nuestro sonido, hacemos lo que nos nace y listo.
–¿Y cuánta relevancia le dan a la estética?
Ad-Rock: –Existe una dicotomía entre la imagen del músico y lo que proyectan los videos acerca de éste. A veces, no necesariamente se funden esas dos lecturas. Ese asunto es difícil de manejar, pues en ocasiones sólo te es posible identificarte a través del icono que creaste. Hace 25 años, antes de la era YouTube, nuestros videos en MTV constituyeron la iconografía del Beastie Boys de masas. Hoy debemos asimilarnos a lo que allí representamos. Nos responsabilizamos por nuestra creación.
–Si arte y tradición están conectados, ¿reflejan sus raíces judías en su propuesta?
Ad-Rock: –La verdad es que no fuimos criados de una forma muy religiosa, somos más judíos culturales. Crecimos en los ‘70 en Nueva York y, debido a todas las influencias que nos ofrece la ciudad, la gente de nuestra generación no tiene un arraigo judío en lo que hace. Pienso que lo que hacemos es más neoyorquino que otra cosa.
CRONICA DEL SHOW
Contundencia colectiva
Luego de su actuación en Buenos Aires en noviembre pasado, como parte del Festival BUE, era increíble creer que los Beastie Boys pudieran haber encarnado la mezquindad artística que deambuló sobre el escenario aquella noche. Posiblemente habrá sido una mala velada o la ultimación del formato de esa gira antes del lanzamiento de su nuevo disco, pues lo ofrecido por el grupo neoyorquino en el Sónar 2007 hace dos semanas, el 14 y 15 de junio, fue en todo sentido la antítesis. Revisando la segunda de sus performances en el festival barcelonés, si bien el perfil de The Mix-Up se presta para que se sumen a la banda —trazada por el trío más el DJ Mix Master Mike— un sempiterno colaborador como Money Mark en los teclados y Alfredo Ortiz en la percusión, la contundencia escénica colectiva e individual exhibida por la agrupación redimió claramente el porqué los Beastie disfrutan de la reputación de tener, sacudiéndose las parafernalias del pop, uno de los mejores directos no sólo del hip hop sino del rock. Ni hablar del repertorio, que equilibra espléndidamente su faceta hip hop con la propiamente instrumental, combinando, entre hits y algunas joyas oportunas sólo para esta ocasión, temas extraídos básicamente de sus discos Check Your Head, Hello Nasty, Ill Communication, Paul’s Boutique y de, claro está, su más reciente trabajo. Divertido, ecléctico, de etiqueta y hasta con champagne en mano, la inclusión de la Argentina en este tour significaría la justa redención del trío con el público local.
COMO ES “THE MIX-UP”
Una mezcla bien arriba
The Mix-Up, el nuevo disco de los Beastie Boys, aparece, a tres años de la edición de To The 5 Boroughs, como un antitóxico ante la densidad musical y lírica que se desprendió de su último larga duración de estudio. El principal rasgo de este reciente trabajo es su naturaleza netamente instrumental, aunque no es la primera vez que el trío se sumerge en esta hondura interpretativa. Si bien el referente inmediato de este concepto estilístico es el maravilloso recopilatorio The in Sound from Way Out! —más algunas experiencias sembradas en trabajos como Check Your Head, Ill Communication y Hello Nasty—, en esta ocasión la agrupación neoyorquina, a diferencia de su precedente (que se pasea por su costado más setentosamente groovero), explora básicamente su tez post punk.
En ese sentido, pese a que acá es posible distinguir influencias del talante de The Slits, PIL, Gang of Four, Spacemen 3 o Killing Joke —desfloradas en temas como The Gala Event, el corte promocional con el que presentan esta producción—, también la psicodelia, el dub, el funk de cadencia black power —tipificado en el sencillo B for my Name— y el afropop a lo Mulatu Astatke —personificado en Suco de Tangerina— se dejan colar entre los matices sonoros del álbum. Con la colaboración de su perpetuo compañero de aventuras siderales y sónicas, el tecladista Mark Ramos-Nishita (Money Mark), y el percusionista Alfredo Ortiz, el jamming también se vislumbró como el otro atributo relevante de The Mix-Up y se tornó además en el estímulo creativo de los Beastie Boys en este primer distanciamiento intencional del hip hop.
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