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Si José Larralde hubiera nacido en Minnesota hoy sería un Bob Dylan. Si hubiese nacido en Canadá, sería más que Leonard Cohen. Si hubiera nacido en Liverpool sería un McCartney.
Pero el hombre, pampeano de pura cepa, decidor, contestatario y caminador a contramano, tuvo la dudosa buena idea de nacer hace (casi) 85 años aquí, en la Argentina. El país que todo lo olvida. Cumple este sábado 22 de octubre.
No es casualidad que una de las más importantes páginas dedicadas a su vida y obra en Facebook se titule, precisamente, “El Gigante Olvidado”. Hijo dilecto de Huanguelén (78 kilómetros al norte de Coronel Suárez, poco más de 5 mil habitantes) sin embargo no pertenece a ningún lugar. Fiel a su estilo nómade anduvo por mil caminos, guiado por vientos y estrellas, cardos y llanura.
Hizo de todo antes de ser músico
De todo hizo Larralde para llevar el pan a la mesa, desde muy pequeño. Alambró, ordeñó, fue albañil, chatarrero, mecánico de ocasión, tractorista, soldador… ¿Qué no hizo este hombre para esquivar la malaria? Pero también estaba la música, esperándolo como sólo puede esperar una buena amante.
Así lo cuenta él: “Recuerdo que había un acordeón por ahí, que era de un hombre que me regaló mi primera guitarra, cuando yo tuve el sarampión. De ahí soy guitarrero. Él me regaló esa guitarra, que sólo tenía dos cuerdas, dos bordonas, y estaba toda atada con piolines. ¡Si habrá pasado borracheras aquella guitarra! Y con ella hice mi primer tema. Yo tenía once años, pero ya escribía cosas desde los seis o siete".
Y agrega: "Fue muy difícil para mí arrancar. Primero que la música no ocupaba un gran lugar en mi casa. Tenía un tío que había tenido un bandoneón, pero ya lo había vendido cuando yo era muy chiquito. Y mi viejo tocaba alguna cosa en la verdulera (pequeño acordeón llamado así porque era el instrumento preferido de los inmigrantes, que generalmente trabajaban en quintas o vendiendo verduras)".
"En aquella época -prosigue en una vieja entrevista- había que laburar, y si vos tenías inclinación por la música te tildaban de vago. Venías de laburar, ponele de albañil, y después había que seguir en la casa. Mi viejo tenía un tallercito y había que ayudarlo a él. Y si yo quería estudiar la viola o componer o tocar venía y te ponía la radio a todo volumen. Había que laburar sí o sí”.
Aquel Cosquín de 1967
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El pequeño José Larralde. Foto de archivo. |
Ninguno de los muchos obstáculos que la Vida le fue poniendo a Larralde en su camino pudieron ganarle la partida. El Pampa (o El Toro de Huanguelén, como también se lo conoce) siempre se las rebuscó para cantarle 33 de mano. Y eso que el tipo juega sin Flor.
Pero el Destino le tenía preparado un papel estelar en la tragicómica obra de La Existencia. Y él mismo iba a llegarle de la mano de otro cantor (para entonces ya muy famoso y no menos chúcaro que quien nos ocupa) llamado Jorge Cafrune.
En una de las más recordadas noches del Festival de Cosquín, en 1967, Cafrune cantó tres temas de Larralde. Entre ellos Sin pique y Grito changa. En ese entonces el periódico local, Los Principios, le otorgaba un premio especial a la mejor canción del festival.
La última noche de Cosquín el jurado determina que Sin pique es la canción ganadora. Pero cuando van a entregarle el premio al Turco Cafrune, éste, con esa integridad que lo distinguía, les dice que él no lo merece, porque las canciones que cantó le pertenecen a un gaucho de Huanguelén “que debe estar allá atrás de los alambrados, porque no tenía dinero para pagarse la entrada”.
Acto seguido una verdadera turba lo lleva en andas a Larralde y lo suben al escenario.
Cafrune, gaucho generoso que ya había hecho lo mismo dos años antes presentando a Mercedes Sosa, le da su propia guitarra y le pide que sea él mismo quien cante sus propios temas.
Don José jamás se olvidó de aquel gesto, consagratorio para su carrera de ahí en más: “Yo ya me había enterado que Cafrune andaba tocando mis canciones por ahí. Cualquier otro las habría anotado a su nombre pero él siempre decía que esas canciones eran mías. No cualquiera hace eso”.
Crítico de políticos, religiosos y militares que jamás se calló nada, Larralde ha sido tildado de comunista, anarquista, izquierdista, derechista, de áspero y rudo tanto abajo como arriba de las tablas. Pero el cantor nunca se inmutó, y dice cosas como ésta:
“Los gobiernos no están para gobernar. Están para administrar. El pueblo les presta el caballo para que anden un rato . Pero claro, cuando te lo devuelven te lo dan medio muerto. Y con ese caballo después resulta que ellos se compraron una tropilla”.
La música surera
José Larralde es el más importante referente vivo de la música surera, un gran paraguas donde se cobijan estilos como la milonga campera, el malambo, la payada, el triunfo y la cifra entre otros estilos, y que tiene en su origen connotaciones hispánicas y hasta africanas.
Es la música del sur del país, de la pampa, de la llanura y de la Patagonia, y ha tenido a sus más reconocidos representantes en Atahualpa Yupanqui, Argentino Luna y Alberto Merlo entre muchos otros.
Con más de 600 canciones escritas y 50 álbumes publicados (entre originales y recopilaciones), a muchos les llama la atención, sin embargo, que el artista jamás haya salido de los límites de Argentina.
Pero eso tiene una explicación muy puntual y determinada: “A mí me han ofrecido ir a cantar hasta en el Carnegie Hall, en Estados Unidos. Nunca me interesó. Porque el hombre lo que dice lo tiene que bancar después con el cuero. Yo me he perdido de ganar mucha plata, de acomodarme bien para todo el viaje".
Luego dio más detalles: "Una vez me invitó el gobierno de Lanusse (presidente de facto entre 1971 y 1973) para ir a representar a mi país en España. Y a mi me pareció absurdo tener que ir a cantar las miserias de mi país a otro lado. Yo las cosas de mi casa las ventilo en mi casa. Entonces dije que no y les mandé una nota que decía: “Fui, soy y seré la denuncia del hambre en la mesa de mi pueblo. Pero siempre dentro de los cuatro puntos cardinales de mi mapa, jamás fuera de casa. A través de mi canto mi pueblo nunca será el hazmerreír de nadie`.
Honestidad brutal
Sincero, brutalmente honesto, humilde hasta el tuétano, dueño de una dignidad griega y fiel a sus convicciones (“yo no doy consejos, digo mis pareceres”) Larralde ha sido criticado por no dar entrevistas a medios de comunicación de la Capital. Intrigado como muchos, una vez tuve la oportunidad de preguntarle el motivo.
En mi vida y gracias a mis trabajos he tenido la suerte de estar y de charlar con grandes figuras de la música contemporánea. Paul McCartney, los Rolling Stones, B.B. King, Ray Charles, Piazzolla, Mercedes Sosa y más.
Sin embargo reconozco que lo que más me emocionó fue, a mediados de 2000 haber podido trabajar en un recital de don José (aunque él les dice “guitarreadas”). Era en el Auditorio Belgrano y cuando llegué, un par de horas antes del show, encontré a Larralde en su camarín, serio, con una tabla de picar fiambre, una cuchilla y fileteando queso y salamín.
-Hola José, ¿cómo anda?
-Aquí me ve, m’ijo. Preparando el catering.
-Claro. Mire, ahí afuera hay un periodista que me pregunta si puede reportearlo.
-Por supuesto que no (probando una rodaja de picado fino)
-¿Pero usted por qué no da notas?
-Porque una vez dije que sí. Mandaron a una chica de una revista de esas de actualidad. Nos sentamos y lo primero que me preguntó fue: ‘Bueno, ¿y usted qué hace?’
-¿Y?
-Me levanté de la silla, agarré el saco, me lo puse y me fui.
A este hombre no hay por donde entrarle. Y si hablamos de dignidad debemos refrescar aquel malentendido que se dio durante el pasado mes de agosto, cuando un fan lo paró en la calle, le hizo algunas preguntas y filmó las respuestas. El video se hizo viral inmediatamente a través de las redes y fue recogido por todos los medios.
Mostraba a un Larralde compungido contando que “estoy rascando el fondo de la olla”. Y fue lógico que mucha gente que no conoce a José, gran señalador de injusticias desde siempre, se haya preocupado. Se armó un gran revuelo. Así que el criollo tuvo que salir a explicar con otro video:
“Me llamo José Larralde, y estoy avergonzado por todo esto que está pasando. Yo dije que estoy rascando el fondo de la olla, como todos. Es una forma de hablar que tenemos. Pero no es cierto. Primero quiero agradecerles a todos los que me quieren ayudar, pero siempre dije lo mismo, lo repito y lo certifico: mi hambre es mío. Si yo tuviera hambre, si tuviera problemas, tengo mil oficios para hacer. Tengo dos brazos, tengo vergüenza y tengo dignidad. Y es lo último que pienso perder en la vida”.
La amistad con Ricardo Iorio
José Larralde tiene mucho rock and roll sobre sus espaldas. Porque su vida ha tenido rock. Es más (y volviendo a la anterior analogía) dudo seriamente que un Mick Jagger haya tenido más rock que él. Quizás fue por eso mismo que en algún momento, hace ya varios años, se le acercara el público del hard y el heavy metal argento.
Estos chicos, jóvenes que un tiempo antes desconocían su nombre, son hoy su guardia pretoriana y van a apoyarlo a cualquier recital que de el pampeano. La culpa la tiene Ricardo Iorio.
Lo explica Larralde: “Qué sé yo si me gusta, pero están ahí, A veces van con banderas gigantes. Como Iorio me grabó algunos temas, y es fanático el loco ese, yo escucho esos temas y no entiendo un pito. A los gritos anda. Pero somos muy amigos. Es un loco, pero se hace más el loco de lo que es. Ellos están en todos lados, en todo el país. Yo digo 'Ahí están los delincuentes de Iorio'. Pero se sientan y se portan como señores".
Y agrega: "Una vez sola fui a un recital de Iorio… ¡me quería morir!, revoleaban gente para todos lados. Una vez vinieron los chicos a un recital en Morón. Y el ambiente era medio denso. El teatro era todo de hormigón y había como un balcón al costado. Los pibes fueron y pusieron una bandera mía, gigante, que decía “aguante José”. Y al lado la foto del Che Guevara. Una vieja que estaba en la platea me grita entonces: 'Larralde, no empiece el show hasta que saquen esa bandera'."
"Los chicos la enrollaron enseguida -contó- pero yo les dije que no, que si era por mi estaba bien. Porque el Che era un tipo tranquilo, que se había jugado el cuero por nosotros. Que poca cosa esa vieja, ¿le tenés miedo a un muerto?"
En el cine y en la tele
Larralde es tan crítico de todo que hasta ha sabido criticarse a sí mismo.
En 1971 un joven Carlos Borcos, que dirigió en cine Santos Vega. ¿Y a quién otro le iban a ofrecer el papel principal? Junto a un elenco donde destacaban Ana María Picchio y Walter Vidarte, José hizo lo que pudo, dada su inexistente experiencia como actor. Pero la crítica destrozó el filme. ¡Y él también!:
“La película fue un plomazo. Yo me fui a la mitad porque me aburrí, una cosa es lo que filmamos y otra lo que después hicieron los técnicos en la moviola. La película que armaron no la entendí”. Personaje de pies a cabeza.
En el capítulo 10 (“Buried”) de la quinta temporada de esa fabulosa serie que fue Breaking Bad se puede ver a un esquizofrénico Walter White (Bryan Cranston) enterrando barriles llenos de dólares en el desierto de Nuevo México. Una escena no tan bizarra como el tema que la musicalizaba. La voz de Larralde acompañaba cada palada de arena desde una versión algo electrónica de Quimey Neuquén.
El responsable de ese ensamble fue Pedro Canale, productor, músico y DJ que bajo el nombre de Chancha Vía Circuito había hecho los contactos necesarios para incluir esa canción en la serie. Y otra vez Larralde tuvo algo que decir: “Primero, ¿qué tiene que ver esa canción con el norte de México?. Nada. Y además no cobré un mango por eso, me dijeron que acá no hay convenios con los Estados Unidos”.
De cualquier manera, seamos justos, Larralde sólo habría podido cobrar regalías como intérprete, pero no como compositor ya que el tema, con un ritmo de loncomeo neuquino, tiene letra de Milton Aguilar y música de Marcelo Berbel, dos importantes artistas de esa provincia. Así y todo es verdad: Walter White y Jessie Pinkman se la llevaron de arriba.
El Pampa cumple 85 años. No sabemos si el Toro ofrecerá un nuevo rodeo en los próximos días. Lo que sí sabemos es que merece un gran homenaje en vida. Todavía están. Él y su guitarra. Y mientras resuenan en mi mente versos suyos de canciones tan sentidas como Herencia pa’un hijo gaucho, El Tamayo o Cosas que pasan, bajo la púa gastada de un viejo tocadiscos Winco, allá en un Morón perdido en el tiempo, pienso que los argentinos sensibles nos vamos a lamentar mucho si no lo hacemos.
Todavía hay tiempo para agasajar a El Último Gran Héroe. Pero por favor…que no se nos escape el zaino.
MFB
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