El corazón del punk feminista: cómo fue el debut de Bikini Kill en la Argentina

A principios de los '90 fue el grupo fundador del movimiento Riot Grrrl. Está liderado por Kathleen Hanna y Tobi Vail.-Se volvieron a reunir hace cinco años y tocaron en el ART Media porteño, en el marco de su primera gira sudamericana. Pocas bandas en la historia del rock reescribieron las reglas. Y cuando lo hicieron, fue en términos de éxito, producción, sonido, decibeles, moda, marketing. El rock sigue, fracaso tras fracaso,esperando un mesías que se presente en los mismos términos que los que alguna vez triunfaron.Avizorar a los nuevos Beatles, Rolling Stones, Jimi Hendrix, Led Zeppelin, David Bowie, Sex Pistols desde la repetición de sus logros en la mímesis de nuevos intérpretes es donarse al malentendido. Será por eso que desde el día que Kurt Cobain decidió terminar con su vida y la de su grupo, Nirvana, ninguna banda asumió por mérito y sustancia el destino del rock como una palanca de cambio cultural. Dicho todo eso, puede uno destaparse un oído y cubrir el otro. Ento

A votar, mi amor

a tres dias de las elecciones, los musicos reflexionan sobre politica


 

A votar, mi amor

En un intento de análisis en profundidad, unos veinte músicos se entregaron al juego que propuso este suplemento: ¿qué sistema político propondrían?, ¿cuáles serían sus primeras medidas? Responden representantes de la rama anarquista, la corriente socialista, el rock nacional y popular, los moderados y los “Jotapé”.

Por Cristian Vitale

“Todo hombre es un animal político”, dijo Aristóteles hace como 2400 años; y de esa lógica, amigos, no se sale jamás. El planeta rock, a menos que escape de la raza humana, forma parte del axioma. Quiera o no. Un somero téster semántico de letras de rock –al menos en esta parte del planeta– da como resultado su presencia como tópico. Desde aquel Emilio del Guercio, cuya fina pluma insta a tomar el fusil para que vuelva el General (El camino difícil, Almendra, 1970) hasta las preocupaciones sociales, vindicativas, que atraviesan toda la trayectoria de León Gieco, la política está. Merodea. Pincha. Y asume diferentes formas: casi siempre como algo despreciable. Visceralmente en los antípodas del género.

Los Violadores fueron más que explícitos en su declaración de principios: “No somos política, no somos religión / no somos status, somos rock and roll” (Nada de eso), tanto como Todos tus Muertos –”Políticos de mierda, ¿así que te gusta el poder?”–, o Attaque 77: “No necesitamos un mediador del Norte / Ni partidos políticos, que nos quieran sacar / de una miseria que la política nos dio / para volver a entrar en una miseria más” (Falsas esperanzas). La presencia de la palabra, manifiesta y con todo su peso, también asume un rol reflexivo cuando Fito Páez la enuncia en su descripción de Buenos Aires (“la política... qué falta de respeto, qué atropello a la razón”); como metáfora de una realidad asfixiante (“si esta cárcel sigue así, todo preso es político”, Redondos); o como una búsqueda existencial de ser, que no encaja en lo dado (“no me convence ningún tipo de política / ni el demócrata, ni el fascista / porque me tocó ser así / ni siquiera anarquista”, Revelde, La Renga).

Como fuere, y con todos los pruritos que implica asumirse un animal político, es inevitable hacerse cargo. Decirse apolítico es más o menos como declararse ateo; siempre hay un problema con esa a que niega tanto como incluye. El NO, entonces, abrió la puerta y preguntó a ciertos rockers qué sistema político propondrían si alguna vez tendrían la oportunidad. ¿Respuestas? De todos los colores. Directas y panfletarias, reflexivas y a conciencia, anarcoides y escépticas.

La vía socialista

La apropiación que el rock, en términos genéricos, hizo del socialismo es libre. Un tanto arbitraria. Difícilmente podría, en tanto expresión contracultural y libertaria, seguir los cánones rígidos, a veces dogmáticos, de los partidos de izquierda con intenciones de poder. Hay casos aislados que asumen una identidad definida, e incluso cuentan con apoyo partidario (Las Manos de Filippi y el Partido Obrero), pero una buena parte del resto es socialista por descarte. Como alguna vez dijo Spinetta, genialmente: “Me identifico como socialista, si es que se le puede tirar semejante cacho de carne al alma”. A este “bloque” adhiere míster Palo Pandolfo: “Por lo que propone como doctrina –igualdad de oportunidades, solidaridad proletaria, pacifismo, internacionalismo–, me inclino hacia un orden socialista de la Nación. Y para todos sus habitantes”. Contundente.

Fósforo, bajista de Pez, dubita menos aún: “Propongo el socialismo marxista”, y justifica: “Como primera medida, impulsaría un profundo cambio cultural en la sociedad, donde primen la solidaridad, el respeto y la verdadera igualdad entre personas. Sin este cambio es inútil cualquier cambio político: ya asistimos a la estafa ideológica de la URSS, donde el poder y los medios de producción sólo cambiaron de signo político”. ¿Medida clave? “Eliminar la injerencia de los dueños de los grupos económicos sobre la política nacional.” Hugo Blanco, de Séptima Ola, tiene un problema entre la idea y su bajada “humana”. “Me gustaría decir comunismo de no ser porque, en definitiva, es manejado por políticos, que son los que finalmente dilapidan las buenas ideas.” ¿Por dónde empezaría su comunismo? “Por educar más y mejor. Desde el mismísimo jardín preescolar hasta las carreras universitarias, pero básicamente en la parte en que se forman los caracteres de las personas, la niñez y la adolescencia.”

La Jotapé

Un barrio: Villa Lugano. Una identidad: Evita y Perón. Un sentimiento. Toti, el entrañable cantante de Jóvenes Pordioseros, apela a una frase conocida: “No sé nada de política, soy peronista”. Pero lo dice con sus palabras, asumiéndose como voz de los sin voz: “Yo no entiendo nada de política, pero soy de la generación democracia a morir. Por ser de un barrio humildón y que vive al día, nunca los pibes tuvimos tiempo de ponernos a estudiar mucho. Creo que pasa en todos los lugares como Lugano, que es peronista. Están Perón y Evita en la entrada, igual que en Villa Soldati, y la juventud debe ser peronista por inercia, ja. Así que no opino de política, no por prejuicio sino por ignorancia”.

Es un aspecto del movimiento. Un recorte. Está quien sí sabe, pero también empieza por el corazón. Litto Nebbia, peronista de toda la vida, es un caso. Y no reconoce otro sistema que el democrático: “Los problemas que aparecen son generalmente por no respetar el marco de la democracia”, dice. ¿Sus medidas? “A largo horizonte, el verdadero camino sería el de poner toda la preocupación en la educación.” Nebbia es uno de los pocos músicos que tuvo una actividad política concreta como director del Centro de Divulgación Musical, del gobierno de la Ciudad. Duró once meses. “Me fui, agotado y decepcionado de la cantidad de barreras y burocracia histórica con que me encontré. Entré pensando que podíamos sanamente modificar algo y salí huyendo, casi me enfermo –cuenta–. No creo en la política actual, pero entiendo que todo lo que hacemos es político al fin. Apoyo a este gobierno porque hay gente y actitudes más sanas dentro de él. Adhiero al peronismo que conozco desde niño por historias de mis viejos. Para mí, la única doctrina política que tuvo pensamientos de protección para el país. Después pasó lo que pasó, y hoy por hoy hay peronistas con la mayor cantidad de diversidades imaginables. Soy muy crítico y disidente con la mayoría, especialmente con los más ortodoxos. Antes que nada, me interesa la Argentina, los individuos, la gente, nosotros.”

Matías Crespo, de Sendero, también invoca al peronismo, aunque “con reservas”: el suyo es el militante de los ‘70, pero propone una social democracia al estilo nórdico. “Acá hace falta control para erradicar la corrupción. Yo reemplazaría políticos, funcionarios, sindicalistas y empresarios avaros por cualquier ser humano con sentido común.” Y Hernán Sforzini, de Holy Piby, plantea recuperar y modernizar los grandes hospitales públicos creados en la época de Evita: “En todos los aspectos se necesita alguien líder, que sepa trabajar en forma organizada y planeada, capacitado en su área y no alguien puesto por acomodo”.

Anarcos, ¿desesperanzados?

Otra apropiación, tal vez más real, es la que el rock hizo –sobre todo en su época “revolucionaria” y progre– de las ideas anarquistas, sobre todo en el campo cultural. Más allá de la vehemencia con que expresó el punk esta especie de trasvasamiento generacional, el ideario libertario pasa por toda su historia. Alguna vez lo dijo Pajarito Zaguri, fundador del rock argento: “Soy un johnleninista, anarquista y pacifista. Socialista, pero apartidario”. En el amplio plafón que sostiene el “ser anarquista” en tanto ser no atado a reglas, ni al poder, puede convivir de todo. Desde una posición romántica como la de Federico Bugallo, de Los Tipitos, que apela a una generalidad (“yo no sé nada de política, pero entiendo que si no nos tratamos como hermanos, no nos respetamos y no nos ilustramos, es muy difícil que funcione sistema alguno) y cita a Spinetta: “Ya sin salida de la cueva mental, sólo el amor nos podría curar”.

Hasta Adrián Herrera, de Blues Motel que, directamente, plantea un sistema político “sin políticos” (¿?). “La política es una mierda, los políticos lo único que quieren es llenar sus bolsillos. No le creo a ninguno. No creo que ninguno tenga interés en que este país no se siga yendo al tacho. La política es sinónimo de poder. El poder a lo único que lleva es a querer más poder. Y cuando estás atrás del poder, los límites desaparecen. Hay que inventar un orden nuevo, algo que no exista en ningún lado.” Checho, de 720 Grados, se recuesta sobre el horizontalismo, otra pata heredada de Malatesta. “Propongo un sistema de ‘comunidad autogestionada’, donde todo se decida a través de asambleas. Sé que es utópico, pero eliminaría la corrupción que existe hace miles de años. También las fronteras y las instituciones de poder.”

¿A Dónde se está mirando? En la experiencia de Barcelona en 1936. ¿Qué tul? También hay planteos feministas. Andrea Alvarez, la percusionista, le manotea al inconsciente colectivo –modificado, claro, por viejas luchas anarquistas– el valor de la mujer para dirigir la cosa pública. ¿A tono con la época? “Yo cambiaría las prioridades, y pondría más ‘femenino’ en lugares de toma de decisiones, priorizaría la educación y la salud, legalizaría el aborto y enfatizaría la educación sexual.” El anarquismo pappeano es más acotado. Luciano, hijo del guitar hero, se conforma con una mezcla saludable: trabajo y rock para todos. “Tres días laborables y cuatro libres”, sería la medida exacta más una fórmula inoxidable: “Sexo, fierros y rock and roll”. Una veta más humanista es la de Corvata. El bajista de Carajo apela al punto esencial del ser: “Si no hay una conciencia espiritual y humana, ningún cambio tiene sentido, dado que la política y lo social están ligados directamente al factor humano”.

Democráticos moderados

También podrían llamarse reformistas. Son los que proponen cambios, pero no bajo una identidad política predeterminada, tampoco desde fuera del sistema. César Andino, líder de Cabezones, no adhiere a ninguna ideología, y pide un sistema “que tenga como objetivo principal el desarrollo, control y distribución adecuada del capital, la salud, la educación y las manifestaciones artísticas”. Walter Meza, cuyas letras en Horcas son profundamente críticas de la política y los políticos, se sienta con clase en la mesa de negociaciones. Pero no abdica: “Propongo un proyecto en que se cumplan las promesas incumplidas en todos los gobiernos que pasaron. Puede sonar a utopía, pero estaría bueno que alguien haga cumplir el 1 por ciento de lo que se prometió”. No está mal la idea. Tampoco su sentido de la real-politik: “Sería muy cómodo decir ‘¡que se vayan todos!’. Yo trataría de depurar a los corruptos como primera medida, analizando a cada uno y haciéndolos trabajar para lo que fueron elegidos; estaría bueno que de una vez por todas perdamos el miedo a participar, a opinar que esté bien o mal sin olvidar a los que hundieron este país y a reconocer a los que hicieron bien las cosas”.

Sergio Chosturian, de Los Natas, le entra al todo por la parte. Va en escala y el nudo, para él, es la educación onda Teleescuela técnica: “Yo replantearía el programa de educación hacia un programa de enseñanza de oficios y práctica de artes y deportes, alimentación o reparación de cosas”. El ex A.N.I.M.A.L. (hoy D-Mente) Andrés Giménez, en tanto, pide respeto “por la palabra y la dignidad humana”. “Es hora de que primero demuestren para de una vez saber quiénes son los malos y menos malos, porque buenos creo que ya no existen.” Un signo de los tiempos.

Darío (Tandooris): “En un libro acerca de budismo leí que los hombres de nuestra época son como hojas de una planta que se riegan a sí mismas en lugar de arrojar el agua a las raíces, a pesar de que eso no los beneficia tanto. Está claro que si todos buscáramos favorecer anónimamente al ente al que todos pertenecemos, el beneficio que obtendríamos seguramente sería mayor que el que podemos percibir de las actitudes más impulsivas. Sin embargo, creo que los argentinos fallamos mucho ahí. Se piensa al segundo, sin proyectar mucho, y siempre desde los intereses individuales. Es decir, la primera y fundamental medida es educar a la gente en serio. Mientras que los argentinos sigamos viviendo con este sistema operativo, dudo que haya verdaderas posibilidades de cambio”.

Peter (Los Alamos): “Propongo un sistema que se interese por las necesidades y prioridades de la población antes que las necesidades y ambiciones de los funcionarios. Hay que legalizar el aborto: esto beneficiaría a las madres solteras y adolescentes, y en los casos de violación prácticamente dejaría esta decisión en manos de las personas damnificadas y no en manos de la Iglesia y del Estado, que nada tienen que decidir con lo que pasa en el cuerpo de una mujer. Legalizar las drogas, disminuyendo así el tráfico, la mafia y gran parte de la delincuencia y violencia. A la Iglesia la excluiría totalmente de cualquier decisión con respecto a la confección de leyes y programas de educación, el conocimiento que pueden aportar es obsoleto y fascista para esta época, en su lugar pondría a civiles capacitados en docencia, leyes y derechos humanos”.

Tomás Sussman (Las Pelotas): “Yo propondría como sistema político la democracia, algo que hasta ahora nunca tuvimos, ya que ésta fue tomada por la corporación política de los partidos y la cambiaron por una partidocracia. O sea, el gobierno de los partidos para el bien común de los partidos. Que el pueblo elige libremente sus gobernantes y que vivimos en democracia es la gran mentira nacional. El pueblo es chantajeado, sobornado, amenazado, engañado y todos los ados que se les ocurran para que elija siempre más de lo mismo y así, la corporación política de los partidos se perpetúa en el poder. No son más que corporaciones que representan los intereses de corporaciones más grandes y los suyos propios. Por eso, propondría en una primera etapa a la democracia como sistema novedoso para nuestro país... Si no funciona, volvamos a la partidocracia actual, que tanta gente defiende. En mi opinión, aunque es una utopía por ahora, en una sociedad con una conciencia más evolucionada que la del presente, el sistema ideal sería una anarquía donde cada uno sepa qué hacer y lo haga en función del resto de la sociedad y de uno mismo”.

Andrés Ciro (Los Piojos): “Habría que poner atención en la educación y la salud. Y educación sexual para la gente con menores posibilidades económicas, para frenar esta reproducción descontrolada. En ese sentido creo en el nacionalismo, en el cuidado de la gente. Buscaría a los pibes que se destacan en las escuelas, o tienen inquietudes, y los fomentaría. Hace poco estuve en la Casa Rosada y se lo dije a Alberto Fernández. Un amigo me invitó cuando se trató el tema de la Ley del Músico. Yo había ido al Cirque du Soleil, y era increíble lo cara que estaba la entrada –¡y eso que fui a una especie de popular!–, entonces le pregunté: ‘¿Por qué no hacen una función para los pibes que nunca pueden ir?’. Creo que después lo hicieron. Ver si hay alguna ley que organice un sistema para que los chicos destacados en algo tengan esos estímulos. Pasa que los tipos de los micros cobrarían mucho más, y esos pibes no irían, terminarían yendo los hijos del puntero político. Es muy complicado. También hay mucha falta de motivación, como un miedo a hacer las cosas bien. Siempre estamos viendo qué se hace afuera, como si acá no hubiese nada bueno, y menos si es popular. Siempre criticando al otro, viendo de dónde podemos sacar una tajada, estamos viviendo como un cambalache exponencial: si alguien se tira un pedo, todos salen a cortar la calle porque no les gustó el olor. No puede ser”.

SEIS EPISODIOS DE ROCK EN TIEMPO DE URNAS
Yo voto por otro
Por Javier Aguirre

1983: Raúl Alfonsín derrota a Italo Luder

El rock saluda la democracia con alegría y celebración (Virus, Soda Stereo), pero el espanto de la dictadura todavía es musa; Los Violadores editan Represión; Charly García, Los dinosaurios, y Los Twist, Pensé que se trataba de cieguitos.

1989: Carlos Menem derrota a Eduardo Angeloz

Entre los saqueos, los levantamientos militares y el derrumbe alfonsinista, el radicalismo organiza shows de rock durante la campaña electoral, en los que participan Charly García (que llama “Nemem” a Menem), Luis Alberto Spinetta, Ratones Paranoicos y Los Pericos. Menem gana por afano.

1995: Carlos Menem derrota a José Bordón

Las calles se llenan de logos de multinacionales... y también de pobres. Una difusa mezcla de versos de Los Redondos, Fabulosos Cadillacs, Bersuit Vergarabat, Todos Tus Muertos y La Renga gesta un incierto clima de rock combativo, americanista y marginal, que crece de modo directamente proporcional a la recesión económica.

1999: Fernando de la Rúa derrota a Eduardo Duhalde

Las Manos de Filippi y Bersuit protagonizan el último lazo entre rock y protesta con líneas como “Hay que matar al Presidente”, “Son todos narcos”. Desde las barriadas, La Renga, Los Piojos y Los Gardelitos sientan precedente de militancia social y tocan por causas solidarias. En el gobierno, la Alianza organiza shows de rock gratuitos por todo el país, con Divididos, Fito Páez, Fabulosos Cadillacs y Caballeros de la Quema a la cabeza.

2003: Néstor Kirchner derrota a Carlos Menem (quien renuncia al ballottage)

Entre los escombros del desastre delarruista, el rock se harta de todo y se refugia en la introspección. Algunos ombligos resultan desafiantes desde lo estético (Babasónicos); otros se refugian en la colectora del rock barrial (Callejeros) o no quieren saber nada de nada (Miranda!). Hasta que con los 194 muertos de Cromañón, un show de rock deriva en la destitución de un jefe de gobierno.

2007: ¿Cristina, Lavagna, Carrió, Sobisch, Rodríguez Saá, Solanas, López Murphy...?

Todos los grandes auspiciantes tienen su propio megafestival rockero con line-ups en los que no falta (casi) nadie: las corporaciones parecen ser lo más cool. ¿Alguien tiene algo para criticar? En el regreso de Soda Stereo, la gente silba a cualquier político (desde Perón hasta Kirchner) que aparece en las pantallas de Peter Capusotto, en su año de consagración.

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