Motor, alma y sangre

 Todo joya en diamante: el Si! se subió a una de las ocho mil motos que se convocaron en Diamante (Entre Ríos). Tocó Almafuerte y Catupecu presentó a Sebastián Cáceres. Txt Pablo Raimondi . Enviado especial a Diamante 

 

La capital de la calidez. Así definía un visitante a Diamante, la ciudad entrerriana que durante cuatro días recibió a 60 mil personas y 8000 motocicletas para el XII Motoencuentro Internacional, el más grosso de Sudamérica. Al llegar al predio ya se iba palpando esa mística rutera de camaradería matizado con el olor a asadito, chori y rock and roll de fondo que brotaba de los diferentes puestos de comidas. Las carpas de los que paraban en el camping, estaban adornadas por banderas de los distintos motoclubs y agrupaciones que colmaron el predio mientras se formaban rondas de charlas intensas junto a las choperas customizadas y motos de competición. Si la onda era gastarse unos billetes, la carpa-shopping era la posta: remeras, chalecos de cuero, alforjas, respuestos viejos y hasta manoplas (!?) para el motero de ley. De ahí derechito al escenario Norberto Pappo Napolitano donde la organización (impecable) puso a punto la salida del grupo Jason que calentó el escenario para Almafuerte Iorio y compañía tocaron casi dos horas ante 10 mil personas, que corearon cada tema del grupo del oeste. Luego de los shows llegó el momento de recorrer las callecitas de Diamante. Lo que llamaba la atención fue que la fórmula mucha gente + mucho escabio (y barato) + miles de motos no generó disturbios en un pueblo sitiado por las dos ruedas. La ciudad mutó su tranquilidad por varias calles peatonales donde el olor a caucho quemado y el atronador ruido de los caños de escape se metía a martillazos en el cuerpo. El sábado fue día de la clásica caravana que año tras año recorre Diamante. En esta ocasión se buscaba batir el record: 18 kilómetros de motos, desde el viejo con la Harley, la morocha con la XR y los triciclos reformados. Buscando quien llevara a este cronista, Mario --con su Honda Rebel 250--, tatuado e integrante del grupo thrash Decraneador se copó con la propuesta. Un amigo viajaba con Daniel, un rosarino que heredó la pasión por las motos por su hijo, y el otro con un flaco que venía desde Santa Cruz. Pasar con las motos por un pasillo de personas cual final de maratón hacía emocionar a más de uno que lloraba y saludaba mientras las motos desfilaban por el pueblo y las salvas de estruendo recibían a la caravana. Un sol sangrante moría en el horizonte y se veía una fila interminable de motos, cuatriciclos. El recorrido había terminado. Banda de sonido Con toda su potencia, que emula la de AC/DC, los MAD dispusieron sobre el escenario una barra -con licuadora incluida- desde donde marchaban tragos para los músicos y afortunados que estaban apretados contra la valla. Luego cerró Catupecu Machu, primer show del bajista Sebastián Cáceres ante más de 20.000 concurrentes.