El flamante papa fue muy crítico cuando se trataba en el Congreso el proyecto que permitiría el matrimonio igualitario. En 2012, cuando el Congreso se encontraba debatiendo la ley que permitiría el matrimonio igualitario, Bergoglio dio a conocer una carta de repudio dirigida a los cuatro monasterios de Buenos Aires. “No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios” , expresó en esa ocasión. Posteriormente, en el mismo texto, agregaba: “No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una “movida” del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios”. Asimismo, el cardenal entonces cardenal agregó: “aquí también está la envida del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra”. En cuanto al aborto no punible, en septiembre de 2012 Belg...
Biznaga
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Gran Pantalla supone una ruptura con la forma en que hasta ahora
habíamos concebido la composición de un disco. No se trata de un
conjunto de canciones deslavazadas, que únicamente funcionan con
independencia entre sí. En esta ocasión existe una unidad temática que
las relaciona (‘disco conceptual’ lo llamaban en la antigüedad) y, sin
obviar esa especie de selección natural que hace que unas canciones
acaben imponiéndose a otras, estas funcionan también como un ‘todo’,
siendo precisamente en ese ‘todo’, dónde alcanzan su máxima expresión.
La idea/concepto/tema que motiva ese ‘todo’ es el único capaz de
fagocitar al resto: la Pantalla. Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos
de la Pantalla? En realidad, de todo lo demás: de un dónde (somos), un
cuando (somos), un cómo (somos) y un por qué (somos). Hablamos de un
espejo que captura y transforma lo que refleja, que simula el universo
entero, dándole un nuevo sentido para que habitemos en él. Cuando
hablamos de la Pantalla, hablamos de Dios
El tercer disco de la banda madrileña es un tratado punk sobre nuestra relación con la tecnología
Del desenfreno que impera en nuestra relación con la tecnología ya se ha dicho mucho. Nos fascina recrearnos en distopías como 1984, Black Mirror, Years & Years, Los Juegos del Hambre, Ready Player One... Pero el tercer disco de la banda madrileña Biznaga, Gran Pantalla
(Slovenly Recordings, 2020), ha acortado muchos los plazos para
pellizcarnos, en clave punk, con una conclusión tan verosímil como
asfigsiante: el desastre social ya no es una amenaza sino una realidad.
"La gran pantalla es Dios", cantan en el tema 2K20. Un parelelismo entre la religión y el poder —"omnipotente, omnipresente, casi mágico"— de los móviles y el resto de aparatos conectados. "Ambas cosas nos dicen qué somos o cómo nos deformamos. Tiene que ver con nuestra búsqueda de la identidad", explican en la entrevista concedida a Fuego y Chinchetas. "Y también comparten cierta liturgia".
Los 12 temas que componen Gran Pantalla configuran un álbum conceptual que aborda los déficits de la sociedad capitalista y constatan cómo la tecnología no solo no corrige el Error 404 sino que contribuye a perpetuarlo.
El disco está repleto de aforismos: "La democracia es vigilancia y yo soy solo información" (2k20); "la libertad se conquista, no se instala" (Motores de búsqueda avanzada); o el verso "poder es deber" (Libertad obligada), que conecta a la perfección con el concepto Ataque Celeste, desarrollado por El Columpio Asesino. "Parece que estamos obligados a eliminar toda la negatividad de la vida. Lo que pasa es que igual puedo pero no quiero", detallan.
Las letras destilan vivencias propias: la desagradable sensación de quedar con alguien y que se ponga a consultar el móvil, el miedo a la desinformación cuando eres activista de izquierdas... "Se cuenta una mentira y luego se desmiente, pero esa verdad ya no se publicita tanto", dicen.
Escuchar el disco paseando por el centro de Madrid, de hecho, puede convertirse en un baño de realidad un tanto deprimente: "Quizá algún día te cruces con nosotros y estemos mirando el móvil. ¡Sabemos de lo que hablamos!".
Pero tras la brutalidad de sus formas hay un fondo muy interesante que incluye referencias a pensadores contemporáneos, como el antropólogo francés Mark Augé, autor de la teoría del No-lugar,
que da nombre a otra de sus nuevos temas. "Un no-lugar es lo contrario a
lo que pensamos que es un sitio que nos importa. Espacios de tránsito
sin implicación personal o emocional. ¡El problema es que cada vez hay
más no-lugares. Vamos de uno a otro pasando por un no-lugar!".
Más allá de las letras, el sonido sigue siendo el mismo (o parecido) al de sus dos primeros discos: furia eléctrica, un ritmo implacable y berridos que invitan al pogo,
pero con giros melódicos. Esta vez, de todas formas, le han dedicado
más tiempo a la grabación (una semana) y eso les ha permitido
experimentar con más pedales y amplificadores. En No-lugar y Libertad olbigada, por ejemplo, suenan unas guitarras que recuerdan a The Cure, The Jesus & Mary Chain o Triángulo de Amor Bizarro.
Pero Gran Pantalla, que se publica este viernes 6 de marzo, también contiene un par de interludios distópicos y varios síntomas de evolución. En el estribillo de Motores de búsqueda avanzada intentan emular un cántico hoolighan; en Atentado visten los excesos represores del sistema con una banda sonora casi power pop (rollo The Wonders); y en el compás y las palmas de Adorno vuelve a aflorar —tras las castañuelas de Jóvenes ocultos— su ADN malagueño. En el futuro, de hecho, no descartan colaborar con "algún rapero del infierno".
La banda, formada por Jorge Navarro, Álvaro García, Jorge Martínez 'Milky' y Pablo Gamelo, afronta ahora un año clave en su trayectoria. Con Gran Pantalla están llamados a subir un peldaño (o varios) y su calendario de conciertos lo confirma: Austin, México, festivales como el Vida o el Tomavistas... "Un año así no lo hemos tenido nunca. Y aún no hemos anunciado casi nada", explican orgullosos.
https://compactcheese.es/2017/11/19/biznaga/
Biznaga: una banda de directo con carácter y estilo propio
Por
compactcheese
Álvaro García (voz y guitarra), Jorge ´Milky´ Ballarín (batería), Jorge Navarro (bajo y coros) y Pablo Garnelo (guitarra y coros) son los componentes de Biznaga, uno de los grupos más punteros de la escena punk. El pasado sábado 4 de noviembre pudimos hacerles una entrevista en el Espacio Tyce de Guadalajara antes de actuar en el Festival Ké Kaña y he aquí el resultado de este encuentro, cuanto menos, peculiar. La banda residente en Madrid, pero con raíces andaluzas -dado que Jorge Navarro y Álvaro García son malagueños- es un compendio de cuatro estilos, cuatro formas de vida unidas por un arte: la música. Enfermería, audiovisuales, psicología y en general la música, son parte de sus estudios. Comer, respirar, el vodka con limón, un equipo de música y el gato de Jorge, entre sus aficiones. Odian que se rayen los cd´s, que no se carguen los subtítulos de las películas, trabajar y, para el bajista, todo lo que no sea su gato. Entre sus discos preferidos destacan Funky Kingston de los Toots and the Maytals, el primer álbum de Television Personalities, …And Don´t the Kids Just Love It y alguno de black metal. Así, a la pregunta de un artista o grupo lo tienen más que claro. Mick Jones (el guitarrista, cantante y cofundador de la banda de punk británica The Clash), Marcos Rojas de Los Claveles, Mayhem (el mítico grupo noruego de black metal) y Dan Treacy de Television Personalities. Si no se dedicaran a la música -que no se dedican, como bien aclara Jorge- serían desde grafitero y arqueólogo hasta cuidador de animales o psicópata. Un grupo de ideas fijas
De esta manera y tras un primer contacto, nos adentramos a preguntarles sobre la creación, carrera artística y consolidación de la banda. Al preguntarles por el nombre del grupo, Álvaro responde: “Biznaga es una flor de Málaga que se hace con jazmines y se vende allí y lo hacen los gitanos. Nos lo puso un colega nuestro, nos bautizó con ese nombre cuando Jorge y yo nos conocimos y así se quedó”.
Con influencias que parten del punk, del rock y del pop, reconocen que cada uno tiene gustos musicales distintos y no les motiva ponerse limites con eso, ya que también les entusiasma el reggae y el black metal -en este caso a Jorge y a Pablo-. No les gusta encasillarse en ningún género, pero si tuvieran que hacerlo “hablaríamos de punk y ya está, aunque en verdad todo es música pop. Cuando nos preguntan decimos que hacemos música pop, pero la etiqueta del garage se tiene que destruir”, dice el batería.
En un sitio alejado del ruido, en uno de los barrios más famosos de Madrid, Jorge (bajista y coros) nos cuenta que es ahí donde escribe los temas. “Me pongo música clásica, bebo vino, leo, estoy con mi gato y ya está. De ahí viene mi inspiración”.
Admiten que no viven de la música y reconocen que tampoco quieren hacerlo, puesto que prefieren ser ellos los que se marcan los límites de las cosas y tener el control de lo que hacen, sin restricciones ni pautas que les puedan dictar personas ajenas a ellos.
Sobre su primer trabajo lanzado en 2014, Centro Dramático Nacional,
Álvaro expresa: “fue el principio del fin. Este disco fue nuestro
primer LP, empezamos a tocar más, con más constancia, con más ritmo, a
mejorar el directo, a crecer como banda en general y a hacer que todo
estuviera más cohesionado a nivel grupo, tanto a nivel personal como
musical. Por eso para nosotros fue un paso bastante importante”.
Además sobre este álbum, Milky (batería)
reconoce que él lo veía como un disco muy bien hecho pero no se
esperaba el recibimiento que tuvo por parte de la gente y de la crítica.
“Viéndolo como perspectiva yo pensaba que era un disco de puta madre, y
ojo, yo sólo había compuesto baterías y no todas las baterías porque yo
llegué más tarde a Biznaga y tuve que aprenderme las baterías del
anterior batera, que eran la polla y tuve que estar a la altura de esas
baterías y yo nunca había grabado un disco entero. Yo creo que Pablo tú
sí que habías grabado un disco completo, pero yo nunca. De hecho, yo
había entrado en el estudio pero de forma espontánea y casi como una
broma y ahí grabé por primera vez algo serio. Yo pensaba que eran muy
buenos temas, con buenas letras y que todo estaba muy bien hilado”.
Así, al preguntarles sobre su segundo trabajo, Sentido del Espectáculo
(Slovenly Recordings, 2017) dicen sentirse muy cómodos y a gusto, ya
que están muy contentos con el resultado. En este álbum, compuesto por
11 temas, hacen una descarga eléctrica de energía en sus letras,
desprendiendo críticas sociales y bienestar a la par.
Se han recorrido salas de media España, Alemania y Portugal y con el
segundo disco han cruzado el charco para estar en Estados Unidos y
México. Por un lado, Milky explica: “viajar nos ha hecho ganar y perder
dinero, beber a veces de más, enfadarnos, conocer gente muy chalada y
muy guay, coger muchos aviones y ver un montón de sitios maravillosos,
aunque se nos da muy mal hacer turismo porque cada uno queremos cosas
distintas y hay que hacer asambleas constantemente”. Por otro lado, el
vocalista cuenta: “viajar está bien porque creo que es aquí cuando la
banda se curte de verdad, cuando tienes que tocar un día, otro día, otro
día,… y no todo es maravilloso como a veces lo pintan. Muchas veces
estas en sitios de mierda, con todo tipo de instrumentos,… pero bueno,
todas estas cosas ayudan mucho con el directo”. Y sobre el directo iría
la siguiente pregunta, a lo que el vocalista señala: “Biznaga es una banda de directo,
eso está más claro que el agua y nos gusta esa adrenalina. Pero bueno,
también mola grabar. De hecho, cuando grabamos en el estudio grabamos en
directo, ¿sabes? La forma de componer, de grabar y de todo está
relacionado con la inmediatez y con el directo y así es este grupo”.
Si tuvieran que quedarse con un escenario se decantan por la Sala El Sol de Madrid repleta de amigos y familiares y, en última instancia, si tuvieran que elegir una canción propia se quedarían con “Adalides de la nada”, perteneciente a su primer EP de nombre homónimo. “Una canción se elige dependiendo del momento, pero creo que estamos todos de acuerdo diciendo esa, más que nada por el cariño que le tenemos”, dice Álvaro.
A punto de finalizar la entrevista, los chicos de Biznaga nos contaban una de las cientos de anécdotas que les han sucedido desde que empezaran en 2011. “¡Joder! Es que hay que dividir las anécdotas que están motivadas por los excesos y las que han sido ¡wow, una bonita anécdota! Pero recordando, en un festival que se hacía en un pueblecillo de Segovia, un poco perdido de la mano de dios, dijimos que éramos Supersubmarina para hacer la broma y realmente todo el mundo se creyó eso. Luego en el after, la gente hablando decía que a Supersubmarina se lo esperaban más tranquilillos, más reposados, pero que el directo había sido un puto cañonazo, que qué guay esa transición entre el estudio de grabación, que suena más tranquilo y luego en directo esa locura. Nosotros lo único que hacíamos al ver eso era sonreír y beber”.
Así es Biznaga, un grupo irónico y de contrastes descrito en tres palabras: siestas, porros y santurroneo.
El cuarteto Biznaga descarga toda su rabia contra el algoritmo en un
disco conceptual en torno a las transformaciones en lo personal y lo
colectivo que ha supuesto la implantación del imperio GAFAM (Google,
Apple, Facebook, Amazon y Microsoft).
En septiembre del año pasado, Facebook compró por un montante cercano a los mil millones de dólares CTRL-Labs, una startup que persigue conectar el cerebro con los ordenadores. Un par de meses antes, Microsoft había invertido otros mil millones en OpenAI, la iniciativa de inteligencia artificial de Elon Musk, el magnate con un patrimonio de 39.000 millones que, entre otras empresas tecnológicas inventoras de utopías para las élites, fundó Neuralink, compañía especializada en el desarrollo de implantes que comunican al usuario con la computadora para buscar una simbiosis total entre la persona y la máquina. Tras estos movimientos, como futuro inmediato se habla del nuevo iPhone cerebral y del neurocapitalismo, un estadio en el que las grandes multinacionales de las tecnologías de la información y la comunicación explotarán la última frontera que aún queda virgen: el comercio con los pensamientos, la extracción de beneficio violentando la privacidad mental bajo la coartada de la mejora del ser humano mediante la neurotecnología. En respuesta, como prevención ante los previsibles atropellos que se cometerán, un grupo de científicos ha propuesto añadir cinco neuroderechos (a la identidad, al libre albedrío, a la privacidad mental, al acceso equitativo a la mejora cerebral y a la protección contra sesgos) a la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Lo que podría ser el interesante y perturbador argumento de una multimillonaria producción de Hollywood —spoiler: no lo es— sucede ya, es la siguiente pantalla de una época en la que la implantación de internet, aplicaciones y dispositivos resulta irreversible y tan cotidiana como el pan a la hora de comer. En España, según la última edición de la Encuesta sobre Equipamiento y Uso de Tecnologías de la Información y Comunicación en los Hogares del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2019 nueve de cada diez personas en la franja de edad de 16 a 74 años utilizaron internet durante el último trimestre. El 90,7% de la población. 31,7 millones de usuarios. Entre los jóvenes de 16 a 24 años el porcentaje supera el 99%. Y casi siete de cada diez niños disponen de teléfono móvil.
Al creciente coro de voces —con más volumen desde el activismo, la investigación universitaria y la divulgación mediante la publicación de ensayos, algo más tímidamente desde el periodismo— que alertan de que lo que hay detrás de la pantalla es antes un monstruo que un igual y que avisan de que el precio que se paga es mucho más elevado que la tarifa plana se une ahora una muy airada, la del cuarteto Biznaga. Un grupo que le da al punk de toda la vida, el de guitarrazo y tentetieso, y que en su nuevo disco, Gran pantalla (Slovenly Recordings, 2020), el tercero ya en su cuenta, grita el hartazgo por la conversión de las personas en etiquetas, en contenido, en datos de los que cinco corporaciones extraen oro.
La rebelión de Biznaga contra el mito de Narciso con espejos de bolsillo —259 personas fallecieron entre 2011 y 2017 por hacerse el selfie perfecto— ya se intuía en su anterior disco, Sentido del espectáculo (Slovenly Recordings, 2017), pero es en este cuando ha estallado. La pantalla, lo que hacemos con ella y lo que nos hace, es el eje sobre el que gira un disco que sacude con estribillos como “la democracia es vigilancia y yo soy solo información”.
Como ocurre con todas las revueltas, es probable que la de Biznaga no triunfe y que el imperio del algoritmo venza pero, al menos, que se lleve algún guantazo, parecen decir las canciones de Gran pantalla. Para hablar de ellas, preguntamos a Jorge Navarro, bajista del grupo y autor de las letras, y a Jorge Ballarín, Milky, batería.
Solo he estado en un concierto de Biznaga, el año pasado en el EKO de Carabanchel. Me pareció fantástico y creo que tuvo todo el sentido ver a un grupo como Biznaga tocando en un centro social ocupado y autogestionado. Seguramente más que en eventos como el festival Tomavistas en el que tocaréis en mayo. ¿Dónde adquiere más significado vuestra propuesta? Jorge Navarro: Desde luego, el contexto y el entorno engordan el significado final del mensaje que transmitimos. No obstante, también creo que es positivo descontextualizar ese mensaje, sobre todo para llegar a la masa, por decirlo de alguna manera. Si solo vamos a predicar a los conversos, mal vamos. Necesitamos que nuestro mensaje, o en general los mensajes que pueden aportar algo, esté lo más expuesto que se pueda, aunque no a cualquier precio. Pero es positivo.
Como Biznaga, siempre discutimos todos nuestros movimientos. No nos cerramos a nada: nos puedes ver tocando en el EKO o en La Casika de Móstoles o en el festival Kaos a Gracia o en festivales punk por nada, y también en cosas más grandes por dinero. Porque a ese tipo de empresas les pides dinero, obviamente, no vas a tocar por la cara. Pero creo que las dos cosas son positivas, aunque sí tiene un punch extra cuando lo haces en un sitio de estas características, con una buena causa detrás. Yo vivo en Carabanchel y esto me motivó muchísimo desde el principio, quise que nos involucráramos. Hace poco estuvimos en un evento en el EKO de solidaridad por los represaliados en Chile, no tocando aunque nos lo ofrecieron pero estábamos un poco saturados y hay que parar de vez en cuando. Milky: En lugar de tocar, estuvimos emborrachándonos y no vimos a ningún grupo [risas]. J.N.: Fuimos a contribuir económicamente.
¿Cuál es el hábitat natural de Biznaga? M.: Para mí, la sala. Porque ahí se puede mezclar todo el mundo, venga de donde venga. Los modernos que nos ven en festivales y en ciertos contextos no nos van a ver en La Casika. En una sala todo el mundo viene y está ahí mezclado y tú estás tocando y te partes la polla porque es todo muy heterogéneo.
¿Os reconocéis como grupo punk? J.N.: Depende de la
idea que cada cual tenga del punk. Desde luego, el punk, tanto a nivel
de sonido como estético, no digo tanto en las pintas como en la
filosofía que hay detrás, es una parte fundamental de Biznaga desde el
principio y ha ejercido una influencia importantísima, pero no única. No
somos un grupo de punk puro propiamente dicho. M.: Ni somos punkis, a la vista está. J.N.: Se quedaría un poco corta la etiqueta. Puede dar lugar a equivocaciones por parte de la peña. M.: Y a muchos enfados [risas].
No tenéis nada que ver con Manolo Kabezabolo, que también se identifica como punk. J.N.:
No. También es verdad que punks hay muchos y de muchos tipos, de toda
la vida, desde el principio. No es lo mismo Sex Pistols que Buzzcocks o
los Clash que Subway Sect, por decir grupos del principio.
¿Qué significa el punk en el año 2020? M.: Una actitud contestataria, eso siempre. Y explorar nuevas vías creativas y expresivas, como poco. J.N.:
No necesariamente contestataria. Lo que está claro es que es un género
musical asumido por la cultura pop, un subgénero del rock. El resto de
añadidos son opcionales, eso es el punk hoy en día. Si nos lo queremos
llevar a una ética necesitaría un desarrollo más grande que lo
estrictamente musical.
Hay quien dice que el trap es el punk actual. ¿Estáis de acuerdo? [Los dos al unísono] No.
Desde que se publicó el disco Entertainment!
de Gang of Four o los de otros grupos que moldean el sonido de Biznaga
como pueden ser Buzzcocks o Eskorbuto han pasado más de 40 años. ¿Por
qué elegís este lenguaje siendo un grupo joven? J.N.:
Particularmente, porque es una música que nos ha influido muchísimo. A
mí me supuso un antes y un después con respecto a lo que venía
escuchando haber escuchado ciertos discos y grupos de punk. Siempre me
ha interesado la cultura que no me transmitían los medios de
comunicación, y en un momento sentí la necesidad de buscar mi propia
cultura y me fui interesando por grupos. Pero fue un momento especial, y
supuso una ruptura con todo lo anterior, cuando escuché grupos de punk.
Me marcó poderosamente. ¿Por qué? Creo que es un lenguaje musical
accesible, yo no había tocado en mi vida un instrumento y era una buena
manera de empezar. Era también un pegamento, algo que teníamos en común
todos los del grupo. M.: El pegamento era no saber tocar, no que nos gustase el punk [risas].
¿Qué os atrajo del punk? J.N.:
Precisamente la noción esa de hazlo tú mismo, tan trillada pero tan
válida hoy en día como en su momento, cuando nació. Te anima,
democratiza, en el buen sentido de la palabra, que todo el mundo pueda
coger un instrumento y transmitir su mensaje. Se ha dicho hasta la
saciedad, pero es cierto, funciona. M.: Y también que los
grupos se convierten en portavoces de mensajes que no están en la
cultura parental ni en la cultura hegemónica, te hablan de cosas que te
llaman la atención, te agitan más los nervios y los odios que tienes.
También la solidaridad, la conciencia social.
En una entrevista publicada recientemente en Jotdown, Palmolive, batería de las Slits y de Raincoats, dice que
“todas las cualidades positivas del punk pueden perfectamente
canalizarse para ayudar a la sociedad”. ¿Puede tener el punk una
finalidad benéfica? M.: Sí. J.N.: Sí, pero no en
el sentido de caridad sino que puede proporcionar un beneficio a una
persona sensible a esa música, a esa estética. Le puede engrandecer
espiritualmente, o llevar a conocer a otra gente, a relacionarse, a
crecer como persona, a poner en marcha proyectos creativos que le hagan
crecer. En ese sentido sí es benéfico, en el sentido de caridad o
limosna no.
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